Juan Pablo II Fue uno de los personajes más carismáticos de la segunda mitad del siglo XX. Tras una carrera meteórica en el seno de la Iglesia, se convirtió en papa de forma sorprendente a la muerte de su antecesor Juan Pablo I. Entonces comenzó uno de los más largos pontificados de la historia, caracterizado por los numerosos viajes de Wojtyla y por su enorme exposición a los medios de comunicación, pero también por coincidir en el tiempo con algunos sucesos históricos fundamentales como el fin de la guerra fría y el derrumbe del comunismo.
Como ya hizo en su polémico libro sobre la muerte de Juan Pablo I, En Nombre de Dios, el escritor y renombrado investigador David Yallop se aparta de nuevo de la historia oficial y del ensalzamiento gratuito, para diseccionar la figura y el legado de Karol Wojtyla. Con abundancia de datos y testimonios de la CIA, la KGB y de los mismos miembros de la curia vaticana, el libro reconstruye un pontificado tan grandioso en sus propósitos como corto en sus resultados. Yallop atribuye este desequilibrio a un estilo excesivamente personalista y a los grandes tropiezos su incapacidad para abordar el problema de la corrupción de las finanzas vaticanas, su pasividad a la hora de denunciar y de enfrentarse a los casos de abuso sexual protagonizados por eclesiásticos y su férrea obstinación en rechazar las reformas solicitadas por millones de fieles y por una parte significativa del clero que ensombrecieron su trayectoria.
El Poder y la Gloria es una mirada audaz e intrépida a un hombre rápidamente encaminado a la santificación y su profundo efecto en un instituto sumamente polarizado.
A lo largo de sus páginas, el autor denuncia cuentas secretas de dinero proveniente del delito, vínculos con las dictaduras latinoamericanas, hostigamiento a los disidentes y describe a un Papa convertido en un experto de la lógica de los medios masivos de comunicación.
Yallop asegura que el nuevo libro le valió más “ataques” que el anterior, pero asegura que sus detractores muestran menos argumentos “fácticos” para defender sus críticas.
¿Por qué decidió volver a escribir sobre el Vaticano?
Cuando Juan Pablo II se convirtió en Papa prometió seguir con la agenda trazada por Juan Pablo I. Pero destruyó el programa de su antecesor y permitió que continuara la corrupción que Juan Pablo I se había propuesto eliminar. En 1981, Mehmet Ali Agca intentó asesinar a Juan Pablo II. El Papa dijo que había sido salvado por una intervención milagrosa. Más allá de las creencias religiosas, si uno observa la distancia desde la cual disparó Agca y la diferencia milimétrica que separó a la bala de los órganos vitales, se llega a la conclusión que realmente salvó su vida por milagro. La situación lo enfrentó con su condición de mortal, fue un momento crítico y me interesó saber si la experiencia podía cambiar el curso de sus decisiones. Pero no lo hizo. Siguió adelante con la intolerancia, la homofobia, la aceptación de un sistema bancario corrupto. Entonces me pareció, entrada la década del noventa, que era necesario desmitificar la imagen que se había presentado al público. Existían muchísimas biografías y ninguna crítica o equilibrada. El Papa era presentado como una persona perfecta, desde la niñez a la adultez. Y luego como un Papa infalible. Y yo tenía las evidencias iniciales de que la realidad era diferente.
¿El manejo financiero que salió a la luz dos décadas atrás con el escándalo del Banco Ambrosiano cambió o se mantiene igual?
Se mantiene. En el presente hay causas judiciales relacionadas con el dinero del Vaticano. Una involucra, por ejemplo, a un empresario norteamericano, Martin Frankel, que trabajaba con compañías de seguros en Wall Street. Tomaba de un lado y de otro, robaba. En cinco diferentes estados de los Estados Unidos, en este momento, hay denuncias contra el Vaticano que lo acusan de participar de la defraudación. Y el Vaticano responde “nosotros no tenemos nada que ver”. Pero si tiene que ver. Ellos dicen que nunca se dan cuenta. Tampoco se daban cuenta del Banco Ambrosiano. Otro caso es el dinero de las familias de la mafia, que todavía lavan dinero en el Banco del Vaticano. Y tal vez es dinero que proviene del narcotráfico, la prostitución u otros negocios del crimen organizado. En su estatuto, el Banco del Vaticano establece que su objetivo es la asistencia para fundaciones religiosas. Pero la última vez que verifiqué, en el Banco del Vaticano había 13 mil cuentas bancarias. Pero sólo dos mil era para fundaciones religiosas. El resto eran de políticos italianos, periodistas y de otra clase de persona que busca lavar dinero u ocultarlo.
Usted fue cuestionado desde la Iglesia por criticar a una persona que murió.
En realidad, el libro lo comencé tiempo antes de la muerte de Juan Pablo II. De hecho, si hubiera vivido unos pocos meses más lo hubiera visto publicado. Además, ya lo había criticado en Por voluntad de Dios, y todavía vivía. Pero esta mañana, cuando me bañaba, recordé una frase de Voltaire: “A los vivos les debemos respeto; pero a los muertos sólo les debemos la verdad”.