Dignidad, un reencuentro anhelado con la utopía y la lucha por una sociedad sin clases

utopía

Dignidad es una palabra que conecta emocional y directamente y sin intermediarios ideológicos con el subconsciente de amplias capas sociales, populares y trabajadoras.

Está escrito con letras de oro en la historia que durante la dictadura franquista, la dignidad más generosa y altruista vino de la resistencia clandestina, la sangre y la vida derramadas sobre todo por militantes y activistas del PCE y CC.OO. y del maquis y el anarquismo subido a las montañas del idealismo trágico y heroico. Aún vivimos hoy de aquellas gestas aunque los ahorros acumulados estén ya bajo mínimos.

Desde la transición posfranquista, la dignidad ha sufrido mermas muy significativas. La izquierda institucional ha ido entregando en las últimas décadas su alma, su trayectoria ejemplar y sus utopías al adversario capitalista a cambio de un bienestar efímero y desigual.

Pero la dignidad sigue siendo un lugar de encuentro cálido para las gentes de bien y la clase trabajadora, colectivos que crean toda la riqueza tangible y espiritual que verdaderamente merece la pena compartir cada día con el otro semejante a uno mismo.

Eso se vivió en Madrid el 22M: una cita con lo mejor del pueblo llano, un reencuentro legítimo con un impulso irrefrenable por la libertad, la igualdad y la solidaridad humana. Una lección anticapitalista que todos debemos aprender sin apuntarnos tantos personales o grupales a favor de nuestras tesis o doctrinas particulares o privadas.

Hacer democracia es dejar vacío el espacio público para que todos tengamos la oportunidad de decir algo sin cortapisas ni sujetos a carismas mistificadores ni vanguardias iluminadas por designios intelectuales o divinos.

Ahora bien, asumir errores propios y no usar la crítica extremista contra el otro, son presupuestos de partida esenciales para construir un proyecto de izquierdas enraizado en la calle y en las personas de carne y hueso con nombre y apellidos concretos.

La paz social no se consigue ni con maximalismos dogmáticos, pero tampoco con posturas posibilistas que ya han demostrado ser ineficaces para domeñar lo peor del régimen de explotación capitalista.

Son más necesarias que nunca las utopías y las miradas de largo recorrido. No se trata tan solo de caer en la dicotomía excluyente de revolución o reformismo parlamentario. La dignidad de la clase obrera va más allá: tenemos que alumbrar otro mundo para que todas las personas quepamos en él sin exclusiones de ningún tipo.

Hay que transformarse en radicales consecuentes contra el neoliberalismo feroz y la ideología de la clase dominante. La palabra la tiene la calle y la voz de la calle, cuando puede expresarse con entera libertad y sin complejos, no arroja dudas al respecto: el pueblo quiere lo común, lo público… Interpretar su grito desnudo de otra forma es atentar contra su voluntad meridiana y expresa.

La dignidad es como la libertad y la memoria histórica: no pueden tocarse pero se percibe su presencia al instante.

http://www.diario-octubre.com/2014/03/23/dignidad-un-reencuentro-anhelado-con-la-utopia-y-la-lucha-por-una-sociedad-sin-clases/

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