Con la llegada de la década de los 90, las tensiones nacionalistas en Yugoslavia comenzaron a ser insostenibles. Ya habían pasado una década desde la muerte de Tito y toda la unidad que el país tuvo – si es que alguna vez la tuvo – se había desvanecido por completo. Los primeros en reclamar su independencia fueron Eslovenia, lográndolo rápidamente, y Croacia. Poco más tarde Macedonia y Bosnia-Herzegovina reclamaron su identidad.
Como si se tratara de un dominó perfectamente preparado, las antiguas repúblicas soviéticas de Yugoslavia se fueron enzarzando en un complejo entramado de guerras entre distintas etnias y religiones. Lo que a día de hoy los historiadores denominan las Guerras Yugoslavas fueron más de siete guerras que, en su mayoría, buscaban la independencia de las distintas repúblicas del poder serbio. Entre 150.000 y 200.000 personas perdieron la vida a lo largo de la década que perduró la guerra, convirtiéndose en el conflicto más sangriento en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Exceptuando Eslovenia y parte de Croacia, se puede decir que la década de los 90 fue dura en prácticamente todo el territorio yugoslavo. Pero si en un lugar fue especialmente cruenta, fue en Sarajevo. Desde la declaración de independencia de Bosnia-Herzegovina el 5 de abril de 1992, apenas un mes del referéndum que tuvo lugar, Sarajevo se mantuvo sitiada por las tropas del Ejército Popular Yugoslavo y del Ejército de la República Srpska durante prácticamente cuatro años.
Edificio gubernamental dañando durante el Sitio de Sarajevo (fuente)
Unos 13.000 militares de ambos ejércitos – equipados con artillería, morteros, tanques, proyectiles antiaéreos y todo tipo de maquinaria pesada – estuvieron disparando de forma continua a la ciudad para evitar que las tropas defensivas pudieran reorganizarse. En los días más críticos, a mediados de 1993, se llegaron a registrar hasta 3.777 impactos de proyectiles en Sarajevo. Se estima que a lo largo del sitio de la ciudad impactaron una media de 329 proyectiles diarios, causando más de 12.000 muertos, 50.000 heridos y más de 35.000 edificios destruidos.
En octubre de 1995, tras la intervención de la OTAN contra los serbios, se firmó un alto el fuego que llevó a los Acuerdos de Dayton. Pocas semanas después, el 29 de febrero de 1996, el gobierno bosnio daba por finalizado el que se ha convertido en el sitio más duradero de la historia moderna. Sarajevo había perdido todas las infraestructuras básicas y gran parte de la población había dejado la ciudad de forma indefinida. La ciudad que apenas doce años antes había sido sede de los Juegos Olímpicos de invierno y ejemplo de la pluralidad étnica, ahora estaba totalmente destruida.
Rosa de Sarajevo (fuente)
La recuperación fue lenta y dolorosa. Las cicatrices no sólo estaban en todos los edificios que se destruyeron, si no en los edificios que aún se mantenían en pie e incluso en las calles por las que paseaban sus ciudadanos durante la recuperación. Quizá por la necesidad de un recuerdo, o por la simple necesidad de tenerlo presente, varias de esas cicatrices de mortero y artillería donde alguna persona murió durante el sitio de Sarajevo fueron rellenadas con resina roja.
Esa resina roja cubriendo los recuerdos de las muertes durante el asedio fueron el gran homenaje que la ciudad de Sarajevo rindió a sus héroes. Las Rosas de Sarajevo estuvieron presentes en la ciudad durante años, pero poco a poco, a medida que el asfalto fue reemplazado y los edificios recuperados, las rosas han sido desapareciendo en el más absoluto silencio. Como si aquellos recuerdos jamás hubieran existido.
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