Jacinta Ortíz, posa con una herramienta y su obra “LA CAMPESINA”
La agricultora de Huétor Tájar contrató a una “maestra” para redactar los textos, que aparecen publicados en la Editorial Dauro
Después de décadas de esfuerzo, trabajo duro e incluso desamor, La Tilli ha financiado este proyecto literario, que ha visto la luz en Ediciones Dauro. “Yo he comprado 195 ejemplares a 12 euros cada uno para repartírselo a mis familiares y amigos”, cuenta la tenaz agricultora.
“Contraté a una muchacha que sabía de ordenador y yo le dictaba los poemas”, explicó la ilusionada Tilli, que ayer cogió cita en la peluquería para esperar arreglada a las televisiones que iban a entrevistarla por la tarde como si de una autora de best-seller se tratara.
Fue animada por sus amigas a dedicarse de lleno a la literatura, para que “todo lo que tenía en la cabeza” pudiera quedar para la posteridad. “Que te vas a morir y te lo vas a llevar, me decían. Así que ahora, a la vejez, con mis hijos -que han salido buenísimos- ya casados y colocados, me decidí”, comenta la campesina sobre la gesta literaria que le ha supuesto no pocos esfuerzos, además de los sacrificios económicos.
“Pregunté en el Hogar del Pensionista y me pusieron en contacto con ella”, cuenta la autora sobre cómo conoció a la trascriptora y sobre cómo fueron los inicios de la obra que ahora ve la luz pero en la que ha estado trabajando “todo el invierno pasado”. A través de sus 170 páginas, que -añade- la editorial le obligó a recortar, la obra titulada La campesina cuenta cómo su madre la trajo al mundo en 1939, sin la ayuda de nadie, y cómo ha dedicado toda su vida al campo y a criar sola a sus cinco hijos.
También habla de la crisis, economía, deportes, de su pueblo y de Sierra Nevada, uno de los lugares favoritos de Jacinta, quien narra cómo se enamoró por segunda vez hace poco tiempo y el gran desengaño amoroso que sufrió, asunto éste que será además materia de un segundo libro que ya prepara: Amores traicioneros.
Tilli no pudo ir ni a la escuela y viuda desde joven tuvo que dedicarse a trabajar en el campo “igual que un hombre” durante el día y coser durante las noches. En una vida así parece que no tenía espacio la poesía pero a Tilli siempre le ha gustado. “De cualquier cosilla yo inventaba una poesía. Siempre la he tenido dentro”, cuenta.
Ahora, décadas después, ve recompensando tanto esfuerzo: “Estoy feliz. Me siento muy a gusto de ver mi obra publicada”. Por eso, a las nuevas generaciones les aconseja “amoldarse a la vida, luchar por trabajar, no quererlo todo hecho y, sobre todo, no desesperar nunca”.