domi LOS TESOROS PERDIDOS DEL REINO DE TARTESSOS.(JOSÉ MARÍA BLÁZQUEZ MARTÍNEZ).

La existencia del reino de Tartessos, en Turdetania, la actual Andalucía, viene apasionando a

los investigadores alemanes y españoles y al gran público desde hace unos 30 ó 40 años.

El hispanista alemán A. Schulten, catedrático de Historia

Antigua en la Universidad de Erlangen, poco después de la Primera Guerra Mundial

dedujo de sus investigaciones que las fuentes antiguas, tanto griegas –Estesícoro de Himera, Anacreonte,

Heródoto, Éforo, Diodoro– como latinas –el poema de Rufo Avieno–, hablaban de un fabuloso reino, situado en el sur de la Península Ibérica, famoso por sus explotaciones mineras, la riqueza de sus ganados y la longevidad de sus reyes, reino que era visitado por mercaderes fenicios y griegos que comerciaban con sus gentes.

 

Este reino había durado aproximadamente la mitad del primer milenio a.C. Ello llevó al mencionado

profesor germano a escribir un libro que, ampliado y retocado, en 1945 fue traducido

al castellano y es el obligado punto de partida para el tema.

Tartessos es uno de los temas más apasionantes de toda la Prehistoria e Historia Antigua

de España. Se relaciona con los posibles viajes de Salomón en busca de plata, a comienzos del

primer milenio a.C., con los orígenes de la colonización fenicia y griega en Occidente, con

la introducción en la Península Ibérica del alfabeto, del uso del hierro, del

torno de alfarero, de la púrpura, de las técnicas más avanzadas de explotaciones mineras

y con la llegada de nuevos dioses, traídos del Oriente (como Astarté o Tanit, que

gozaron después de gran aceptación entre las poblaciones indígenas hispanas), y con la creación de

grandes centros urbanos de tipo comercial, como Cádiz.

La arqueología española, portuguesa y alemana, durante el último decenio, trabaja en

diversos lugares del sur de la península que pertenecieron al reino de Tartessos o que fueron asentamientos

de colonos fenicios que comerciaban con sus habitantes, como la Ría de Huelva, la costa

de Granada y de Málaga y las orillas del Guadalquivir. En la actualidad es posible

hacerse una idea sobre Tartessos y su importancia

muy diferente de la que se hicieron el sabio germano y sus seguidores, como A. García

y Bellido. Hoy interesa la cultura tartésica, que es la respuesta que dieron las poblaciones

del sur de la península, en gran parte de origen indoeuropeo, al estímulo del Oriente

 máscara de Tharsis (siglo VII a.C.), de influjos griegos arcaicos y orientales.

y brazalete del tesoro del Carambolo (Sevilla),

 

traído por los mercaderes fenicios, etruscos y griegos, que originaron una cultura

de tipo orientalizante, similar a la coetánea de Grecia, Etruria y Cartago.

El problema que apasionó tanto a A. Schulten, la localización de Tartessos, ha

pasado hoy a segundo plano. La Universidad de Barcelona, a través de su Instituto

de Arqueología, organizó en 1969 un simposium en Jerez de la Frontera,

cuyos resultados fueron publicados en 1970, sobre todos los problemas planteados

por Tartessos. Sobre el tema han aparecido últimamente tres libros, debidos

a. J. Maluquer, a J. de Mata Carriazo y al autor de esta líneas, y multitud de

artículos, destacando los de los profesores A. Blanco, J.P. Garrido y M. Pellicer.

FUENTES LITERARIAS

Las primeras fuentes que se han relacionado con Tartessos son las alusiones del I Libro de los Reyes,que habla de que  ”no se hacía caso alguno de la plata en el reino de Salomón, porque el rey tenía en el mar naves de Tarsis, con las de Hiram, rey de Fenicia,

y cada tres años llegaban las naves de Tarsis trayendo oro, plata, marfil, monos y

pavos reales”.

Otros textos del Antiguo Testamento aluden a las naves de Tarsis. En el mismo Libro

Sagrado se lee: «Josafat [875-851 a.C.] construyó naves de Tarsis para ir a Ofir en

busca de oro, pero no fueron, porque las naves se destruyeron en Asiongaber». Las naves

de Tarsis se vuelven a citar hacia el año 730 a.C. en Isaías; otros textos atribuidos a

este profeta son sin duda posteriores al cautiverio del pueblo judío. Algunos textos sagrados,

como el Salmo 72,fechado en el año 650 a.c,citan a los reyes de Tarsis.Jeremías,

hacia mediados del siglo V a.C., menciona asimismo la plata laminada venida de Tarsis.

Muchos investigadores (Mazzarino, Charles Picard, Schulten) admiten con bastante

probabilidad la ecuación Tarsis – Tartessos. Esta tesis fue defendida ya por el jesuíta sevillano

Juan de Pineda (1557-1637). Barnett y nosotros nos inclinamos a creer que las

citas del Libro de los Reyes se refieren a la India de donde podían proceder los monos,

el marfil y los pavos reales. S. Jerónimo, en su carta 37, afirma lo mismo, al igual que el

diccionario bizantino que se conoce con el nombre de Suidas. Recientemente, Koch,

profesor de la Universidad de Constanza, insiste en el hecho de que la abundancia de

plata del reino de Salomón a la que aluden los Libros Sagrados no puede proceder de

otro lugar del Mediterráneo más que de la Península Ibérica.

En los autores griegos y latinos es posible espigar algunos datos sobre Tartessos,

que son un eco de su importancia y de la confusión que hubo sobre esta civilización a

partir de la mitad del primer milenio a.C.

Zona excavada del Poblado Bajo del Carambolo.

La Ora Marítima,porma del s IV de Rufo Avieno, que sigue fuentes semitas y

es la más antigua descripción de las costas de la península, se refiere a Tartessos

como ciudad, rodeada de murallas y regada por un río. La

Ora Marítima y otras obras de escritores como Plinio (que visitó Hispania en época flavia

y fue procurador allí), el historiador romano Salustio, Valerio Máximo, Justino (historiador

que vivió en el año 30o y que extracta a otro historiador,Trogo Pompeyo,,

de época augustea) y Apiano, la identifican con Gadir, ciudad fundada por los habitantes

de Tiro en el año 1.100 a.C. y es por lo tanto la ciudad más antigua de Occidente.

El mismo Plinio y Apiano (historiador del siglo II que sigue a Polibio, historiador

que visitó la Península en el siglo II a.C.) creen que fue Carteia, en el Estrecho de Gibraltar.

Polibio asimismo afirma que se hallaba cerca de las Columnas de Hércules (Gibraltar).

Rufo Avieno añade que se localizaba justo en la desembocadura del río homónimo,

afirmación que coincide con Pausanias, escritor del siglo II, y con el bizantino Esteban de

Bizancio. Posidonio, que vivió en Cádiz durante la Guerra Sertoriana, sostiene que estaba

entre los dos brazos del río Tartessos. Con el nombre de Tartessos, pues, se conocía a un

río, una ciudad y un reino.

ECONOMÍA:PLATA Y GANADO.

Un texto, atribuido a Aristóteles, indica que el metal preferido por los fenicios que negociaban con

Tartessos era la plata. Lo mismo sostiene un historiador

contemporáneo de Augusto, Diodoro Sículo.Los fenicios tenían en la costa meridional colonias

como Gades, Toscanos (Málaga), Sexi (Granada).En esta última, la actual Almuñécar, ha aparecido el

asentamiento fenicio más antiguo de Occidente, fechado entre los años 700 y 670 a.C.

Al decir del historiador griego Heródoto, la plata fue también el producto tartésico preferido por los

griegos, para quienes el bronce tartésico fue así mismo metal codiciado. El citado escritor griego de final

de los Antoninos, Pausanias, menciona una cámara de bronce tartésico de 13.000 kilos de

peso que Mirón, tirano de Sición, dedicó en Olimpia hacia el año 600 a.C. Los griegos

comenzaron a comerciar con los habitantes de Tartessos a partir del año 630 a.C., en

que Colaios de Samos, desviado de su ruta, llegó casualmente a Tartessos. Todas estas

fuentes indican que los fenicios y los griegos venían a la Península a por metales, fundamentalmente

plata, bronce y estaño, necesario para la fabricación del bronce y del que el

Mediterráneo era pobrísimo.

 

El geógrafo griego Estrabón, contemporáneo de César y de

Augusto y cuyo libro tercero do su Geografía es la fuente principal para el conocimiento

de los pueblos de la España Antigua, alaba la fabulosa abundancia en metales de todo

género del sur de la península, que motivaron la llegada de los fenicios, de los griegos y

de los indoeuropeos. Las minas de estaño se encontraban dentro de Tartessos, en el río

de su mismo nombre, en el Monte Casio citado por Avieno, en la Extremadura española

y portuguesa, donde abundan los objetos que se vinculan con la cultura tartésica y en las

regiones del noroeste de la península, de la Bretaña francesa y de Cornualles.

 

A partir del año 1200 a.C., como ha demostrado recientemente Hawckes, hay un gigantesco comercio

atlántico en manos de los tartesios, cuya finalidad era proporcionar el estaño de

las regiones atlánticas y venderlo a los fenicios de Cádiz, que lo exportaban a Oriente.

Las explotaciones mineras eran uno de los ejes de la economía de Tartessos en manos

de los nativos.

Casco corintio encontrado en la ría de Huelva en 1930.

Toda Sierra Morena era un gigantesco coto minero, como lo demuestra la gran cantidad

de picos de piedras utilizados en la extracción de plata. Se conoce una explotación

minera de esta época, la del Cerro Salomón, en Riotinto, excavada por A. Blanco, J.M.

Luzón y D. Ruiz Mata. Se trata de un poblado minero en manos de indígenas -indoeuropeos,

como lo indica la cerámica hecha a mano con impresiones digitales-, que a partir

del año 800 a.C., como se deduce del hallazgo de la Ría de Huelva, compuesto de espadas,

cascos, regatones, etc., hacen más que probable su presencia en esta zona, sin duda

en busca de los centros mineros y metalúrgicos. La importancia de este poblado es

clave; se trata de una metalurgia de la plata, trabajada sobre las vetas

del mineral con unas técnicas nuevas que son idénticas

a las que Rosenberg describe en el Arabad y que son diferentes de las utilizadas por los

buscadores de metales de la Cultura de El Argar, en el segundo milenio a.C.

Este poblado estaba ya muy influenciado por, los fenicios, que tenían en la costa de

Huelva una serie de factorías, como así lo demuestran las ampollas del tipo

de las estudiadas por W. Culican, muy raras en todo el Mediterráneo y documentadas en

Samaría, y algunos detalles de las entradas de las casas. Todos los cerros

de la Ría de Huelva están llenos de escorias, lo que prueba la existencia de metalúrgicos y fundidores de

plata sobre sus propias casas; la plata la cambiaría esta

gente a los fenicios por aceites, como indica Diodoro,y por telas, marfiles y baratijas.

El otro eje de la economía tartésica era la ganadería bovina. La leyenda del robo de los toros

del rey tartésico Gerión por Hércules, primero localizado en Etruria y después

en Tartessos, presupone una importancia grande de este tipo de ganado.

REYES Y LEYENDAS.

El reino de Tartessos estaba gobernado por reyes. Posiblemente, cada rey gobernaba

varias ciudades, como sucedió en Turdetania, a comienzos de la conquista romana, a

finales del siglo III a.C. Se conocen los nombres de algunos de ellos. Precisamente Julio

Caro Baroja publicó un bello trabajo sobre el carácter de la monarquía en la Hispania

Antigua, en el que se estudia minuciosamente a cada rey.

El único mito hispano conservado en las fuentes antiguas, el de Habis, se localizó

en Tartessos. Está recogido en Justino. El mito describe un estado matriarcal y la transición

de un régimen todavía bárbaro a la cultura superior, que puede ubicarse en las últimas

fases de la Edad del Bronce. Habis enseña la agricultura, legisla y al fin se convierte

en dios, como Saturno. Las gentes que gobernaba ignoraban toda forma de vida civil

y las técnicas agrícolas.

 

Se encontraban en el tránsito de la constitución gentilicia y tribal

a nuevas formas de constitución territorial, manifestadas en el desarrollo de la técnica

agrícola menor, en una incipiente evolución urbanística y en una progresiva diferenciación

social. Hay un largo periodo de monarquía despótica hereditaria de carácter divino.

Habis se presenta con caracteres similares a los fundadores de otras monarquías

antiguas, como Rómulo o Ciro. Al padre del rey Gerión alude Diodoro, quien alaba sus

riquezas en oro y plata. Eritea, la hija de Gerión, engendró a Norax, que colonizó Cerdeña,

según Pausanias, lo que indica las cualidades marineras de los tartesios. Esta leyenda

representa una hipóstasis mítica de la visita de las costas sardas por los navegantes

del sur de la península, en el periodo inicial del comercio fenicio en Occidente, de la

que hay confirmación arqueológica.

Vaso de «boca de seta» del Carambolo

El monarca tartésico más famoso fue Argantonio, cuyo nombre indoeuropeo significa

«hombre de la plata». Argantonio gobernó 150 años en Tartessos, al decir del poeta

festivo Anacreonte, que vivió en Sicilia hacia el año 550 a.C.

CULTURA:LA INFLUENCIA DE ORIENTE.

Según se ha indicado ya, los comerciantes fenicios, etruscos y griegos, al intercambiar

sus productos por minerales originaron una cultura, llamada tartésica, similar en

muchos aspectos a la de sus países de origen, y así se formó una gran Koiné cultural mediterránea.

Se copian en la joyería las nuevas técnicas traídas de Oriente por los fenicios,

como el granulado, cuyo testimonio más antiguo es el tesoro de La Aliseda

(Cáceres), fechado hacia el año 600 a.C., pues ya aparece en joyas fabricadas por orfebres

fenicios del tesoro de Tutankamón. Hacia el siglo VII a.C., los griegos de la isla de

Rodas, que mantenían un intenso comercio con los fenicios, lo imitaron; lo copiaron por

los mismos años los etruscos. En Etruria se puso de moda la técnica del granulado en

los siglo VII y VI a.C. El granulado de Tartessos es un poco más  basto que el

griego y etrusco. Los finos trabajos de A. Blanco han demostrado que el granulado tartésico

no se hizo sin intervención de los etruscos, que estaban interesados en obtener oro

y estaño, metales de los que ellos carecían por completo y que utilizaban en grandes

El tesoro de La Aliseda es un buen ejemplo de los productos que salían de los talleres

tartésicos bajo la influencia de modas traídas de Oriente. La localización de estos talleres

que trabajaban el oro, la plata y el bronce es desconocido. Se supone que podían estar en Cádiz,

pero seguramente hubo más. El tesoro de La Aliseda, de oro, está compuesto

por un lote de joyas que responden a prototipos fenicios.

Así, hay un cinturón compuesto por varias placas decoradas con grifos alados y con el tema de ascendencia

mesopotámica del hombre en lucha con un león rampante entre palmetas de cuenco, motivo

del gusto de los fenicios. El fondo de las figuras está cubierto con un fino granulado;

dos diademas, recubiertas de hilos de granulado, terminan en extremidades

triangulares siguiendo modas fenicias (baste recordar la de Siquen). Este tipo de

diademas arraigó entre las poblaciones indígenas y adornan con

frecuencia las frentes de las damas en piedra del Cerro de los Santos (Albacete).

En este tesoro había también dos pendientes formados por un cuerpo circular sobre cuya cresta

descansan flores de loto, palmetas y halcones, animales

que acompañan frecuentemente a Astarté hasta convertirse en un símbolo de esta

diosa fenicia de la fecundidad, todo ello decorado con hileras de granulados. Guarda la

tumba brazaletes adornados con espirales (tema decorativo de gran tradición en el Me-

Astarté. divinidad traída por los fenicios

 

diterráneo desde los tiempos micénicos) y amuletos de todo tipo, que pusieron de moda

los fenicios por todo el Mediterráneo, en forma de lengüeta y huecos, con cabeza de

serpiente, granadas, estuches cilíndricos y otros con cabeza de halcones para guardar los

amuletos propiamente dichos, y crecientes lunares abrazando el sol. Estos amuletos

fueron después imitados por los indígenas, como lo indican los ejemplares acorazonados

en oro de los museos de Linares (Jaén), del Instituto de Valencia de Don Juan

(Madrid) y del Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Cubren el pecho de las

Damas de Elche y de Baza, ambas del siglo IV a.C.

En el tesoro de La Aliseda había un gran número de anillos y sellos de procedencia

oriental. Un pendiente adornado con palmetas y flores de loto hallado en Andalucía y

hoy en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid responde a una decoración que aparece

en marfiles fenicios.Las joyas del Carambolo (Sevilla),igualmente trabajadas

en oro, son posiblemente unos ornamentos sacerdotales. Se fechan hacia el año

550 a.C. e indican bien la complejidad de las influencias a que está sometida la cultura

tartésica. Junto a un collar, que obedece a prototipos chipriotas, se encuentran brazaletes

que responden a tradiciones indígenas, como los de  Estremoz.

DIOSES Y RITUALES

Los fenicios trajeron no sólo sus técnicas y modas de orfebrería, sino igualmente sus principales

dioses, que fueron pronto venerados por los tartesios.

En una tumba de Galera (Granada) se recogió una estatuilla en alabastro de la diosa Astarté en un

trono flanqueado por esfinges tumbadas. La diosa tiene un gran recipiente sobre sus rodillas y los senos

perforados. La estatuilla está fabricada en el norte de

Siria en la segunda mitad del siglo VII a.C. Su cara es muy parecida a la de algunas representaciones femeninas

sobre tridacmas, trabajo típicamente fenicio.

El trono obedece a un prototipo frecuente en gemas fenicias, del que en el Museo de Beirut se conservan

varias representaciones en piedra y que se repite en la diosa entronizada de Solunto (Italia).

Esta imagen de Astarté fue importada, pero otras de la misma diosa se fabricaron

aquí. Así, la diosa desnuda sentada con peinado egipcio aparece en el Carambolo, datada

en el siglo VIII a.C., con un pedestal que lleva la inscripción más antigua de Occidente.

En Cástulo (Jaén), importante centro minero, apareció un caldero de bronce, fechado

en el siglo VII a.C., sobre cuyo borde iban varias imágenes de Astarté con el peinado

de Hator, según modelos chipriotas y con una flor de loto sobre la cabeza.

Más importantes son los tres bronces del Berrueco (Salamanca), de Castilfrío de la

Sierra (Ávila) y de Cádiz. Representan una figura femenina con varios pares de alas, adornada

con flores de loto y un disco sobre el vientre. Las figuras obedecen a lejanos prototipos

sobre marfiles, obras fenicias halladas en la fuente de Salmanasar III, en Nimrud. Este

tipo de diosa se documenta sobre vasos etruscos de la mitad del siglo VI a.C. y sobre

gemas fenicias. En ella está bien acentuado el carácter astral de todas estas diosas.

No sólo trajeron los fenicios a Occidente el culto de Astarté, que en siglos posteriores

arraigó entre los iberos de la costa mediterránea, en Elche (Alicante), sino que otros

Collar del Carambolo, de un tesoro formado por 21 piezas de oro puro

quo en total pesa casi tres Kilos

dioses típicamente fenicios fueron venerados por los tartésicos, corno Bes, representado en estuches en oro del Cortijo de Évora. En ellos las diversas partes del cuerpo están

indicadas por diminutos hilos de granulados.

Los habitantes del reino de Tartessos copiaron los rituales funerarios fenicios, documentados

por vez primera en Occidente en la necrópolis de Almuñécar. Así, se entierran

con carros, decorados con cabezas de panteras, al igual que los chipriotas, como los

aparecidos en la Ría de Huelva, costumbre de la que V. Karageorghis ha encontrado en

Salamina (Chipre) multitud de testimonios.

En las tumbas se apilaban platos, al igual que en Chipre y Almuñécar, posiblemente

utilizados en el banquete funerario; se depositaban braserillos (La Aliseda, Carmona,

Huelva, Granada), sin duda para ser utilizados en el ritual funerario como quema-perfumes

y jarros piriformes, gemelos de los etruscos y chipriotas, en plata y bronce, y de los

cartaginenses en cerámica, también documentados estos últimos en Almuñécar, en

Torre del Mar y en Trayamar (Málaga). Estos jarros, utilizados en las libaciones funerarias,

según ilustra la composición de una tumba de Cartago, han aparecido en Cruz del

Negro (Sevilla),Coca (Segovia),Niebla(Huelva),etc,y responden a modelos

de Siria, como lo prueba la botella piriforme tallada en cristal de roca de La Aliseda,

procedente del norte de Siria.

Dichos jarros no son copias serviles de modelos traídos por los fenicios, sino que

ofrecen particularidades notables, como las asas en forma de serpientes –ejemplares de

Niebla, de la Colección Calzadilla de Badajoz y del Metropolitan Museum de Nueva

York– y las palmetas que adornan la extremidad inferior del asa, que obedecen en algunos

ejemplares a prototipos etruscos. En general, son jarros más esbeltos y estilizados

que sus congéneres etruscos y chipriotas.

Algunos ejemplares presentan la novedad de terminar en cabezas de animales. El

jarro del Museo Lázaro Galdiano acaba en cabeza de león y el asa es una culebra. Presenta

este vaso un impresionante paralelismo con otro, etrusco, conservado en Bruselas.

Un jarro de la Colección Calzadilla termina en cabeza de ciervo y lleva dos palmetas en

las extremidades del asa. Recientemente el matrimonio Garrido ha encontrado en la capital

de Huelva otro jarro con cabeza de caballo y ciervo.

Estos jarros acusan influencias cicládicas; baste recordar el vaso piriforme

con cabeza de grifo del Museo Británico y otros hallados en Chipre,

decorados con cabezas de animales. Otros ejemplares tartésicos acusan diversas influencias.

Así, el oinochoe de Valdegamas (Badajoz) lleva sobre el borde

una cabeza femenina entre leones tumbados de tipo fenicio. El jarro responde

a prototipos de

Detalle de las piezas articuladas de una de las diademas del tesoro

de Évora. Las líneas de los rostros están detalladas utilizando el

método de los granulados.

 

Campania, en Italia. El ejemplar de Villanueva de la Vera (Cáceres) obedece a modelos

del norte de Siria.

Todas estas influencias demuestran la complejidad del mundo tartésico, donde modelos

de distinta procedencia se copiaban al mismo tiempo, y en una misma pieza cada

parte sigue un prototipo diferente. También prueba que los habitantes de Tartessos no

sólo eran mineros, sino también metalúrgicos y que se encontraban semitizados en la

técnica, los rituales funerarios y en la religión. El área de distribución de todo este material,

que responde a modelos semitas y del Egeo, señala la verdadera zona de influencia

tartésica y del comercio fenicio en busca de metales: corresponde fundamentalmente a

Andalucía, la antigua Turdetania, la Bética de los romanos y a la Extremadura portuguesa

y española, asiento de minas de estaño y de oro.

Los objetos de metal que acusan esta influencia son muy variados. Así, se conocen

broches de cinturón con grifos sobre palmetas de cepillo,junto al árbol de la vida (Sanchorreja, Ávila), que copian modas de los marfiles de Nimrud (Medellín e Instituto de Valencia de D. Juan).

Ninguna otra región del Mediterráneo puede ofrecer semejante variedad y cantidad

de bronces como Tartessos. Aquí se descubrieron o siguieron en el siglo VII a.C. nuevas

técnicas para trabajar el bronce en hueco, de lo que es buena prueba la cierva del Museo

Británico. Artistas fenicios, a partir del siglo VII a.C., fabricaron marfiles (Carmona)

con decoraciones que obedecen a modelos orientales imitados hasta degenerar en la península.

EL CONTROL CARTAGINÉS

A partir de finales del siglo VI a.C., con motivo del cerco que Nabucodonosor puso

a Tiro (que duró 13 años), los cartagineses suplantaron a los fenicios en la explotación

del Mediterráneo central (Sicilia y Cerdeña) y occidental (España y Marruecos), Desde

esta época el Estrecho de Gibraltar se cierra al comercio griego, y la cultura tartésica,

que era fundamentalmente orientalizante, entra en decadencia. Los cartagineses recorrieron

el Atlántico en dirección norte y sur, para conocer las regiones mineras y organizaron

algunos viajes de exploración a las órdenes de Hannón e Himilcón. El poeta griego

Píndaro, al inicio del siglo V a.C., habla del estrecho como de un lugar inaccesible

para los griegos. La cultura tartésica dio paso a la cultura turdetana, de la que quedan

magníficos exponentes en la Dama de Baza y en los leones,

toros y bichas, que obedecen a prototipos neohititas.

El ocaso de la cultura tartésica coincide con el control cartaginés. En la necrópolis de Carmona, a partir de

finales del siglo VI a.C., la influencia púnica es bien patente

en la forma de las urnas en cerámica. Cartago, a través de las colonias de Cádiz, Málaga, Sexi y Abdera, explotó

a fondo las riquezas de la Península Ibérica, que se convirtió en una cantera de mercenarios para sus campañas

de Cerdeña y de Sicilia. Los mercenarios baleares (los mejores honderos de la Antigüedad) y los iberos hacen

su presencia en Cerdeña en los ejércitos cartagineses desde finales del siglo VI a.C.

En todas las grandes batallas entre griegos y cartagineses de Sicilia, que ocupan todo el

siglo V a.C., participaron los iberos a sueldo. Así, intervienen en la gran batalla de Himera

en el año 480 a.C., fecha de la gran batalla de Salamina entre persas y griegos.

Ajuar del Carambolo

 

Al decir de Heródoto, el ejército cartaginés, en el que no sólo participaban iberos,

ascendía a 300.000 hombres y según el historiador siciliota Diodoro, en el entrenamiento

de estos hombres se invirtieron tres años. Este ejército fue completamente derrotado

por el de Gelón, tirano de Siracusa.

La presencia de estos iberos en tierras sicilianas tiene una gran importancia como

vehículo de semitización y de helenización del mundo turdetano e ibero. La existencia

de estas tropas iberas asalariadas indica (como  espués,en los siglos III y II

a.C. los mercenarios lusitanos y celtíberos, que servían en los ejércitos de cartagineses y

de romanos) que ya en época tartésica existía en amplias zonas de la Península Ibérica

un gran descontrol económico y social y que grandes masas de población encontraban

en servir en los ejércitos una válvula de escape a su mala situación económica. De esta

situación, que ya se da al final de la época tartésica, se tiene abundante documentación

para los primeros años de la conquista romana.

Los cartagineses explotan las posibilidades mineras del reino de Tartessos. A partir

de entonces comienza a aparecer una serie de recintos fortificados en Turdetania, estudiados

recientemente por Fortea y Bernier, gemelos a los que se documentan en Kebilia,

Ras el Portas y Ras ed Drok, que ciñen el Cabo Bon, dominando el canal de Sicilia, a la

fortaleza de Ras Zebib y al limes construido por Cartago, a lo largo de Seybouse. Como

sostiene P. Bartoloni, se trata de un plano estratégico pensado para controlar las vías de

penetración y acceso a los cotos mineros de Tartessos, difícilmente defendibles sin una

estrategia unitaria y rígidamente coordinada.

La situación geográfica y estratégica de estos recintos fortificados, en Sevilla, Jaén

y Córdoba, recuerda la compleja línea defensiva levantada por Cartago en Cerdeña para

defender las colonias, minas y vías de comunicación y controlar las minas de la zona

meridional de Tartessos. Cádiz fue atacada en una fecha incierta por los celtas. Quizás

haya que relacionar el ocaso de Tartessos con incursiones célticas. En esta ocasión los

cartagineses utilizaron el ariete, conocido en Oriente y traído por los fenicios a Occidente,

utilizado por éstos en Cerdeña a finales de siglo.

Pectoral de Carambolo

Los cartagineses explotan desde este momento las salazones

de la costa tartésica, que vía Cádiz y Cartago se envían al mundo griego. Toda la costa meridional y del sudeste

de la península estaba plagada de estas fábricas. Se conocen

bien las de Villaricos. Las salazones gaditanas –Cádiz tenía el monopolio de esta explotación y exportación– las menciona en el siglo V a.C. Eupolis (446-411), autor ático de comedias;

el gran cómico Aristófanes alude a la murena tartésica.

Hacia el año 400 a.C. Antífanes cita las conservas saladas del esturión de Cádiz junto al atún de Bizancio. En Occidente, Cádiz desempeña la misma función que Cartago en el Mediterráneo central. Mogador,

habitada desde el siglo VII a.C., al sur de Marruecos, excavado por Jodin, parece

ser una colonia de Cádiz en función de las explotaciones de oro del Atlas. Cádiz no perdió

a finales del reino de Tartessos sus relaciones ni con Fenicia –como lo indica el sarcófago

antropoide de Cádiz, que procede de la costa fenicia, donde este tipo de sarcófagos,

estudiados por Kukahn, eran corrientes–, ni con Cartago, como lo prueban las joyas

gaditanas aparecidas en Cartago y Utica.

FUENTE JOSE MARÍA BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: “LOS TESOROS PERDIDOS DEL REINO DE TARTESSOS”.

http://www.historiayarqueologia.com/profiles/blogs/los-tesoros-perdidos-del-reino-de-tartessos-jos-mar-a-bl-zquez

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