Miembros de las FARC en la selva colombiana
El programa puesto en marcha por el gobierno colombiano de momento está siendo un éxito y más de 30.000 personas, pertenecientes a grupos armados, han abandonado los fusiles a cambio de ayuda económica, psicosocial y una nueva oportunidad de dejar atrás un pasado violento del que ahora se arrepienten. Y es que entran en estos grupos engañados por unas promesas que luego esconden una turbia realidad.
Entre ellos también hay excombatienes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un grupo guerrillero fundado hace casi 50 años, considerado por muchos países una agrupación terrorista. En este caso se trata de militantes de base cuyos nombres no aparecen en las noticias, pero que son personas fundamentales para el correcto funcionamiento del grupo guerrillero cada día. Y sus testimonios sobre el funcionamiento interno del grupo son claves para conseguir su erradicación definitiva.
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Es el caso de Medardo Maturana, con un historial de 23 años de pertenencia a las FARC y que terminó desertando del grupo por un “discurso ideológico desfigurado”. Es habitual el alcoholismo, los abusos sexuales a las guerrilleras o los acuerdos con los narcos para mover la cocaína; ellos se la compran al campesino y luego se la venden a los criminales, aprovechando que hay zonas de Colombia en las que solo las FARC pueden acceder a la producción.
Sobre la brutalidad de los miembros puede dar buena fe Claudia Roa, una joven que a los 14 años abandonó a sus padres para convertirse en una más de la guerrilla. Más de una década después, consiguió reunirse de nuevo con su familia y abandonar las FARC. Durante ese tiempo los guerrilleros la obligaron a abortar dos veces.
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La primera de ellas, al poco de llegar a la selva, embarazada de 8 meses en una peligrosa operación en una casucha. La segunda, el año pasado, envenenada con la comida, después de que se negase a una nueva operación aún a riesgo de que la fusilaran. Por fin, de vuelta en casa, se arrepiente de todo el dolor que le hizo pasar a sus padres tras marcharse sin decir nada y ver la realidad de la guerrilla.
Precisamente hace aproximadamente un año el gobierno colombiano empezó las conversaciones de paz con las FARC. A pesar de ir muy despacio se van logrando avances. Una realidad que no llega a la selva colombiana, donde los comandantes aseguran que “nunca se van a desmovilizar”.De momento, lo que pretende el gobierno es mostrar a estos guerrilleros que otra vida aún es posible.
Fuente: El País