«Hablar» con las células sin influir en los genes o las moléculas: se puede hacer influyendo en los campos bioeléctricos. Al manipular los campos bioeléctricos en organismos como las planarias y los renacuajos, el profesor Michael Levin ha demostrado cómo los ojos y otros órganos pueden crecer en lugares no convencionales, cómo se puede «ordenar» a las planarias que desarrollen dos cabezas y, quizás lo más importante: cómo se puede «ordenar» a las células cancerosas que dejen de crecer en las ranas.
Estos prometedores experimentos podrían conducir a nuevas terapias revolucionarias. La importancia del trabajo empírico pionero del profesor Michael Levin en la Universidad de Tufts, sobre la intersección de la bioelectricidad, la regeneración y la cognición, difícilmente se puede exagerar. Desde el punto de vista filosófico, su trabajo tiene profundas implicaciones para la forma en que pensamos sobre la evolución, la cognición y la conciencia.
En 2020, el laboratorio de Levin creó los llamados Zenobots, organismos vivos programables hechos a partir de células de rana ( Xenopus laevis ), diseñados para realizar tareas específicas como moverse o transportar objetos. Representan una fusión de biología y robótica, creada mediante el ensamblaje de células en estructuras novedosas y autoorganizadas guiadas por señales bioeléctricas. Al tratar de dar sentido a lo que apunta su trabajo sobre los Zenobots, Levin considera la evolución como el proceso mediante el cual la naturaleza explora un reino platónico de posibilidades, «configuraciones de hardware» que, en cierto sentido, son preexistentes y esperan ser descubiertas. Y cuando se trata de inteligencia, Levin solo ve inteligencia colectiva, en el sentido de que todas las formas de vida inteligentes que conocemos están estructuradas como conjuntos de células. Por lo tanto, nosotros mismos también podríamos muy bien ser parte de una inteligencia mayor.