Escrito por Pilar Guiroy
En la Teología platónica de Proclo (ca. D.C. 450), las entidades jerárquicas se corresponden con los dioses, diosas, dáimones, y héroes de la religión Helénica. Podría decirse que racionalizando de esta manera a sus divinidades, los neoplatónicos pudieron desarrollar una “teología”, pero su concepto detheos como un ser inferior al Bienhechor, al Uno, u a otro principio filosófico, limitó su “teología” a una“demonología”, es decir, a un sistema que trata sobre seres inferiores al ser superior o principio. En la Teología platónica, Proclo corresponde a sus dioses con los “inteligibles”, organizados jerárquicamente bajo el “Uno” plotiniano. No encuentra ninguna razón para ubicarlos en el mismo nivel que el Uno, el primer principio o razón, pero la teología cristina posicionará en ese nivel al único Dios Creador.
En el pensamiento cristiano el Creador es, filosóficamente hablando, el primer principio,existente sobre la naturaleza pero no sobre el ser. Y asimismo existe la naturaleza creada, que incluye tanto a los ángeles como a los demonios y a todas las cosas excepto a Dios. El anónimo pensador cristiano llamado Dionisio el Aeropagita, adapta el esquema de Proclo sobre los seres incorpóreos a los diferentes ángeles de la revelación judeo-cristiana. En suJerarquía celestial, él ubica en la tríada más alta a los Serafines (AT), los Querubines (AT), y los Tronos (NT); en la segunda, están las Dominaciones (NT), Virtudes (NT) y Poderes (NT); y en la tercera, los Principados (NT), Arcángeles (NT), y Ángeles (AT; NT). La fusión de la idea filosófica de seres que son puro intelecto con la idea religiosa de los mensajeros angélicos, es completada cuando Dionisio dice sobre los angeles que “su vida es sólo intelecto”. En Dionisio, cada rango deviene en un modo más simple, y gobierna las funciones de cualquier rango inferior a él.
Santo Tomás Aquino lleva la especulación sobre la naturaleza angélica a sus conclusiones teológicas, usando la noción aristotélica de las inteligencias que mueven a las esferas, las ideas neoplatónicas sobre los espíritus puros como grados del ser, y las narraciones escritas sobre angeles y demonios. Rechazando la antigua noción sobre la unión de los ángeles con mujeres, él afirma su incorporeidad, y, a la pregunta sobre cómo distinguir a los ángeles si no existe una base para hacerlo, numérica o de otro tipo, él responde que cada uno pertenece a una especie independiente. Tomás considera más importante, para distinguirlos de Dios, discernir su composición, en la cual su forma inmaterial se mantiene en potencia respecto de su existencia real, su propio esse. Sólo en Dios no hay diferencia entre esse y essentia, entre su acto de ser y lo que Dios es. Así, Tomás posiciona a los ángeles dentro de Dios creador del universo.
Entre Dios y la creación hay una “discontinuidad en el modo en que el acto de ser es poseído”, aunque hay continuidad de orden en el conocimiento mutuo (llegando a ser más y más simple la llegada a Dios) y en el ser (purificándose en forma creciente) (Gilson. 1957). Aceptando la idea judía sobre la caída pre-adánica, Tomás se encarga del problema del pecado de los ángeles como en el caso del humano: los ángeles tenían libertad de elección. Unos cayeron por orgullo y envidia, al buscar la beatitud final para su propio poder. Otros, de todos los rangos (San Gregorio) o de los rangos inferiores (San Juan Damasceno) siguieron a los primeros; algunos son castigados en el infierno y otros en la atmósfera nebulosa, donde sirven a Dios tentando a los hombres (Suma Teológica, I, 63, passim.)
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