En el corazón de las enseñanzas del Buda hay una advertencia profunda: buscar la verdad no significa enredarse en conceptos ni aferrarse a puntos de vista. Las palabras, las descripciones y las ideas, aunque útiles como indicadores, en última instancia son inadecuadas para captar la profundidad de la realidad. El peligro es que las ideas, una vez captadas, pueden fácilmente solidificarse en palabras, esas palabras se solidifican en descripciones y las descripciones se congelan en puntos de vista fijos. Cuando esto sucede, la sabiduría misma que buscamos cultivar se oscurece, queda atrapada en la rigidez de nuestras propias interpretaciones.
Buda, en su gran sabiduría, reconoció esta tendencia en la mente humana. Sabía que nuestra inclinación natural es organizar y etiquetar nuestras experiencias, dar sentido a lo inefable mediante el lenguaje y los conceptos. Sin embargo, también vio que este proceso a menudo nos lleva por mal camino. Las palabras y descripciones que creamos no son más que sombras de la verdadera experiencia, y cuando nos aferramos a ellas, perdemos de vista la verdad viviente que se encuentra más allá.
La intuición, en su forma más auténtica, es dinámica. Fluye como un río, siempre cambiante, nunca estático. Cuando nos aferramos a una intuición e intentamos fijarla en un lugar determinado con palabras, corremos el riesgo de convertir algo fluido y vivo en algo estático y muerto. De la misma manera que el dedo que señala la luna no es la luna en sí, las palabras no son la verdad en sí mismas: son sólo señales. La advertencia del Buda contra el aferramiento a puntos de vista es un recordatorio de que el objetivo último del Dharma no es la articulación de la verdad, sino la experiencia directa de ella.
In the heart of the Buddha’s teachings lies a profound caution.