Las leyendas antiguas de un diluvio universal
Podemos decir que este diluvio sucedió como un hecho histórico. Dejando a un lado las divagaciones teológicas, aparece reseñado en demasiadas culturas además de la cristiana. Y resulta demasiado poco convincente la teoría de que, las increíbles coincidencias entre leyendas precolombinas, hindúes, mesopotámicas o egipcias, sean solo fruto de una casualidad. Parece improbable, sobretodo si tenemos en cuenta que en Centroamérica existen también relatos muy similares sobre un apocalíptico diluvio.
En una rara colección de documentos aztecas conocida como Vaticano-Latin Codex se recogen las leyendas de este pueblo, con relación a los ciclos históricos que había vivido la tierra. Esos ciclos se dividen en “soles” siendo la nuestra la era de “Los Hijos del Quinto Sol”. Antes que nosotros, afirma el Vaticano-Latin Codex, en la era del Cuarto Sol o Tzontlilic, se produjo una destrucción masiva a manos de un diluvio.
En otro documento azteca, la Piedra del Sol de Axayacatl, se especifica que los hijos del Cuarto Sol perecieron a manos de la diosa del agua “Chalchiuhtlicue”. “La destrucción se produjo en forma de lluvias torrenciales e inundaciones. Las montañas desaparecieron y los hombres se transformaron en peces”.
En Colombia los indios chibchas mantienen viva la leyenda de Chía, que utilizó sus medios mágicos para provocar un diluvio en el que pereció la mayoría de la población. En Ecuador son los indios que relatan una vieja leyenda sobre un diluvio del que escaparon solo dos hermanos que se habían refugiado en una alta montaña. Por su parte, en Perú, son muchas los mitos referentes a un indio a quien una llama advirtió de que iba a producirse un diluvio, salvándose gracias a aquella advertencia. También los araucanos de Chile, y los yamana de Tierra de Fuego mantienen tradiciones similares.
En Norteamérica también existen leyendas similares, “entre los inuit de Alaska, existía también una tradición sobre un terrible diluvio que, acompañado de un terremoto, se extendió por toda la tierra.“
Los luisenos de baja California cuentan una leyenda sobre un diluvio que inundó todas las montañas y destruyó a la mayor parte de la humanidad. También ente los indios Dakotas se afirmaba “el mar y las aguas habían anegado en una época la tierra, de forma que toda vida humana quedo destruida“. Por su parte, los chickasaws aseguraban que el mundo había sido destruido por el agua “pero una familia se salvó junto con una pareja de cada especie animal”.
Pero el mito del cataclismo acuático no se limita a América. En un lugar tan distante de la cálida California, como el bosque tropical malasio, los chewong creen que cada cierto tiempo su mundo se ha visto boca abajo, siendo inundado y destruido por el agua. En Laos, al norte de Tailandia, existe la leyenda de unos seres llamados los Thens, que provocaron el fin de una era creando un diluvio del que solo se salvaron tres grandes hombres y varias mujeres, a bordo de una lancha. Asimismo los karins de Birmania poseen unas tradiciones sobre el diluvio, al que tan solo sobrevivieron dos hermanos a bordo de una lancha. En Vietnam se especifica que esos hermanos, hombre y mujer, iban acompañados de una pareja de cada especie animal.
Hasta en el Egipto faraónico, se recoge esta leyenda. En un texto funerario conservado en la tumba del faraón Seti I, por ejemplo se habla del diluvio. Las razones de ese cataclismo aparecen reflejadas en el capítulo CLXXV del Libro de los Muertos donde el dios Toth sentencia: “… voy a destruir todo cuanto he creado. La Tierra se hundirá en el mar por medio de un diluvio, y su superficie aparecerá lisa como en tiempos pretéritos…“.
Un mundo desaparece para nacer de nuevo
En total se han rastreado más de quinientas leyendas sobre el diluvio en todo el mundo. ¿Realmente pueden atribuirse esa leyenda universal a un cúmulo de casualidades entre los folcloristas de todo el mundo? Parece muy poco probable.
Hacia mas de 11.000 anos la tierra fue sacudido por violentos terremotos y muchas partes costeros se hundieron en el mar. Esta interpretación tiene todos los rasgos de veracidad, desde el punto de vista de las ciencias naturales. La mayoría de la vida humana existente en este tiempo se extermino, solo se quedaron algunos rebrotes de civilizaciones que existían con anterioridad a este cataclismo mundial. Para la humanidad la evolución comienzo de nuevo, los pocos sobrevivientes comenzaron en cero. La historia se perdió en el olvido y solo se quedaron algunos leyendas y mitologías que fueron guardados en las tradiciones de las nuevas civilizaciones. Sin embargo, hace 300 años se quemaba en la hoguera al que enseñaba estos conocimientos, ya presentes en los hombres de ciencia 5.000 años a.C.
Tenemos un sinnúmero de indicios de la existencia de una civilisacion muy avanzado que penetro las civilizaciones primitivos que reaparecieron de nuevo en el mundo. Los sobrevivientes de esta cultura desaparecida se dispersaron por todas partes en busca de refugios y donde llegaron mezclaron su cultura y sus conocimientos con los tradiciones y costumbres de los grupos indígenas.
Hay certezas de culturas similares a ambos lados del Atlántico – de los mayas, incas y aztecas en el lado americano con las civilizaciones babilónicas de Asia Menor, los etruscos prerromanos de Italia, los aqueos helénicos de Homero, las culturas de Micenas y Creta y las mauritánicas antiguas del norte de África.
Todos estos pueblos adoraban al Sol en templos orientados astronómica mente, utilizaban un calendario del mismo tipo fundamental, embalsamaban a sus muertos y el conocimiento de la redondez de la Tierra, 3.000 años antes de Moisés; En las leyendas de los Incas y la mayoría de los mitologías de las primeras civilizaciones de América están presente las historias de Atlandida y de su hundimiento, de sus sabios y seres superiores.
El antiguo imperio de la Atlantida
La época del imperio de Atlandida se produjo antes y hasta el fin de las ultimas Glaciales hace 10 a 12.000 anos. El “complejo cultural” atlántico, que lógicamente se debió producir en islas de clima templado y en sus costas adyacentes, desapareció durante los trastornos sismológicos que acompañaron a las grandes inundaciones (tsunamis) subsiguientes al deshielo.
Platón sitúa el hundimiento, según le informaron los sacerdotes de Sais, hace 11.250 años, mientras la ciencia moderna sugiere el año 10.000 a.C. como el período del fin de los últimos glaciares europeos, a los que siguió la inundación. La difusión de la civilización megalítica hacia Europa se produjo alrededor de esta época y, puesto que las fechas correspondientes a las culturas Tartessos, en el sur de España, el norte de África y las islas mediterráneas están siendo constantemente retrasadas, todas ellas se acercan al período de la última retirada de los glaciares y del supuesto éxodo desde la Atlántida.
Debido al aumento general del nivel de las aguas en relación con el hundimiento de la costa en muchas partes de Europa y África, que tuvo lugar en las Edades de Piedra y de Bronce, muchas otras tierras sumergidas a la orilla del mar podrían encerrar nuevos elementos de la Edad de Piedra. Pero la exploración submarina en las zonas cercanas a la costa, en el Mar del Norte o en el Atlántico Norte es difícil y a menudo poco satisfactoria, debido a la falta de visibilidad, algo muy distinto a lo que ocurre en las aguas habitualmente claras del Mediterráneo, el Caribe y otros mares más meridionales.
En otras palabras, todo era parcialmente cierto, pero ligeramente deformado a través del turbulento polvo de la leyenda y de la inconstante memoria del ser humano. Hubo una vez grandes islas en el Atlántico. Ocurrió una vez una inundación que pareció cubrir la tierra, pero las aguas no retrocedieron y todavía están en torno a nosotros. Y las tierras no se hundieron realmente, sino que resultaron anegadas, y con excepción de los sectores cubiertos por las mareas, no volvieron a emerger. Y esas tierras perdidas están todavía allí, en lo profundo del océano, y sólo sobresalen del Atlántico sus partes más elevadas. A lo largo de sus orillas sumergidas y los terrenos originalmente fértiles de la época anterior al diluvio, deben yacer las ruinas y los restos de sus ciudades, palacios y templos.
Las islas Azores, las Canarias y las Bermudas
Producto del desprendimiento de las capas terrestres se quedaron solo los picos de montanas como islas en el mar. La Isla Atlántida con sus puentes terrestres se sumergió en el fondo del atlántico. En la localización donde existía la Isla Atlántida están hoy las islas Azores. Las Azores son cumbres de montañas no cubiertas por las aguas que se alzaban en el “octavo” continente, como también suele llamársela.
Cuando se descubrieron las islas Canarias, en el siglo XIV, y una vez que los españoles pudieron comunicarse con sus habitantes, éstos manifestaron su sorpresa de que existiera otro pueblo vivo, ya que pensaban que toda la Humanidad había perecido en una catástrofe y que sólo algunas montañas, que ahora constituían su hogar, habían permanecido sobre el agua. Además, estos isleños poseían una extraña mezcla de civilización y barbarie de la Edad de Piedra.
Entre otras cosas, se regían por un sistema de monarquía electiva compuesta por diez reyes, adoraban al Sol, tenían una clase sacerdotal especialmente dedicada al culto de este dios, momificaban a sus muertos, construían sus casas con piedras encajadas con mucha precisión y con paredes pintadas de rojo, blanco y negro, tenían grandes fortificaciones circulares, practicaban una forma de irrigación por medio de canales, se tatuaban la piel mediante sellos que imprimían los dibujos, confeccionaban una cerámica similar a la de los indios americanos y fabricaban lámparas de piedra.
Su lenguaje hablado, que ahora se ha perdido, parece haber estado relacionado con el del pueblo beréber y tal vez también con los de los pueblos tuareg, de África, a los que se ha considerado posibles sobrevivientes de la isla de Platón.
Varios de estos rasgos culturales coinciden estrechamente con las tradiciones atlánticas y de otras civilizaciones mediterráneas y trasatlánticas. En la época clásica hubo evidentes contactos esporádicos entre los Canarias y los fenicios, cartagineses, numidios y romanos, pero el nivel cultural había retrocedido considerablemente en el momento de su “redescubrimiento” por los españoles. Hay otros indicios que apuntan hacia un considerable declive cultural, como por ejemplo que para hacer la guerra se sirvieran de armas de piedra y madera. Sin embargo, su organización fue lo bastante eficaz como para hacer frente durante cierto tiempo a los españoles.
Al examinar los cráneos de las momias se ha advertido una curiosa similitud en las costumbres médicas; concretamente en las técnicas de trepanación, que consistían en colocar una lámina de oro o plata sobre el cerebro cuando el cráneo había sido herido. Tanto los Canarios como los incas peruanos practicaron este arte delicado, pero sólo podemos especular acerca de si esto era una consecuencia de una cultura atlántica compartida o si se desarrolló en forma natural en unos pueblos habituados a golpear a sus enemigos en la cabeza.
Incluso algunas de las características físicas que Platón describe en detalle pueden ser identificadas en las islas atlánticas. El filósofo menciona la existencia de rocas negras, blancas y rojas, como las de origen volcánico que todavía pueden verse en las Azores, las Canarias y otras islas del océano Atlántico. La referencia a climas templados y cantidades ilimitadas de fruta pueden aplicarse todavía a Madeira, las Canarias y las Azores, y la gran montaña que se alza desde la planicie central podría ser el monte Teide, de Tenerife. En la narración de Platón se advierte otra coincidencia, cuando habla de manantiales fríos y calientes, que habrían sido creados por el tridente de Poseidón. Estas fuentes, al igual que las rocas blancas, negras y rojas, también existen en las Azores.
Paul Le Cour, fundador de la organización francesa “Amigos de la Atlántida” y de la revista “Atlántida”, visitó las Azores y comentó estas coincidencias. También se refirió al uso que actualmente se da a los trineos en las Azores. Los isleños los hacen deslizar sobre piedrecillas redondas, lo que significa trasladar a la época moderna un sistema de transporte correspondiente a la Edad de Piedra. Las Azores, aún más que la isla Tera, presentan un aspecto de tierras sumergidas, con grandes cumbres montañosas de color negro que se alzan directamente desde el mar.
Los primeros exploradores también hallaron en Corvo la estatua de un jinete, esculpida en piedra y con una inscripción indescifrable en la base. La estatua ha desaparecido y también la base y la inscripción. Sin embargo, según señala A. Braghine, un moderno investigador, en su libro The Shadow of Atlantis (La sombra de la Atlántida): Cuando los exploradores portugueses que buscaban nuevos territorios llegaron a las Azores y vieron la estatua, advirtieron que el brazo del jinete apuntaba hacia Occidente; es decir, hacia el Nuevo Mundo. Se dice que los habitantes de las islas la llamaban Cates, lo cual no tiene significado, ni en portugués ni en español, pero que, por una curiosa coincidencia lingüística, se asemeja, en el lenguaje quechua del antiguo imperio inca, a la palabra cati, que quiere decir “siga”, o “vaya hacia allí”.
“Atlantida rodeado de otras islas; y desde las islas se podía atravesar al continente opuesto…”.
Al estudiar las islas del Atlántico y su posible relación con las costas del Atlántico y con las islas y culturas del mundo mediterráneo primitivo, nos acercamos mucho a una posible solución del misterio de la Atlántida, un misterio que tal vez nunca lo fue, ya que siempre hemos tenido una explicación a mano.La investigación oceanógrafica, al igual que la exploración submarina, que constituye un campo de investigación completamente nuevo, se han unido a la geología para proporcionarnos una nueva respuesta lógica y verosímil.
Jean-Albert Foéx nos ha ofrecido la explicación más plausible y al mismo tiempo más obvia acerca de la Atlántida, en su libro Histoire sous-marine des Hommes (Historia submarina de los hombres). Su deducción no se basa en leyendas o mitos, sino en hechos científicos aceptados como tales. Se apoya en el consenso general existente entre geólogos y oceanógrafos, en el sentido de que, si bien el nivel del agua se ha elevado en los últimos milenios a un ritmo de unos 30 centímetros cada siglo, hace muchos miles de años se produjo una enorme crecida, a un ritmo mucho más rápido. Alrededor del siglo X a.C., el nivel del mar se hallaba unos 135 a 150 metros por debajo del actual.
La elevación del nivel se debió a las inundaciones originadas por el deshielo de los últimos glaciares. Cuando el tercer y último glaciar se retiró y los hielos se derritieron, las aguas se elevaron en más de 150 metros y produjeron lluvias torrenciales y erupciones volcánicas, especialmente en las zonas volcánicas del Atlántico. Esto debió parecer como el fin del mundo, en medio de un gran diluvio. En otras palabras, el “complejo cultural” atlántico, que lógicamente se debió producir en las islas de clima templado y en las costas adyacentes, desapareció durante los trastornos sismológicos que acompañaron a las grandes inundaciones subsiguientes al deshielo.
Este aumento del nivel de las aguas podría explicar también el gran crecimiento del Mediterráneo, cuyo fondo no es un verdadero fondo marino, sino que se caracteriza por tener valles y montañas. Esta vez, al estudiar la Atlántida estamos pisando terreno científico firme, en general. Sabemos que los glaciares existieron; que el hombre preglacial también existió, y conocemos el ritmo de aumento de nivel de las aguas del océano gracias a la precisión que el empleo del carbono radiactivo nos ofrece para establecer la edad de los materiales dragados. Entre esos materiales figuran conchas marinas, moluscos, turbas, mastodontes y mamuts e incluso herramientas prehistóricas.
Si proyectamos las islas del Atlántico de acuerdo con su situación en aquella época, incluyendo todo el fondo del mar que las rodeaba, hasta una profundidad de 150 metros o más, obtenemos islas con áreas terrestres mucho mayores; tal vez no del tamaño de los continentes, pero sí lo bastante extensas como para mantener una población numerosa y activa, capaz de desarrollar una civilización. Algo similar ocurrió con las otras costas, de Francia, España, Portugal, África del Norte y América, que se extendían probablemente tanto como el zócalo continental, como lo demuestran los cañones submarinos que parten de los ríos actuales hasta llegar al borde de grandes abismos.
Estas islas oceánicas no sólo habrían sido mayores que las actuales, sino más numerosas, lo cual significaría extensas zonas secas comprendidas en las orillas de las grandes y pequeñas Bahamas, donde se han realizado recientes descubrimientos de edificios y ciudades sumergidas. La extensión “anterior a la inundación” de estas zonas y de las islas atlánticas nos recuerda la mención por parte de Platón de “…otras islas; y desde las islas se podía atravesar al continente opuesto…”.
Los centros poblados de este imperio prehistórico se encontrarían, naturalmente, en el antiguo nivel del agua y es precisamente allí, como sugiere Foéx, donde la búsqueda de la Atlántida debería arrojar resultados provechosos. No sería la búsqueda de leyendas y tradiciones, sino la exploración de ciudades y puertos reales pertenecientes a la sumergida isla-continente. Tanto en las Azores como en las Canarias y las islas Bermudas se ha informado de la existencia de construcciones submarinas de origen desconocido.
Con esta explicación, que aparece corroborada por la ciencia, por lo menos en cuanto se refiere a la elevación del nivel de las aguas, devolvemos la isla-continente perdida al Atlántico, precisamente al lugar donde la situaba Platón, incluidas islas mucho más grandes y cercanas a las costas de los continentes que la rodeaban, tal como lo describieron Platón y otros autores.
Los relatos de Platón en la mitología griega
Platón relata en Timeo que el primer legislador de Atenas, Solón (hacia el año 600 A. J.), se trasladó a Egipto para estudiar la legislación del antiguo Estado del Nilo. Los sacerdotes lo recibieron con honores, pues conocían bien a sus antepasados. El propio Solón, según le dijeron, no podía saber nada de sus antepasados, pues el antiguo reino griego había sido destruido por los terremotos y con él habían desaparecido todos los testimonios. Pero ellos, que vivían en la tierra cenagosa del Nilo, libre de terremotos, y que, al contrario de los griegos, estaban familiarizados con la historia, sabían todavía bastante de aquel reino.
La descripción que los egipcios esbozaron de la isla Atlántida conserva todavía los rasgos inconfundibles de lo que se llama islas de estela. A cinco días de navegación de la costa de Gibraltar, había en el Atlántico una cadena de islas y el rey de la isla mayor había conseguido el dominio. Estas islas tenían elevadas montañas, y por su clima marítimo estaban pobladas de bosques y lo que es característico de las islas de estela, eran ricas en fuentes termales. Se hacía llegar el agua a las ciudades, a las casas y pórticos, con lo que los habitantes de la Atlántida dieron a los pueblos antiguos el ejemplo para la instalación de las termas, que admiramos en las ruinas de las ciudades antiguas. Al igual que todos los reinos costeros e insulares de la historia, los reyes de la Atlántida adquirieron su poderío gracias al comercio marítimo, y crearon un imperio colonial como más tarde los fenicios, cartagineses, griegos, romanos,, normandos, venecianos, portugueses, holandeses, españoles, ingleses y franceses.
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