Cualquieritis: inflamación virtual de la democracia

mascaras

Cualquiera sirve. Cualquiera vale. Cualquiera puede. Habitamos tiempos virtuales. Todo pasa por las redes sociales, por un simple clic, por un impulso cibernético que nos una a los otros de modo instantáneo. A eso lo llamamos democracia virtual, la última moda política.

Partiendo del método asambleario hemos alcanzado mediante mutación prodigiosa e inefable la suma perfección del foro universal en red, un sistema que se presenta a sí mismo como lo definitivo, el tope democrático sin alternativa posible en el mercado capitalista de la genuina participación democrática.

Un importante sector de sensibilidades de izquierda se ha apuntado a la filosofía de última generación del cualquierismo militante en círculos difusos de sintonía inmediata, donde todos son cualquieras idénticos y singulares, todos son candidatos anónimos per se a lo que sea menester.

La andadura se inicia de golpe y porrazo con un manifiesto radical y sonoro, un relato bien urdido en el que se recogen la heterogeneidad de gritos sociales contestatarios en un mismo texto fundacional, a veces confuso y contradictorio. ¿Falta algo? Sí, un personaje mediático que insufle credibilidad al proyecto, esto es, un cualquiera de postín con un capital de fama o notoriedad que sirva de detonante publicitario explosivo para echarse a la carrera política de abrirse paso entre otras iniciativas de corte similar.

El cualquiera franquicia o cualquiera one aglutina las querencias de los simpatizantes y adherentes al partido o movimiento de marras. Suelen ser personajes alternativos o tertulianos de pose o estética radical que han protagonizado noticias de impacto en las semanas o meses precedentes por motivos profesionales o de otra índole social, política o judicial.

Su imagen es archiconocida y tienen una estela o glamour tras de sí irresistible. Son líderes natos que reniegan del liderazgo clásico, de las organizaciones tradicionales y de la jerarquía estructural. No son modernos ni posmodernos, dominan el lenguaje publicitario y quieren escaparse de su propio carisma embadurnando su figura pública de un cualquierismo espontáneo e igual al del resto de los mortales.

Por mucho que huyan de su carisma mediático, siempre salen en todas las votaciones como números one, el que encabeza la lista de otros cualquieras menos rutilantes y conocidos. Así es la democracia virtual: todos somos iguales, pero el cualquiera one, todavía más si cabe con el refrendo clic a clic, por eso es elegido líder no líder sin oposición alguna ni discusión previa.

Una vez elegidos en alegría desbordante y algarabía contagiosa los candidatos virtuales, todos se ponen como posesos a redactar un programa político. Un párrafo por aquí, otro por allá. Poco a poco se van formando capítulos enteros; en poco tiempo, un hermoso programa saldrá del útero virtual sin padres ni madres con nombre y apellidos, un bello retoño chillón y saludable hecho de espermatozoides y óvulos donados por miles de cualquieras.

¿Cuál es el perfil de un cualquiera cualquiera? Gente harta de la seudodemocracia capitalista. Profesionales generalmente bien cualificados. Clase media con sus estatus particulares a la baja. Individualistas y francotiradores de la gauche divine. Mujeres y hombres que quieren algo que no lo ofrecen los sindicatos y los partidos de izquierda institucionales.

El fenómeno cualquierista está en alza. Hay muchas razones objetivas y subjetivas para ello: la corrupción, los estragos causados por el neoliberalismo, el paro, el miedo al futuro… Sin embargo le faltan raíces en el movimiento obrero y en la lucha histórica contra el régimen capitalista.

Su ilusión y entusiasmo suple sus evidentes carencias ideológicas. Su crítica se ha confeccionado de retales, un sumatorio magmático de elementos dispares recogidos en las diferentes mareas que se vienen sucediendo contra las políticas neoliberales del PP.

Saben decir no de manera concluyente, pero se percibe una ausencia de síes alarmante. ¿Hacia qué modelo de sociedad vamos? ¿Retorno al consumismo subvencionado del bienestar mítico anterior a 2008? Su interclasismo ciudadanista e indefinición ideológica son elocuentes.

La democracia virtual de Podemos de Pablo Iglesias, el Partido X de Hervé Falciani y la Renovación Democrática Ciudadana RED de Elpidio Silva son los mejores ejemplos de cualquierismo de la actualidad política española. Tres iniciativas que pretenden sumar votos teóricamente provenientes del granero común de la izquierda pero que al final servirán para diluir el resultado global de otras opciones institucionales, principalmente de IU.

A buen seguro, el test de las elecciones europeas tendrá consecuencias importantes en el espacio de la izquierda más o menos transformadora de este país.

Todo se está realizando con una precipitación sospechosa y con una cobertura mediática bastante apreciable. ¿A quién interesa que Iglesias, Falciani y Silva diversifiquen el voto descontento, de izquierdas o de clase media radical, y salga ganando el bipartidismo de PP y PSOE? Responder a esta pregunta nos daría las claves del auge repentino del fenómeno posideológico cualquierista.

No ofrece dudas la tesis de que hay que criticar en profundidad a IU y la atonía más que manifiesta de los sindicatos mayoritarios. Crítica razonada y obligada para que su conexión hoy en pañales con la calle y la precariedad existencial abran coaliciones duraderas y fiables de largo recorrido, populares y anticapitalistas. Ahora bien, fragmentar el voto de la izquierda con operaciones espontáneas basadas en gritos heterogéneos, cuando no personalistas, no parece el camino para una victoria de la izquierda en que se hallen representadas inquietudes, sensibilidades y procedencias de origen muy distinto y en ocasiones con intereses sociales contrapuestos.

El discurso cualquierista se aleja tácticamente de la izquierda clásica para elaborar un discurso radical sin fondo ideológico ni trazado histórico, mostrando un discurso que traduce por arte de magia la movilización en la calle en opción política de nuevo cuño sin señas de identidad propias ni objetivos elaborados colectivamente ni concretos y coherentes.

No sabemos hacia dónde se dirige el cualquierismo ni la trayectoria que dibujará a medio plazo. Su aroma destila efluvios a nueva izquierda, la de siempre, la que se sube a lomos de la coyuntura, censura con aires de superioridad democrática irrebatible a la izquierda en su conjunto, coloca algunos peones en escaños parlamentarios y su luz se va apagando hasta confluir en el PSOE o en el olvido prematuro.

Cualquiera es un concepto demasiado vago donde caben individualidades de tipología muy diversa: renegados sin techo ideológico, gentes cansadas de la impotencia del régimen parlamentario, buscavidas del instante, intelectuales solistas sin orquesta y activistas de vuelta de todo. Muchos ingredientes sabrosos, pero sin menú decidido.

El clic virtual se ha convertido en el neoparadigma de la democracia, sustituyendo de un plumazo a la asamblea, el debate cara a cara y el discurso contradictorio razonado. Misterios inescrutables de la posmodernidad.

http://www.diario-octubre.com/2014/04/05/cualquierismo-inflamacion-virtual-de-la-democracia/

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