La perspectiva de que Israel va a llevar a su ejército a la Franja de Gaza, en donde tiene planeado exterminar a los palestinos, es casi unánime. La mayor parte de las movilizaciones que se han convocado en el mundo pretende impedirlo.
No obstante, el propósito sionista es imposible. En más de 70 años no lo ha conseguido, por más matanzas que ha cometido, y no lo va a lograr ahora tampoco. El pueblo palestino va a triunfar en su lucha por una razón bien sencilla: ha llegado a su límite. No tiene nada que perder y, por lo tanto, no puede perder.
Aludir a la “resistencia palestina” es una redundancia. Donde hay un palestino hay un resistente al sionismo que está dispuesto a llegar hasta el final. Lo que las guerras demuestran es que no hay enemigo más peligroso que aquel que ya lo ha perdido todo y sólo le queda sacrificar su propia vida. Los matarifes sionistas lo saben y por eso meditan muy bien cada uno de sus pasos. En Israel suelen decir “Hemos ganado muchas guerras y sólo perderemos una”.
El ejército sionista sabe, además, que el teatro de operaciones no va a ser en el suelo y el subsuelo de Gaza y por eso ya ha abierto muchos frentes. A pesar de que la guerra no ha hecho más que empezar, ya está masacrando en Cisjordania y bombardeando el sur de Líbano. Es algo que debería dar una idea de las verdaderas dimensiones que puede alcanzar la guerra en ciernes.
No hablo sólo de Oriente Medio. Sin ir más lejos, los países europeos ya han declarado el estado de guerra, algo para lo que han venido acostumbrado a la población desde la pandemia. Han prohibido ondear las banderas palestinas, han prohibido las manifestaciones, han desatado el pánico a los “atentados yihadistas” y, si no es suficiente para frenar las movilizaciones, acabarán por imponer el toque de queda, como hace tres años.
En Francia ya han detenido a tres sindicalistas de CGT por manifestarse en favor de Palestina y la acusación que pesa sobre ellos no deja lugar a dudas: les han aplicado la ley antiterrorista.
Las grandes cadenas de comunicación se están empleando a fondo para salvar a los sionistas de su destino y lavar su podrida imagen pública. La matanza del hospital Al Ahli pone de relieve que no han avanzado mucho, prácticamente nada si tenemos en cuenta el esfuerzo que han realizado.
La propaganda imperialista ha puesto el foco en Hamas, al tiempo que -para asustar- acercaba el movimiento al yihadismo. Sin embargo, no ha podido ocultar que sus furibundos opositores, los chiítas, son uña y carne con la “resistencia palestina”, por encima de las diferencias confesionales.
A Israel le han surgido enemigos por todas partes que, por lo demás, están estrechamente unidos. La intoxicación mediática trata de engañar con un supuesto enfrentamiento entre religiones (judios y musulmanes) para ocultar una guerra esencialmente política que, como tal, lo mismo divide a unos (los sionistas) que agrupa a los otros (sunitas y chiítas) hasta extremos que pocas veces se han visto.
Tras varias guerras (1948, 1967, 1973) los sionistas creían haber domesticado a sus vecinos de Jordania y Egipto, pero ha aparecido un nuevo protagonista, Irán, que ha renovado el impulso del “eje de la resistencia” en Irak, Siria y Líbano, países (todos ellos) que tienen una amplia experiencia en la guerra desde hace veinte años. En unos países, como los occidentales, anestesiados desde hace décadas, no acaban de entender que hay otros, como los de Oriente Medio, que no han conocido otra cosa que la guerra. Es su medio “natural”. Oyen las explosiones desde el día mismo de su nacimiento.
Trasladar dos portaviones a las costas del Mediterráneo oriental no intimida a nadie en Oriente Medio, como tampoco intimida el que Israel posea armamento nuclear, algo que está absolutamente ausente en las cadenas de propaganda imperialista y sus tertulianos de pacotilla. No se puede amedrentar a un pueblo que ya lo ha perdido todo, incluso el miedo.