domi Santa Cruz la Real (Segovia). Inquisición y prodigios

El convento de Santa Cruz la Real en Segovia, es una vieja joya escondida, que permanece agazapada entre las murallas de la ciudad y el río Eresma.
Fue el primer convento dominico de España y tuvo gran importancia, contando con el favor de los Reyes Católicos, que lo ampliaron y embellecieron, de ahí que los símbolos del yugo y las flechas y el “Tanto monta…”  abunden en su construcción.
Como tantos otros monasterios y conventos fue abandonado con la Desamortización de 1836 y tuvo desde entonces diversos usos como asilo y orfanato. Hoy en día es sede de la Universidad SEK y solo se puede visitar parcialmente y con cierta dificultad.
El origen del convento es la Cueva de Santo Domingo de Guzmán, un recinto que concentra multitud de leyendas y prodigios.  ¿Milagros? ¿Energías misteriosas? ¿Superstición?…  El caso es que en un pequeño recinto se concentran supuestos fenómenos a lo largo de los siglos.
Santo Domingo de Guzmán fundó la Orden de Predicadores o dominicos en el contexto de la cruzada albigense, para luchar contra la herejía de los cátaros. En 1218 llegó a Segovia para predicar y se instaló en una modesta cueva a orillas del río Eresma.  Dedicaba el día a predicar y por la noche se dedicaba con fervor a la oración.
Cuenta su leyenda que en esa cueva el demonio reprodujo sangrientamente en el santo todos los tormentos de la Pasión de Cristo, hasta la crucifixión.
Pasados los siglos la modesta cueva se convirtió en un gran convento dominico, edificado sobre ella, que permaneció tapiada. Una noche de 1566 los monjes bajaron en busca de la sangre del santo y rompiendo la entrada con picos, encontraron las paredes de la gruta salpicadas de sangre “cuajada y tan fresca como si se acabase de derramar”.  Por respeto, la cueva fue vuelta a tapiar y así permanece hasta hoy en día, escondida en una maravillosa capilla barroca subterránea.
En 1574 Santa Teresa de Jesús visitó la Cueva y tuvo allí uno de sus más profundos arrebatos místicos. Contó a su confesor que en su éxtasis se le había aparecido Santo Domingo y le había narrado todos los tormentos sufridos allí.  Por cierto, la santa castellana afirmó que la imagen del Santo que hoy se venera en la capilla tenía gran semejanza con el santo que se le había aparecido.
En 1602 visitó el convento Fray Melchor Cano, importante y famoso teólogo.  Se cuenta que una noche bajó a la Cueva a orar y un extraño resplandor se vio en toda Segovia.  Los monjes alarmados bajaron a ver qué sucedía y se encontraron al fraile levitando “a una vara del suelo”.

Y siguieron ocurriendo abundantes prodigios como el del novicio de Santa Cruz que había roto el calzado antes de tiempo o el profanador de la cueva que murió a los tres días, entre otros.

Pero, aparte de estas leyendas de santidad, el convento también tiene su lado oscuro:  El célebre Tomás de Torquemada, impulsor de la Inquisición, fue su prior. El convento se amplió y embelleció gracias a la fortuna embargada a un mercader judío que fue condenado a la hoguera.
De esa época (finales del S. XV), procede la hermosa portada de Juan Guas, que tiene también su leyenda, la leyenda de “La Catorcena”, “del Corpus Christi”… o de la Hostia Voladora.

Cuenta la leyenda que en el año 1410 el sacristán de laiglesia de San Facundo contaba con muchas deudas, y fue a pedir un préstamo a un judío médico adinerado de la ciudad.  Éste accedió a prestarle el dinero si a cambio le entregaba una hostia consagrada. El sacristán aceptó y una noche se realizó el cambio (en una calle que hoy se llama del Malconsejo por lo que allí aconteció aquella noche).

El médico se reunió con otros judíos en la sinagoga Mayor de Segovia y decidieron arrojar la hostia consagrada en un caldero de agua hirviendo que tenían puesto al fuego. Pero antes de llegar a rozar el agua, la Sagrada Forma se detuvo en el aire, la sinagoga empezó a temblar y un muro se abrió de arriba a abajo: por allí salió mágicamente la Hostia y sobrevoló toda la ciudad para ir a refugiarse al monasterio de la Santa Cruz. 
Se cuenta que la Forma entró al convento por un hueco de la portada, junto a imagen de Cristo, y que dicho hueco nunca se ha podido volver a cerrar.
Enterado el Obispo de Segovia de aquel suceso, quiso averiguar la causa del mismo y se iniciaron las investigaciones. El Sacristán confesó inmediatamente su culpa y el médico fue apresado y condenado a muerte. El Rey Juan II, confiscó la Sinagoga, entregándola al Obispo, quien la consagró inmediatamente al culto cristiano, y llamándola, en memoria de lo que allí sucedió, Iglesia del Corpus Christi, cediéndola a la comunidad religiosa de las Hermanas Clarisas que hoy día continúan allí.

La leyenda es una de las numerosas que se utilizaron para acusar a los judíos de toda clase de maldades, justificar su expulsión y la confiscación de sus bienes.

De cualquier modo, el convento está en un hermoso paraje.  Se puede llegar en un delicioso paseo por la Alameda del Parral (“De lo Huertos al Parral, paraíso terrenal”) a otros históricos y bellos enclaves como el Monasterio Jerónimo del Parral, la Casa de la Moneda, el Santuario de la Fuencisla y…  la Iglesia de la Veracruz, que es uno de los más célebres sitios esotéricos y misteriosos de toda España.



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