El periodista y escritor recopila en Comer para ser mejores las claves para alimentarse de forma saludable
Cada vez son más las personas que se replantean la manera de alimentarse buscando un mayor bienestar físico y mental. Esto mismo le sucedió hace 11 años al periodista y escritor Adam Martín (Tossa de Mar. 1973) que hoy se ha convertido en un abanderado de la alimentación saludable y que acaba de publicar Comer para ser mejores (Ed. Grijalbo). Martín reivindica el consumo preferente de frutas, verduras y legumbres, reniega de que comer sano tenga que ser aburrido y apuesta por una alimentación con sentido común y consumiendo los productos tal como nos llegan de la naturaleza o lo menos procesados posibles. El libro, que repasa las teorías de algunos prestigiosos nutricionistas, también ofrece recetas para aprender a cocinar y comer “más saludable”.
-¿Qué mejoramos cuando comemos bien?
Evidentemente nuestra salud. Y eso tiene un sentido global ya que no solo significa que tendremos menos enfermedades o más cortas, sino que mejoraremos a nivel de energía mental y emocional. También mejoramos el medio ambiente y, de rebote, nuestra salud. Así que es un círculo que se acaba cerrando.
– Leyéndolo he pensado que comemos muy mal…
(Risas). Todos comemos ‘menos bien’ de lo que querríamos, incluso yo… No hace falta seguir todo al dedillo porque tampoco existe la salud ni la alimentación perfecta. El problema es que las decisiones que tomamos acerca de la alimentación tienen mucho que ver con la publicidad y con la oferta que encontramos en los supermercados y todo eso, de alguna manera, las desvirtúa. Pero tampoco nos podemos culpabilizar. Hay una relación tan directa entre la cantidad de enfermedades relacionadas con la mala alimentación que cualquier cambio, por pequeño que sea, es positivo. Podemos hacer pequeños esfuerzos para comer un poco mejor.
– Usted dice que la alimentación saludable no tiene dogmas ¿No se vive a veces como una religión?
Sí. Hay muchas personas que se pasan al bando de la alimentación saludable y que se convierten en verdaderos fanáticos. A mí me pasó un poco al principio. Luego los invitas a tu casa y si no lo has hecho perfecto, no comen nada. Pero no pasa nada por comer un día mal si comes saludable el 90% del tiempo.
– ¿Cómo definiría la alimentación que defiende en el libro?
Michael Pollan, un periodista experto en nutrición, lo define así: hay que comer más verduras y menos productos animales, comer un poco menos y comer comida.
– ¿Qué quiere decir “comer comida”?
No hay que consumir alimentos procesados y la mayoría deben ser integrales. En la medida de lo posible debemos intentar acceder a alimentos ecológicos… Todo el resto no es comida tal y como aparece en la naturaleza.
– ¿Cuál es el primer paso para comer mejor?
Lo primero es eso volver a alimentarse de comida, de lo que nos proporciona la naturaleza de forma natural. ¿El azúcar blanco existe en la naturaleza? Y hay que tomar más cereales. Y cuando hablo de cereales no hablo de corn flakes sino de arroz, de avena, de centeno, de maíz.
– ¿La improvisación es mala consejera cuando se quiere comer mejor?
Podemos improvisar en algunas cosas, porque el ritmo de vida actual no nos permite planificarlo todo al 100%. Así que hay que relajarse y si un día tenemos que abrir una bolsa porque son las 9 y los niños aún no han cenado, hagámoslo, no pasa nada. El problema es que la improvisación nos manda en nuestro día a día. Y si tenemos una despensa con productos saludables, podemos improvisar un poco a la hora de cenar.
– Una alimentación así requiere más tiempo y más dinero ¿Qué nos frena más?
La excusa principal es el tiempo. Pero vivimos en un país en el que la gente pasa, de media, 4 horas y 20 minutos delante de la tele cada día. Así que cuando alguien dice que no tiene tiempo realmente dice “tengo otras prioridades” que no pasan por la alimentación. Y es muy respetable, pero hay que entender que eso después tiene consecuencias. Y los niños no pueden hacer esa elección, la hacemos nosotros por ellos. Por otro lado, es cierto que los productos ecológicos valen más dinero, pero en España gastamos solo un 20% de nuestro sueldo mensual en alimentación cuando en otros países es hasta un 50%. Además, hay que pensar que una dieta bien planificada, sea o no ecológica, nos ahorra dinero. Las legumbres son supersaludables y baratas. En cambio, la carne es muy cara, así que podemos comer menos. Hay otras buenas fuentes de proteína más baratas
– ¿Por ejemplo?
Una combinación de cereales integrales con legumbres. El arroz con lentejas de toda la vida nos proporciona proteína de alto valor biológico. Un huevo ecológico también es proteína de alto valor biológico. Sepia, sardinas, la fruta seca también tiene proteínas… Después hay alimentos como la soja, el tofu o el tempe, que piden más conocimiento o más interés.
– Reniega de que comer sano sea aburrido, pero desayunar un puré de arroz no resulta demasiado atractivo…
Es una cuestión de cultura alimentaria. Sí que es verdad que hay determinados desayunos que pueden parecernos un poco forzados para nuestra cultura, pero la crema de avena son las gachas de toda la vida. Y no hace falta comer siempre eso. Además, por suerte, la alimentación saludable no es como hace 15 años cuando había que comer productos que eran verdaderas suelas de zapato. Hoy no hace falta hacer sacrificios. Y un estofado de lentejas puede ser buenísimo o un desastre, dependiendo de las habilidades del que lo haga.
– Hay consenso en cuáles son los alimentos saludables, pero parece que dietas saludables hay muchas ¿Por qué cree que pasa?
Porque la ciencia de la nutrición es muy compleja, debe tener en cuenta muchos factores. Por otro lado, la investigación que se hace está financiada por grandes industrias porque es muy complicada de hacer. Y esto conduce a que a veces haya posiciones contrapuestas en lo que se refiere a algunos alimentos saludables. Yo he intentado mirar las últimas investigaciones, la tradición alimentaria de toda nuestra historia y hablar mucho con médicos y nutricionistas que tienen contacto directo con los pacientes y que ven exactamente las consecuencias de lo que dicen sus pacientes. Y todo esto hace que en el libro diga cosas que en algunos aspectos hay algunos nutricionistas que seguramente no estarían de acuerdo.
– ¿Por ejemplo?
Cuando hablo de la carne o la leche. Con la leche es cierto que cada vez hay más acuerdo y ha dejado de ser el alimento milagroso y perfecto que era hace años.
– Pero se ha convertido casi en el demonio…
No me atrevería a decir tanto… No es el alimento perfecto. Y, suponiendo que lo fuese, es posible vivir sin leche y de manera muy saludable. Hay muchas culturas que han vivido sin leche durante miles de años y no han tenido ningún problema. Y hay centenares de alimentos que tienen calcio y que seguramente, en ese sentido, son mejores que la leche. Pero cuando se crean mitos alimentarios la gente se bloquea. Y entonces nos ponemos a tomar cosas raras: leche sin lactosa o enriquecida con Omega 3 o con más calcio o que bajan el colesterol… Una leche que baja el colesterol es un despropósito porque la leche tiene grasas saturadas que lo incrementan.
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Y no solo el calcio es importante. El magnesio ayuda a fijar el calcio a los huesos. Cualquier verdura verde, por ejemplo, nos podría proporcionar el calcio que necesitamos, la fruta seca lo mismo… el sésamo también tiene mucho calcio. Y si vamos a cosas alternativas, están las algas, como el Hiziki; la misma cantidad tiene mil veces más calcio que la leche y encima la proporción adecuada de magnesio. Y hay mucha gente intolerante a la lactosa, más de la que pensamos. Lo normal es ser intolerante.
– Distingue entre alimentos y productos alimentarios ¿Hoy nos alimentamos de lo segundo?
Absolutamente. Si te paseas por cualquier supermercado encontrarás más productos alimentarios que alimentos. Productos que consisten en abrir una bolsa y picar, o abrirla, hidratarla y comértela. Y como hemos perdido esta relación natural con la comida, vamos al super y comparamos las cosas que encontramos allí.
– ¿Es complicado luchar contra la industria alimentaria con tantas tentaciones?
Sí… No me gusta demonizarla porque creo que en muchas cosas relacionadas con la seguridad alimentaria hemos hecho avances claves que han facilitado también la vida a muchas personas. El problema somos los consumidores porque la industria se adapta a nosotros. La industria quiere vender y si pedimos productos de calidad, no solo en el sentido organoléptico sino también saludable, se adaptará. Las patatas con sabor jamón ocupan dos metros en un supermercado.
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Toda esta forma de alimentarnos tiene consecuencias que cada vez más graves. Solo hace falta mirar las estadísticas: un 30% de los niños españoles tienen sobrepeso y los adultos cada vez nos ponemos más malos o tenemos pequeñas dolencias que no son enfermedades pero que nos acompañan en el día a día como migrañas, estreñimiento o malas digestiones. Y al final, más cánceres. Hay algo que estamos haciendo mal. Con el cáncer hay un componente genético importante y componentes ambientales… pero el factor que pesa más es el alimentario. Así que no se trata de ser maniáticos con la alimentación porque sí, sino porque tiene consecuencias. Y tiene consecuencias sobre el sistema sanitario. Todo esto al final lo acabamos pagando directamente.
– Una vez me recomendaron no comer nada que en una misma bolsa tuviera más de cinco productos diferentes ¿Le parece un buen consejo?
Excelente. El pan que compramos en la panadería, el de toda la vida, tiene sal, agua, harina y levadura. Coge cualquier pan de molde de un supermercado: tienen 15 ingredientes o más que no tienen nada que ver con el pan y que están allí para que el producto esté fresco más tiempo. ¡Como si fuera un suplicio ir al supermercado más de una vez a la semana! Si esto no tuviese consecuencias para la salud, adelante ¡viva el progreso!, pero las tiene. Un pan con tantos ingredientes se parece más a un pastel industrial.
– Tener un mal hábito y encima tener niños complica aún más poder comer bien ¿Cómo lo podemos hacer?
Cuando un niño te dice que no le gustan las verduras eso es responsabilidad nuestra como padres. Y creo que también estamos un poco atontados con la educación de nuestros hijos en el sentido de que mandan un poco demasiado. A veces vale la pena ser un poco tozudo porque si un niño te pide un vaso de vino cada día y llora y grita ¿se lo darás? Pues lo mismo hay que aplicar con el resto de cosas que queremos que coma o que no coma. Hay que cocinar las verduras para que sean más crujientes, más buenas… Hay que saber vender el alimento y por eso hablo de trucos de psicología de la percepción. Por ejemplo, si servimos un plato muy pequeño con dos trozos de brócoli parece mucho, pero si ponemos esa misma cantidad en un plato enorme, parece que haya menos. Se trata de decirle “Solo te tienes que comer este brócoli” en lugar de “Te tienes que comer todo este brócoli”. Hay que vigilar con el lenguaje y no resumirlo en un “Hoy toca verdura”. Eso es condenar el alimento al destierro (risas).
– ¿Todo lo ecológico es sinónimo de sano?
No siempre. Pero es sinónimo de menos perjudicial o de más saludable que otros productos porque la mayoría de ecológicos no contienen aditivos químicos de síntesis, y en ese sentido sí que son más saludables todos, en general.
– ¿Qué cinco productos recomendaría que se compraran ecológicos?
Más allá de hablar de cifras, el consejo es que si la piel te la comes (porque es donde están la mayoría de nutrientes) el producto debe ser ecológico. Por otro lado, todos aquellos alimentos que crecen dentro de la tierra como patatas o cebollas están en contacto con productos químicos, así que también mejor que sean ecológicos.
– Para acabar ¿Qué caprichos nos podemos permitir sin sentirnos culpables?
Cada uno debe buscar su excepción y comerla sin sentirse culpable. La mía, por ejemplo, es el chocolate. Si comes bien el resto del tiempo ¡haz la excepción que te de la gana! La que te haga sentir más feliz. Pero al final, cuando comes muy saludable y ves que aquello te hace sentir bien, cada vez echas menos de menos las excepciones.
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