Volvemos a recuperar un cuento de don Ernesto Cabrejo,
Ernesto Cabrejo |
misterioso personaje, considerado como un auténtico maestro; patrono de un milenario conocimiento, que pocos han recibido de su parte. Es nuestra intención seguir buceando en su obra y en su vida. En eso estamos. Por lo tanto disfrutemos de su literatura (¿ficción?):
De su libro inédito “Hombres, Paisajes y Acontecimientos Desconocidos”
Por supuesto, salían estos bienaventurados de subterráneos refugios… quizás si eran nietos o más lejanos descendientes de los sabios que produjeron el desastre… Alimentados por luz y alimentos sintéticos e iluminados en subterráneas arcas construidas gracias a su gran ciencia, habiendo sido avisados que “Dios había puesto fin a ese castigo y había ordenado: Hágase la luz!!!” (como en el sermón del cura).
-”No lo comprendo” – dijo tío Julio.
-”La de aquel entonces no se si fue la tercera o cuarta humanidad, que habitaba en nuestro planeta -continuó el abuelo Santos. Sabia, hermosa y profundamente humana, cuyos adelantos científicos los asemejaban a los dioses…
Es necesario que sepas, Julio, que nuestros actuales continentes y mares en nada se parecen a los de aquellos lejanos tiempos; los primeros estaban todos unidos y los mares desunidos, es decir, mediterráneos.
Seguramente hubo factorías donde se elaboraban productos por génesis elemental y cierto día se produjo un gran escape de carbono o quizás otro compuesto parecido, saturando la atmósfera e impidiendo penetrar en ella la luz del sol, menos aún de la Luna y las estrellas.
Que no pereció toda la humanidad, así se dice. Nuestro Señor Jesucristo, en el Sermón del Monte, afirmó: “Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerían la tierra por heredad”.
Faltaba Isabel Vega en aquel bendito sermón; posiblemente hubiera dicho: “¡Señor! no hay nada nuevo bajo el sol”, y a sus compadres les hubiera contado lo del sabio sacerdote de Sais, quien relató que muchas veces el planeta fue asolado por catástrofes pero que siempre quedaban seres rústicos o pastores que , por ser incultos, deformaron la realidad, según lo cuenta Platón.
“Pero…¿qué se les dio a esos sabios por vaciar en la atmósfera que respiramos, gas venenoso, para que muriera la humanidad?” -dijo enojado don Adolfo, a lo que replicó enseguida el abuelo Santos:
-”Ellos manejaban a su antojo los elementos que nosotros llamamos simples o elementales, que componen nuestro universo, provocando, terribles reacciones exotérmicas, de génesis elemental, aprovechando el calor a la vez que los compuestos.
-Se cree que utilizaron la energía magnética de la tierra; que se sirvieron de la antigravedad, el ultrasonido y muchísimas cosas raras, que molesto sería para Julio nombrarlas, porque está ansioso por conocer el fin!
-”Dígame, si inutilizaron la atmósfera, si destruyeron la tierra, ¿quién se las arregló para que pasara la luz del sol, si toda la humanidad pereció?…¿Fueron acaso esos sabios que quedaron enterrados?…O dijo Dios, como decía el cura, “Hágase la luz!!! -habló el Chongoyapano Patricio Ramos.
-”Ni más ni menos; Dios se vale de diferentes medios de orden para que el hombre aquilate su existencia.
Existen unos microorganismos, que sin ellos seria imposible la vida tal como la conocemos en la tierra; se llaman infusorios. Su existencia dura solamente dos millonésimos de segundo, y en ese diminuto lapso transforma los carbonatos en bicarbonatos, purificando nuestra atmósfera del bióxido de carbono, cuyo limite es solamente del 3 x 10.000 necesario para nuestra vida.
-”¿Y esos sabios que fabricaron luz fría, que lograron transmutación y sonidos ultra, como Ud, dice, ¿cómo se llamaron y quién le contó de ello, si en ningún libro de historia ni en ninguna literatura se conoce?
-”Su pregunta es razonable, Señor Montoya: de ellos existen sus obras: hermosos refugios cavados en dura roca: palacios o arkas (7) suntuosos, en las profundidades de la tierra, iluminados con luz fría; escritos innúmeros, esperando que nazca quien pueda interpretarlos, piezas de máquinas realizadas en metales no conocidos; caminos de 15 metros de ancho, encauchados, diríamos, por gruesa capa de 40 cm de espesor; mapas dando razón de extraños dibujos para mirarlos, seguramente, desde el cielo, como los que se ven desde la cumbre de Llipta, en las laderas deSamulala; hombres o cráneos con diferente osamenta que la nuestra; piedras y cristales de roca talladas (o más bien parecen troqueladas); palacios y pirámides de granito retorcido y vitrificado; ídolos habladores dirigidos desde centrales inaccesibles y, sobre todo han quedado sus nombres, aunque deformados, en los labios de los bienaventurados!!!…
“Negar la presencia de ellos ante tales obras es como negar la existencia de Dios en parecencia de lo que llamamos Universo!…No olvide Ud. señor, el significado de los siguientes nombres:
Anti-luz o Luz de los Andes, Andaluz
Luci-feros o Faros de Luz
Fara-omes u Hombres Faros
Prud-omes u hombres prudentes, es decir, mutados en piedras.
Por ejemplo, en los peñascos de Tarapaká existen unas figuras y escritos o, mejor dicho, detalles de un éxodo o sacrificio humano originado por la invasión del mar a causa del hundimiento de una enorme llanura continental.
Se ven tres flechas que parecen indicar el N, el NE y el S. En la del norte hay una antorcha rayada o tabulada, en la del sur, la antorcha está hecha pedazos y dada vuelta, y en el noreste hay un sinnúmero de antorchas como dirigiéndose hacia ese punto cardinal. ¿Por qué tanto símbolo, dirán ustedes? ¿no podían narrarnos, como sabios que eran, en una escritura más racional?…Ellos pensaron: “Después de la catástrofe y ante una nueva humanidad, estos lugares serán visitados por seres simples y primitivos; estos símbolos son para ellos; sí, los podrán comprender”… Más, nosotros creemos estar muy adelantados, pero somos incapaces de descifrar ese lenguaje primitivo (hecho así ex profeso).
-”Pero entonces Usted, ¿qué sacó en limpio de las inscripciones de los humanoides de Tarapaká? – replicó el versado señor Montoya.
-”Las antorchas significan luz, sabiduría; que esté señalada en el Norte quiere decir que allí hay un templo de sabia iniciación que esté tabulada significa la cantidad de años o tiempos que durará esa antorcha sin consumirse. Eso, la nueva generación quizás lo sabrá. Que la antorcha esté hecha pedazos y dada vuelta en el Sur, quiere decir que ese Santuario ya fue destruido y su nombre es anagrama silábico del Santuario del Norte. Como dicen os iniciados, “el que tiene oído, oye”.
Las que siguen al NE, las he vigilado con mi pensamiento desde mi juventud, es decir, huyen de la catástrofe desde las tierras australes de América. Huida es una deformación de nuestro lenguaje actual. En aquel tiempo se pronunciaba Kuit.
Esas antorchitas o faritos son “los hombres faros” y Egipto es una deformación deKuit o Ekuit, es decir Huída, nombre dado a este singular territorio en honor a semejante sacrificio de los sabios americanos.
El “viejo” Vega hizo escuchar su voz:
-”Cuando lo cánticos gayan y los ladros me perran, hasta las tiemblas me piernan”. Y, en verdad, los gallos cantaban. Era la madrugada del 2 de Febrero, día de Nuestra Señora de la Candelaria. Se abrió la puerta y por ella penetró el Cura Cáseres. Algún de los asistentes delató a mi abuelo como “hereje” por hablar de Dioses voladores, mereciendo por semejante osadía la clásica excomunión.
Era alto el señor Cura, “vozarrón” e inteligente.
-”Me imagine que era Usted, don Santos -dijo apretando la mano de mi abuelo, y para los participantes de tan extraño dialogo, amable pero sentencioso, les dijo:
-”Don Santos es cristiano, tiene la suerte de ser como un manantial en un desierto. Nosotros sabemos, porque nos cultivamos, señor Montoya, pero en él fluye la sabiduría de profundidades aun desconocidas para la ciencia. Si bien pensáramos lo encontraríamos natural. Lo espero mañana para almorzar, don Santos. Quisiera que me narre acerca de la naturaleza incorruptible de los constructores de las grandes pirámides o arkas amerikanas”.
Y con una reverencia gentil, se despidió el Tayta Cura.
¡Apenas pude pensar!… ¡Es muy seguro que mi abuelo se ha confesado con el Cura!… De la calle Las Goyas llegaban aires de alegres marineras, porque la gente olvida sus sufrimientos con las fiestas, y las deposita en alas de la marinera peruana.
“Ya viene la montonera;
Dirige el Cura Chumán,
Y queman cañaverales
Por la hacienda de Tumán”.
(1) Contemporáneo de Ollantay