domi La pobreza infantil necesita un Pacto de Estado

Comedor social para gente necesitada en el Barrio del Raval. | Santi Cogolludo

Comedor infantil

  • Los hogares con niños en los que nadie tiene trabajo creció un 169%

“La crisis es que no tenemos mucho dinero, no tenemos mucha comida, pedimos a amigas de mi madre que nos den ropa” (9 años). “Me afecta en que cada día estoy más triste. A mi familia en que cada día tienen más problemas con los bancos” (8 años). “Ya no me compran juguetes, mis padres discuten porque no tienen dinero” (9 años). Estos son algunos ejemplos de niños y niñas que hablan de la crisis y su impacto en sus vidas.

Sus palabras conscientes y responsables entroncan con muchos acontecimientos que, en los últimos meses, están poniéndoles en el foco de las preocupaciones sociales. El último de ellos es la detección de un número creciente de casos de familias que tienen problemas para atender adecuadamente la alimentación de sus hijos.

Aun siendo grave y capaz de movilizar la conciencia social como pocos, no es un hecho aislado, sino un síntoma (aún por cuantificar en la mayoría de los casos) del progresivo empobrecimiento de los hogares en España, con un impacto especial en las familias con hijos. Según Cruz Roja, el principal factor de riesgo para la infancia a la que prestó asistencia en 2011 ha sido la falta de recursos económicos, a considerable distancia de otros factores.

Los datos más recientes de pobreza infantil (2011) nos sitúan en un 27,2% de niños que viven en hogares bajo el umbral de la pobreza en España, sólo por delante de Bulgaria y Rumanía en el entorno europeo. Además del crecimiento en más de tres puntos porcentuales respecto a 2009, varios indicadores muestran que la infancia está sufriendo la crisis de una manera especialmente grave.

En 2010 los menores de 18 años fueron el grupo de edad con la tasa de pobreza más alta, superando por primera vez a los mayores de 65 años. El número de hogares con niños en los que ninguno de los adultos tiene trabajo creció entre 2007 y 2012 en un 169%, frente al 60% en los hogares sin niños. Y además, su pobreza es más intensa y más crónica. En resumen: los niños bajo el umbral de la pobreza son ahora más (nos acercamos a los 2.300.000), más pobres y durante más tiempo. Sin olvidar que la situación afecta de manera más intensa a colectivos infantiles en situación de especial vulnerabilidad, como los niños y niñas con discapacidad, los gitanos o los de origen extranjero.

Las familias con hijos sacrifican muchas cosas por mantener los niveles básicos de bienestar. Pero si el empleo, los ahorros y las prestaciones se agotan, las becas y las ayudas menguan e incluso la ayuda familiar se acaba, se ven en la situación de tener que reducir sus gastos en aspectos tan elementales como la comida o, por ejemplo, renunciar a su vivienda. No es un problema sólo de nutrición, es un problema de recursos y falta de apoyo a los hogares con niños. Y también es un problema del enfoque de las políticas públicas.

Sólo la capacidad protectora de un sistema universal, fruto de un consenso político de largo recorrido, como ocurre con el sistema de pensiones, consigue contener el riesgo de exclusión social en muchas personas mayores. La infancia precisa también de un sistema universal de protección, fruto de un consenso similar, con visión de Estado a medio y largo plazo.

¿Qué debemos proteger a toda costa? Aun reconociendo la complejidad que esconden, se trata de cosas sencillas, basadas en necesidades y derechos. Son metas necesarias, líneas rojas que ningún Estado debería sobrepasar y que se pueden resumir en cinco propósitos que bien pudieran ser objeto de un pacto político y ciudadano contra la pobreza infantil. Ningún niño o niña debería verse privado de:

 

  • Acceso a los alimentos y elementos materiales necesarios y adecuados para su desarrollo.
  • Una vivienda digna.
  • Acceso completo y en igualdad de oportunidades a la enseñanza.
  • Acceso a una sanidad de calidad y en igualdad de condiciones.
  • Una protección adecuada ante el desamparo o la violencia.

Partidos políticos, administraciones y la sociedad en su conjunto deberíamos asumir este pacto. Vivimos en un país todavía reconocido por la calidad de las relaciones entre padres e hijos y por la fortaleza de sus redes de apoyo familiar y que, sin embargo (y quizás por eso) se ha caracterizado históricamente por una deficitaria inversión en políticas sociales dirigidas a la familia y la infancia. Políticas que en estos tiempos de crisis han demostrado su inconsistencia y fragilidad.

Por eso, el compromiso debe empezar por cambiar lo que era necesario transformar hace ya tiempo: asumir que la protección y el desarrollo infantil son un tema de todos, no sólo de sus familias. Y que los impactos negativos en su bienestar y sus derechos no son sólo un problema ético o de derechos humanos, sino que también son y serán impactos negativos en el bienestar económico y social de toda la ciudadanía.

La oportunidad de comenzar este camino es ahora. En este momento el Gobierno está elaborando el Plan Nacional de Acción para la Inclusión Social 2013-2016 y se ha comprometido públicamente a que la pobreza infantil sea una prioridad en este documento. Desde varias organizaciones y plataformas hemos propuesto 32 medidas para este Plan estrechamente ligadas al enfoque de la reciente Recomendación de la Comisión Europea sobre ‘Invertir en Infancia’.

Propuestas realizadas desde el convencimiento de que la inversión en infancia es una apuesta ineludible en estos momentos, y uno de los mejores antídotos frente a esta y futuras crisis.

https://selenitaconsciente.com

 

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.