Mito de la media naranja, o creencia en que elegimos a la pareja que teníamos predestinada de algún modo y que ha sido la única o la mejor elección posible.
Este mito tiene su origen en la Grecia Clásica y se intensifica con el Amor Cortés y el Romanticismo. Su aceptación podría llevar a un nivel de exigencia excesivamente elevado en la relación de pareja, con el consiguiente riesgo de decepción, o de una tolerancia excesiva al considerar que siendo la pareja ideal hay que permitirle más o esforzarse más (uno/a mismo/a) para que las cosas vayan bien (pudiendo llegarse a la dependencia afectiva).
§ Mito del emparejamiento o de la pareja, creencia en que la pareja (heterosexual) es algo natural y universal y en que la monogamia amorosa está presente en todas las épocas y todas las culturas. La aceptación de esta creencia puede dar lugar a conflictos internos en aquellas personas que se desvíen de algún modo de esta creencia normativa (personas no emparejadas, que lo están con personas de su mismo sexo o con más de una persona,…).
§ Mito de la exclusividad, o creencia en que es imposible estar enamorado/a de dos personas a la vez. La aceptación de esta creencia puede suponer conflictos internos y/o relacionales al entrar en colisión con aquellas normas sociales que imponen las relaciones monógamas.
§ Mito de la fidelidad, o creencia en que todos los deseos pasionales, románticos y eróticos deben satisfacerse exclusivamente con una única persona, la propia pareja, si es que se la ama de verdad. Tal y como resumen Silvia Ubillos y cols. (2003), ciertas perspectivas teóricas (como la sociobiológica) sostiene que las relaciones fuera de la pareja son un universal, por lo que resultaría problemático llevar esta creencia a la práctica, mientras que no hacerlo causaría sanciones sociales, es decir, se tome la alternativa que se tome, podría aparecer el conflicto.
§ Mito de los celos, o creencia en que los celos son un signo de amor, e incluso el requisito indispensable de un verdadero amor. Este mito fue también introducido por la Cristiandad como un garante de la exclusividad y la fidelidad, anteriormente comentadas. Suele usarse habitualmente para justificar comportamientos egoístas, injustos, represivos y, en ocasiones, violentos y aparece en algunos de los modelos explicativos multicausales como uno de los antecedentes de la violencia de género (Bosch y Ferrer, 2002).
§ Mito de la equivalencia, o creencia en que el “amor” (sentimiento) y el “enamoramiento” (estado más o menos duradero) son equivalentes y, por tanto, si una persona deja de estar apasionadamente enamorada es que ya no ama a su pareja y lo mejor es abandonar la relación. Algunas investigaciones (Fisher, 1992, 2005; Franken, 1994; Ortiz y Gómez, 1997) sugieren que los procesos biológicos, psicológicos e interpersonales característicos de las fases de enamoramiento intenso van modificándose con el tiempo, dando lugar a procesos de otro tipo. Aceptar este mito supone, en cambio, no reconocer la diferencia entre una cuestión y otra y no reconocer esa transformación, lo que podría llevar a vivirla de modo traumático.
§ Mito de la omnipotencia o creencia en que “el amor lo puede todo” y por tanto si hay verdadero amor los obstáculos externos o internos no deben influir sobre la pareja, y es suficiente con el amor para solucionar todos los problemas y para justificar todas las conductas. Este mito puede ser usado como una excusa para no modificar determinados comportamientos o actitudes, o llevar la negación de los conflictos de pareja, dificultando su afrontamiento.
§ Mito del libre albedrío, o creencia en que nuestros sentimientos amorosos son absolutamente íntimos y no están influidos por factores sociobiológico-culturales ajenos a nuestra voluntad y conciencia. Este mito se expande durante el Renacimiento, el Barroco y, posteriormente, durante el Romanticismo. Aceptar este mito supone no reconocer las presiones biológicas, sociales y culturales a las que las personas estamos o podemos estar sometidas, lo cual puede generar exceso de confianza, culpabilización, etc.
§ Mito del matrimonio o de la convivencia, creencia en que el amor romántico-pasional debe conducir a la unión estable de la pareja y constituirse en la única base de la convivencia de la pareja. En relación a sus orígenes, a finales del s. XIX se inicia una corriente (que se consolida en el s. XX) que vincula por primera vez en la historia los conceptos de amor romántico, matrimonio y sexualidad y a partir de la cual el amor romántico se hace normativo, el matrimonio deja de ser concertado y pasa a ser por amor y se considera que, además, del amor romántico, también la satisfacción sexual deben darse en el matrimonio. Esto supone pues una contraposición a lo que había ocurrido en épocas anteriores (por ejemplo, en el Amor Cortés que surge como opuesto al matrimonio).
§ Mito de la pasión eterna o de la perdurabilidad, esto es, creencia en que el amor romántico y pasional de los primeros meses de una relación puede y debe perdurar tras años de convivencia. Este mito surge también muy ligado a la corriente comentada anteriormente que vincula amor romántico y matrimonio. Sin embargo, los estudios sobre el tema (algunos de ellos mencionados anteriormente) coinciden en señalar que la pasión amorosa tiene “fecha de caducidad” con lo que esta creencia puede tener consecuencias negativas sobre la estabilidad emocional de la persona y de la pareja.
Carlos Yela García en su libro El amor desde la psicología social.