Londres (CNN) — Detrás del mostrador de una tienda en el barrio de Cockney, en el corazón del este de Londres, se esconde un proyecto de agricultura urbana que dice ser la primer granja instalada directamente en una tienda.
FARM:shop es el nombre de este negocio que se encuentra en una calle ajetreada y rodeada por muchas otras tiendas más convencionales, de las cuales varias están en mal estado.
Hay gallinas pastando en el techo y parece que no notan los camiones de dos pisos que pasan justo por debajo. Dentro de los locales hay peceras llenas de Tilapia; hay hongos brotando en el sótano, fruta creciendo en un invernadero de plástico; y hay hileras interminables de hierbas y hojas de ensaladas creciendo de los bebederos hidropónicos que se alinean dentro de los estantes.
“Creo que los lugares como FARM:shop pueden reconectar a la gente con su comida”, dice Paul Smyth, ingeniero y cofundador del proyecto. “Hemos tenido esta separación del campo con la vida en la ciudad… Entonces se ha roto la conexión entre lo que comes y cómo lo cultivan”.
En su interior, parece más un laboratorio que un centro de cultivo. En lugar de los rayos del sol, hileras de focos ahorradores de energía facilitan el crecimiento de vegetales y la cosecha de coles parece más juego de tubos de laboratorio que un huerto.
“Hemos aprendido en el camino con toda esta tecnología”, admite Smyth. Dicho lo anterior, esta tienda que abrió en el 2011 ya es un modesto éxito comercial. Ahora se han diversificado en una tienda de comestibles, un café, rentan un espacio para eventos, tienen dos empleados de tiempo completo y todas sus ganancias son reinvertidas en el negocio.
“Hemos tenido una gran cantidad de buena voluntad y entusiasmo hacia el proyecto. La gente quiere simplemente venir de la calle, aprender cómo criar un pez; cuidar una gallina; cultuvar algo de comida, y eso significa que obtienes una agricultura hecha por la gente”, dice Smyth.
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Mientras que varios retarían el valor de la rehabilitación social de proyectos como el de FARM:shop, sus fundadores argumentan que podría ser el principio de algo más grande: un nuevo acercamiento hacia la agricultura sustentable.
“Si estás cultivando comida directamente en donde se come, necesitas menos refrigeración, menos uso de energía para el transporte y la distribución”, dice Smyth. Y añade que esta granja puede ser replicada en ciudades alrededor del mundo para ayudar a reducir las enormes emisiones de CO2 que están ligadas a la producción de comida.
La industria de los alimentios es un problema urgente. De acuerdo con un reporte del 2008 de Greenpeace, la industria de la comida es responsable del 30% de las emisiones de gases contaminantes anuales.
“El sistema dominante de producción de comida se basa en el combustible fósil en todos los niveles”, dice el doctor Martin Caraher, profesor de Políticas en alimentación y salud de la Universidad de Londres. “Necesitamos petróleo para hacer el fertilizante, petróleo para cultivar en la granja, petróleo para procesar la comida, petróleo para empacarla y para transportarla a las tiendas”, añadió.
Las etapas del transporte, procesamiento y empacado de alimentos generan la mayor parte de los contaminantes.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(UNCTAD, por sus siglas en inglés) estima que entre el 65% y 85% de las emisiones relacionados con la comida en occidente se crean una vez que el producto ha salido de la granja.
“Es por esto que este tipo de proyectos son mucho más que un truco para sentirse bien, son absolutamente vitales como parte de una variedad de sistemas de agricultura sustentable que debemos de perseguir por más tiempo”, dijo Oliver de Schutter, relator especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación.
Para De Schutter, el hecho de que frecuentemente la comida sea producida a miles de kilómetros de distancia de donde viven las personas representa un sistema irracional, desde la perspectiva económica y ecológica.
“El alza en los precios del combustible y el incremento de la concentración de la población en áreas urbanas está ocasionando problemas de logística para la entrega de la comida”, dijo. “Congestionamientos viales, los altos costos de la refrigeración y, después de todo eso, tenemos un producto de baja calidad”.
Tan solo en el Reino Unido, la comida viaja 30 billones de kilómetros al año, añadiendo 19 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, de acuerdo con la agencia de desarrollo internacional Practical Action.
También es muy fácil pasar por alto el daño que se le hace a los ecosistemas y economías locales, de las que una gran porción se encuentran en países en vías de desarrollo, como consecuencia de las prácticas agrícolas actuales a escala industrial.
“El sistema no está funcionando”, añadió Florence Egal, director de la Red de Alimento para las Ciudades. “Los grandes negocios agrícolas alteran la administración de los recursos naturales con su demanda por los cultivos monoculturales, empaquetamiento sintético y la contaminación del hábitat con los desechos de las fábricas”.
Tanto Egal como Schutter están de acuerdo en que aún a gran escala, iniciativas como la de FARM:shop no podrían resolver el problema de la sustentabilidad por sí misma.
“En este momento, nadie dice que vas a alimentar a 9,000 millones de personas de esta manera”, dice Egal. “Pero la reforma de la agricultura es un proceso gradual que requiere de muchas soluciones, y cultivar productos perecederos frescos cerca de donde se consumen parece ser un paso muy sensato”.
De regreso en Londres, Smyth es optimista acerca del futuro.
“En sí, FARM:shop es un experimento, siempre será nuestro laboratorio en el corazón de nuestras ideas. Pero buscaremos crear proyectos en lugares más grandes, hacerlo a una escala mayor, cultivaremos más comida y venderemos juntos más comida, y si tenemos éxito con esta iniciativa estaremos realmente seguros de que lo podremos lograr y hacer una diferencia de gran alcance”.
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