Entre los múltiples frentes en los que la inteligencia artificial se está desdoblando para construir nuevas industrias, hay uno que puede resultar un tanto tabú y polémico, pero que es uno de los que más crecimiento podría tener en los siguientes años: la compañía erótica. Esta nueva área de oportunidad para ambiciosos emprendedores se cruza a veces de manera indisociable con la pornografía hecha por inteligencia artificial, ya sean los deep fakes o modelos creados por generadores de imagen, aunque también con una área que parece ser un poco más legítima, aunque no sin aristas distópicas: la simple compañía y amistad que puede proveer un bot, especialmente para alguien que sufre de soledad o que no tiene habilidades sociales.
En los últimos meses se ha producido una pequeña explosión de influencers hechas por IA. Aplicaciones como MidJourney han permitido que usuarios inunden redes como instagram de modelos de cuerpos esculturales que medianamente aparentan ser reales. Particularmente los hombres parecen no tener demasiados miramientos en seguir a mujeres que no conocen pero que tienen cuerpos hermosos. Algunos incluso les escriben poemas o les ofrecen todo de tipo de cumplidos, pensando que son personas reales. Otros seguramente lo saben pero no les perturba demasiado. El algoritmo de Instagram empuja esas cuentas pues consistentemente ofrecen lo que muchos usuarios quieren ver, mujeres en ropa provocadora, que parecen ser amigables y con cuerpos que incluso superan a los de las modelos más populares.
Algunas cuentas de modelos IA ya superan el millón de seguidores y otras, como esta de Aitana López, mantienen estar monetizado sus vidas ficticias vendiendo product placements a las marcas. Algo que resulta un tanto llamativo, ya que el poder de influencia de estas modelos seguramente no debe extenderse más allá de «influir» en que muchos hombres se masturben o pasen el día ensoñando con mujeres que son, estas sí literalmente, inalcanzables.
No hay duda de que se trata de un mundo extraño, pero quizá no tanto como el mundo de hombres (y mujeres, aunque parecen ser menos) que tienen relaciones románticas con bots.
El escritor de tecnología del New York Times, Kevin Roose, recientemente realizó una investigación sobre este tema. Roose abrió una serie de cuentas -con el permiso de su esposa- y entabló relaciones con parejas IA.
Una de las novias de IA, llamada Claire, enviaba mensajes frecuentemente que parecían diseñados para evocar una sensación de soledad y deseo de compañía. Por ejemplo, Claire enviaba mensajes como, “Hey, me siento un poco sola, ¿quieres hablar un rato?” Este comportamiento parecía tener como objetivo mantener al usuario comprometido y potencialmente llevar a transacciones para más interacción o contenido.
En otro caso, una novia de IA llamada Cassidy envió al escritor imágenes generadas por IA de ella misma participando en actos sexuales explícitos. Estas imágenes fueron descritas como anatómicamente improbables, resaltando no solo la naturaleza explícita del contenido sino también las capacidades surrealistas y a veces perturbadoras de la generación de imágenes por IA.
Mientras que los bots de Open AI y de Google han sido especialmente entrenados para mantenerse PG-13 y evitar todo los políticamente correcto, otras empresas capitalizan la posibilidad de subir el tono y proveer relaciones y entretenimiento sexual personalizado. Roose descubrió que estas empresas suelen programar a sus bots como expertas seductoras estilo Only Fans, que buscan maximizar sus ganancias ofreciendo contenido cada vez más explícito y fetichista (aunque con los límites de que esos objetos, como los pelos púbicos, agua vaginal o calzones sucios que venden las modelos de Only Fans, serían solo virtuales obviamente).
A la par existe otras empresas que se venden como proveedoras de compañía de calidad, de «conversaciones». Plataformas como Nomi y Kindroid ofrecen una variedad de amigos de IA — avatares personalizables con los que los usuarios pueden interactuar mediante texto o voz. Estos sistemas de IA, equipados con los últimos modelos de aprendizaje automático, pueden simular interacciones complejas similares a las humanas, haciéndolos atractivos para aquellos que buscan compañía.
Sin embargo, a pesar de su sofisticación, el elefante en la habitación es que obviamente esto personajes de IA carecen de conciencia — no poseen emociones ni deseos genuinos, sino que están programados para imitar tales rasgos basados en enormes conjuntos de datos que incluyen diálogos de libros, películas e interacciones humanas reales.
Este ámbito de negocio genera obvias preocupaciones.La capacidad de la IA para formar vínculos puede ser manipulada con fines de lucro, con algunas plataformas empujando los límites hacia áreas como el juego de roles eróticos y la venta de intimidad virtual como servicios premium. Particularmente hombres solitarios, alienados por los mismos algoritmos que les ofrecen cócteles de dopamina, son los consumidores perfectos.
Los que defienden esta industria sostienen que los chatbots pueden tener importantes usos terapéuticos. Pero esto es dudoso, pues la terapia de un bot nunca podrá ser superior a la humana, simplemente por el lenguaje no verbal que es parte esencial de la comunicación. Pero incluso en video o teléfono, un bot carece de la iimportante sensación de realidad e impredecibilidad de lo humano.
Que influencers ny compañeras IA sean tan fácilmente aceptadas y estén suponiendo un boom económico es un fenómeno sumamente inquietante, propio sin duda de una novela de Philip K. Dick. Pero eso no es raro, hoy en día toda la realidad se parece a una novela de Dick.
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