El Premio Darwin toma su nombre del creador de la teoría de la evolución Charles Darwin. Se basa en el supuesto de que la humanidad mejora genéticamente cuando ciertas personas sufren accidentes, muertes o esterilizaciones por un error absurdo o un descuido.
Los Premios Darwin se conceden, en la mayoría de sus casos, de forma póstuma, al individuo o individuos que se elimina del acervo genético de la manera más espectacular. Pero hay una excepción, en caso de que la persona no muera, pero quede incapaz de tener hijos tendría la posibilidad de recibir el premio en vida.
Existen 5 requisitos fundamentales para poder ganar el premio:
Imposibilidad de reproducción: El candidato debe estar muerto o haber quedado estéril. Los candidatos pueden ser rechazados debido a la edad o por haberse reproducido antes de su muerte. Para evitar debates acerca de la fecundación in vitro, inseminación artificial… se aplica el criterio de la “isla desierta”: Si la persona es incapaz de reproducirse en una isla desierta con un miembro fértil del sexo opuesto, él o ella será considerado estéril.
Excelencia: Sorprendente falta de sensatez. La imprudencia del candidato debe ser única y sensacional porque el premio pretende ser gracioso. Un gran número de imprudencias pero a su vez de actividades comunes, como fumar en la cama, están excluidas de ser apreciadas. A pesar de ello, una muerte causada por fumar después de haber recibido un ungüento inflamable en un hospital cuando se había especificado que no fumase puede ser motivo de nominación.
Autoselección: Causar la muerte de uno mismo. Matar a un amigo con una granada de mano no sería elegido, pero matarse uno mismo fabricando un dispositivo casero que lanzara una granada para limpiar la chimenea, podría ser elegido.
Madurez: La persona debe estar sana de juicio. El aspirante debe ser mayor de edad y no padecer retraso mental.
Veracidad: El suceso debe ser verificado. La historia debe estar documentada por fuentes fiables como artículos de periódicos serios, reportajes en televisión o testigos oculares.
Estos son algunos ejemplos:
-Dejar un cigarrillo encendido en un almacén lleno de explosivos.
Saltar de un avión para grabar a paracaidistas sin haberse puesto el paracaídas.
-Intentar jugar a la ruleta rusa con una pistola semiautomática que carga automáticamente el siguiente cartucho en la recámara.
-Chocar contra una ventana y caer intentando demostrar que el cristal de la misma era irrompible.
Los premios Darwin se entregan desde 1995, y su página de internet cuenta con un amplio archivo de galardonados que murieron en situaciones curiosas. Se han publicado varios libros y una película titulada “Darwin Awards: muertes de risa” interpretada por Winona Ryder y Joseph Fiennes.
El ganador del año pasado es un discapacitado que enfureció cuando el ascensor cerró las puertas y lo dejo fuera, el hombre comenzó a chocar su silla de ruedas contra las puertas no una ni dos, sino tres veces, cayendo por el hueco del ascensor y muriendo.
Algunos aspirantes no tienen desperdicio, como la mujer que a pesar de una fuerte inundación decidió ir con su ciclomotor hasta una tienda. Cuando salió emprendió el camino hacia su casa ignorando una barricada formada por la policía y cayó dentro de un arroyo. Un oficial logró rescatarla con una cuerda, e inmediatamente se dirigió a su patrulla para pedir asistencia médica para la mujer. Pero, cuando el oficial regresó comprobó que ésta se había metido al arroyo de nuevo. El oficial no pudo salvarla por segunda vez. La madre aseguró que la mujer, de 50 años, había vuelto al arroyo a por su ciclomotor.
Otras muertes curiosas
Pero a lo largo de la historia ha habido muchas muertes absurdas y curiosas. Algunas nos llaman enormemente la atención y otras simplemente nos hacen soltar una carcajada tímida.
Una mujer tailandesa de 57 años llamada Yooket Paen estaba paseando por su granja cuando se resbaló con una caca de vaca, se cogió a un cable y se electrocutó hasta morir. Poco después de su funeral, su hermana les estaba enseñando a unos vecinos cómo había sido el accidente y ella también se resbaló, se agarró del mismo cable, y murió igual que su hermana.
A Mariesa Weber su familia la dio por desaparecida durante casi dos semanas antes de que la encontrasen en su cuarto, debajo de una estantería. Su madre comentó que estuvo viviendo 11 días en su casa mientras la buscaba y no se le ocurrió buscarla en su habitación.
Dick Shawn fue un comediante que tuvo un ataque al corazón y murió durante un número extrañamente apropiado: se estaba burlando de los políticos que en su campaña decían clichés como “No me voy a dormir en mi cargo”. Shawn entonces se tiró al suelo, boca abajo. En un comienzo, el público pensó que eso era parte del show, hasta que un empleado del teatro subió al escenario, comprobó su pulso y empezó a realizarle los primeros auxilios. Llegaron los paramédicos, y se pidió al público que se fuese a casa: Dick Shawn estaba muerto.
Robert Williams fue el primer hombre asesinado por un robot. Ocurrió en 1979, en la planta de Ford de Flat Rock. Williams trepó dentro de un depósito de repuestos para devolver una pieza a su lugar, porque el robot que las manipulaba se había roto. Pero se reactivó repentinamente, y lo golpeó con su brazo metálico, matándolo en el instante.
Los escritores parecen seres especialmente destinados a morir de las formas más extravagantes. Tennessee Williams murió en unas circunstancias peculiares. Tras beber una considerable cantidad de alcohol, el autor quiso tomar barbitúricos, de los que no se hallaron rastros en su cuerpo pero sí el bote en la habitación. Al intentar abrirlo con la boca, se tragó accidentalmente el tapón, que fue a parar a la garganta y lo asfixió.
Christine Chubbuck fue la primera y única reportera de telediario en suicidarse durante un programa en vivo. A los ocho minutos de programa, la deprimida reportera dijo: “Para mantener la política del canal 40 de traerles lo último en materia de sangre y entrañas, y a todo color, aquí tienen otra primicia: un intento de suicidio”. A continuación, introdujo la mano derecha en la bolsa que tenía bajo el escritorio y sacó un revólver del calibre 38, la situó sobre su oreja derecha y pulsó el gatillo. Su cuerpo cayó violentamente contra la mesa y la emisión se desvaneció de inmediato.
Jerome Irving Rodale era un pionero de la comida sana, un temprano propulsor de la agricultura sostenible y de las granjas orgánicas. Rodale murió de un ataque al corazón a la edad de 72 años, durante su participación, como invitado, en El Show de Dick Cavett. Irónicamente, Rodale había alardeado, sobre su estado de salud, durante la entrevista que acababa de terminar: “estoy en tan buena salud que me caí por un largo tramo de escaleras ayer y me reí todo el camino “,” He decidido vivir hasta los cien años “, así como” Nunca me había sentido mejor en mi vida”. Incluso, se había jactado previamente: ” Voy a vivir hasta los cien años, a no ser que me liquide un taxista, enloquecido por el azúcar”.
Jim Fixx, el autor del bestseller de finales de los setenta ‘The Complete Book of Running’, donde defendía el ejercicio y una dieta sana como llave de la longevidad, murió de un ataque al corazón mientras hacía footing. La autopsia reveló una obstrucción masiva en tres arterias coronarias.
Isadora Duncan, la madre de la danza moderna, murió a causa de una bufanda de seda que se enganchó en la rueda de su coche y la arrastró precipitándola con violencia contra la calle. Fue arrastrada durante varios metros hasta que el chofer se detuvo, a causa de los gritos que venían de la calle. Se reclamó ayuda médica, pero quedó probado que se estranguló y murió instantáneamente.
El famoso destilador de whisky Jack Daniel decidió ir temprano a trabajar una mañana de 1911. Quiso abrir su caja fuerte pero no recordaba la combinación. Enfurecido, Daniel pateó la caja fuerte y se lastimó el dedo gordo, que terminó desarrollando una infección por la que murió.
Allan Pinkerton, famoso por crear la agencia de detectives que llevaba su nombre, murió de una infección después de morderse la lengua cuando se resbaló en la calle.
Clement Vallandigham era un exitoso abogado que rara vez perdía un caso. En 1871 defendió a Thomas McGehan, acusado de disparar contra un tal Tom Myers durante una disputa en un bar. La defensa de Vallandigham se basaba en que Myers se había disparado a sí mismo al empuñar su pistola cuando estaba arrodillado. Para convencer al jurado, Vallandigham decidió demostrar su teoría. Desafortunadamente, utilizó por error una pistola cargada y terminó disparándose a sí mismo. Con su muerte, Vallandigham demostró la teoría del disparo accidental y consiguió exonerar a su cliente.
La muerte de Houdini se podría calificar como absurda, sobre todo después de enfrentarse cara a cara con la muerte innumerables veces durante sus espectáculos. Houdini se encontraba descansando tras haber terminado uno de sus espectáculos y unos universitarios se dirigieron a él. Uno de ellos le retó a recibir unos cuantos puñetazos en el abdomen, para comprobar si su resistencia física era tan legendaria como se decía. El mago aceptó y dijo que respondería con una sonrisa a cada golpe del muchacho. Pero mientras se preparaba mentalmente para encajar el dolor, recibió un primer puñetazo muy fuerte, a éste primer golpe siguieron varios más. Aunque Houdini aguantó con una sonrisa durante la apuesta, los puñetazos le provocaron una rotura de apéndice que ya estaba inflamado a causa de una apendicitis. Murió en el hospital varios días después.
Jean-Baptiste Lully estaba dirigiendo su orquesta marcando el ritmo con su batuta. En aquella época (1687) la batuta del director de orquesta era un pesado bastón con el que se golpeaba el suelo. En un fragmento difícil, Lully se enfadó tanto con sus músicos y golpeó el suelo con tanta furia que en su arrebato de cólera se golpeó el pie con el bastón, se le infectó, se le gangrenó y la broma lo llevó a la tumba.
Se dice que Tycho Brahe tuvo que aguantarse las ganas de ir al baño durante un largo banquete en 1601 ya que levantarse en medio de una cena era considerado como algo realmente ofensivo, a tal punto que su vejiga, desarrolló una infección por la que murió.
El austriaco Hans Steininger era famoso por tener la barba más larga del mundo que medía casi metro y medio, pero también por morir a causa de ella. Un día de 1567 hubo un incendio en su ciudad y en la huida Hans se olvidó de recogerse la barba, la pisó, perdió el equilibrio, tropezó y se rompió el cuello.
Yusuf Ishmaeld fue un gigantesco luchador turco que llegó a fines del siglo XIX a los Estados Unidos para realizar una serie de combates. Venció al campeón de lucha Evan Lewis y, también, al campeón de lucha grecorromana Ernest Roeber. Yusuf, tenía la costumbre de convertir todo el dinero ganado en monedas de oro, las cuales guardaba en un cinturón de enormes proporciones que llevaba siempre puesto. De regreso a su país, apenas a unos metros de la costa, el barco en el que viajaba colisionó con un buque inglés. Ante el inminente hundimiento, todos los pasajeros debieron saltar por la borda y nadar hasta los botes de rescate. El luchador turco también lo hizo, pero el peso de su cinturón le impedía mantenerse a flote. A pesar de saber que si no lo soltaba moriría ahogado, Yusuf prefirió irse con su valiosa carga al fondo del mar.