Jóvenes indias, presas fáciles de la trata de personas Por Ranjita Biswas

GUWAHATI, India, abr (IPS) – Un matrimonio de la comunidad adivasi parece ya haber perdido las esperanzas de volver a ver a tres de sus cuatro hijas. El pintoresco entorno de su casa, ubicada en un remoto pueblo en las laderas del Himalaya, en este oriental estado indio de Assam, no condice con su vacío interno.

“Pobres e ignorantes, los padres sencillamente no saben a dónde se fueron sus hijas”, explicó Sunita Changkakati, directora ejecutiva del no gubernamental Centro Assam para el Desarrollo Rural, de Guwahati.

Los adivasis son un pueblo aborigen; sus ancestros eran reclutados por los colonos británicos en el centro de India y llevados a trabajar a las plantaciones de té de Assam. Esta comunidad sufre la amenaza de las redes de trata de personas

Traficantes acechan en busca de presas ingenuas, engañándolas con promesas de mucho dinero, con la tentación de la vida citadina o con la posibilidad de escapar de su monótona existencia.

Algunos incluso insinúan la posibilidad de matrimonio, atrapando a muchachas impresionables de las que dicen haberse enamorado y con las que se “casan” en secreto. Pero en vez de la luna de miel prometida, las obligan a prostituirse.

En los últimos años hubo varios casos sonados en la prensa de muchachas del noreste de India, y de otras partes de Assam, que fueron rescatadas de burdeles de Nueva Delhi, Mumbai, Pune y otros lugares del país.

Según cifras del Departamento de Investigaciones Criminales de este estado, la cantidad de muchachas víctimas de la trata de personas en Assam pasó de apenas cuatro en 2005 a 37 en 2009, 54 en 2011, y a 79 en 2012.

Pero estas cifras podrían ser mayores en la realidad, pues los padres rara vez denuncian la desaparición de sus hijas.

No todas las muchachas desaparecidas terminan en el comercio sexual. Por extraño que parezca, muchas de ellas, algunas menores de 18 años, se casan con campesinos muchos mayores en estados alejados como los occidentales de Punyab, fronterizo con Pakistán, y de Hariana, vecino de este último.

El feticidio e infanticidio femenino distorsionaron la proporción de hombres y mujeres en esos dos estados del norte, y dieron lugar a la práctica de “comprar” pareja, sin importar las diferencias culturales mutuas.

Otras víctimas de la trata son trabajadoras domésticas en las grandes ciudades. Por lo general “suelen estar mal remuneradas y tienen una situación casi de servidumbre”, remarcó Stephen Ekka, de la organización no gubernamental Pajhra (“fuente de vida”), en la localidad de Tezpur, en Assam.

“La trata no se refiere solo a las personas que se venden para el comercio sexual”, precisó Ekka, él mismo un adivasi. “Cualquier persona confinada sin su consentimiento a un trabajo puede ser considerada víctima de la trata de personas”, explicó.

Rajeeb Kumar Sharma, secretario general de la Organización Global para el Desarrollo de la Vida (GOLD, por sus siglas en inglés), de Guwahati, contó a IPS el caso de un trabajador doméstico contratado por un agente de Nueva Delhi que se quejaba de dolores estomacales.

Cuando fue trasladado al hospital descubrió que le habían extirpado un órgano sin su conocimiento. Luego le dijeron que, dado que sus empleadores habían gastado mucho dinero en él, debía compensar las pérdidas con el trabajo de otra persona de su aldea que no tuviera impedimentos físicos.

La pobreza y el desempleo crean desesperación en las personas, y las convierten en presas fáciles de la trata. La falta de movilidad social, así como de educación y de oportunidades para los jóvenes, agravan el problema.

Mientras, las famosas plantaciones de té de Assam, una gran fuente de empleo e ingresos para la población local, atraviesan tiempos difíciles.

Una forma de reducir los costos de las empresas fue recurrir a la mano de obra zafral, en especial en la época de recolección. En este contexto, no es raro que las muchachas busquen trabajo.

Aun en las aldeas más aisladas, solo mencionar a Nueva Delhi equivale a pronunciar una palabra mágica que ofrece un mundo de riquezas incalculables.

Muchas veces suele aparecer de visita una muchacha que afirma proceder de la capital, vestida con ropas elegantes, muy maquillada y alardeando sobre todo el dinero que gana. Pero es solo una estrategia para atraer a jóvenes inocentes.

Atrapadas, muchas parten en busca de un sueño y regresan luego de vivir una pesadilla, si es que vuelven.

Organizaciones no gubernamentales y grupos de estudiantes colaboran para crear conciencia sobre el problema, rescatar a las víctimas y rehabilitarlas.

Varios grupos de la sociedad civil comenzaron a implementar la Ujjwala, una estrategia para combatir la trata de personas, en especial de muchachas obligadas a prostituirse. Se crearon comités de vigilancia que están atentos a posibles casos y trabajan en estrecha colaboración con la policía para rescatarlas.

En 2012, 78 muchachas fueron ingresadas en refugios.

La rehabilitación de las víctimas es difícil, en especial si son recuperadas después de varios años, debido al estigma social.

“Algunas regresaron en mal estado de salud”, puntualizó Ekka, de Pajhra. “Parecen deprimidas, pero no quieren hablar mucho sobre lo que les pasó”, apuntó.

El Departamento de Investigaciones Criminales creó 14 unidades contra la trata de personas y vigila especialmente las estaciones de trenes.

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