Existe un mal hábito mental que consiste en hacer tabla rasa con los conceptos, es decir, equipararlos bajo un sólo punto de vista, dando lugar a una estrechez de miras repleta de prejuicios varios y a la exaltación de conductas equivocadas.
En el caso que nos ocupa, hay quien argumenta que ser egoísta no es malo, dado que la búsqueda del interés personal es algo inherente a todo ser humano, y tanto es así que, aunque hagas actividades de ayuda a los demás, en el fondo, lo haces porque llena de satisfacción tu propio interés personal y, por tanto, es una actividad egoísta.
Como decíamos, este punto de vista adolece en su análisis de tener un único enfoque de la conducta, que además le vuelve ciego y excluyente de las demás formas de ver dicha conducta.
La diferencia no es tan difícil, aunque estas personas se empeñen en no verla. Tal diferencia reside en lo que denominamos interés personal y en aquello que llamamos egoísmo.
El interés personal es algo obvio, no hay acción humana, nada de lo pueda desarrollar cualquier individuo, que no esté registrado bajo este epígrafe. Esto es cierto, podemos decir que “si yo estoy ayudando a alguien es porque evidentemente estoy interesado personalmente en ayudarle”, lo cual, en sí mismo, tampoco explica nada.
Luego, entonces, ¿dónde está la diferencia?
La diferencia reside en dónde colocamos la causa que motiva la acción humana. El motivo o razón puede ser una ‘causa externa’ o una ‘causa interna’, o ambas a la vez.
Tal vez con un ejemplo pueda ilustrarse mejor: Imaginemos que una persona se adhiere a un supuesto ‘Movimiento por la libertad y la justicia social’.
Esto quiere decir que dicha persona (causa externa) está motivada por las malas condiciones de vida de la gente en general, o de un sector determinado, incluso sin tener una situación personal afectada por dichas condiciones.
Otra cosa bastante distinta, es que esta persona (causa interna) de adhiera al ‘Movimiento’ para obtener relevancia social y/o política y aprovechar la situación para conseguir beneficios de poder o económicos.
En el primer caso vemos que la razón de su actividad es externa a su ego, está motivada por la sociedad y sus congéneres. Lo cual no quita, a su vez, un interés personal, dado que si las condiciones generales mejoran esta persona también se verá beneficiada, cierto, pero lo principal y relevante son los valores transmitidos por los demás a los que esta persona es sensible.
En el segundo caso, la razón es exclusivamente interna, el ego de esta persona es más grande que cualquier universo conocido, y sólo busca confirmar y reforzar su dominio ante los demás. Esta persona ‘instrumentaliza’ dicha actividad para sus propios fines, parasitando, y en muchos casos perjudicando, el interés de los demás.
Cualquiera que haya tenido alguna experiencia en una organización, sea de la índole que sea, habrá observado la diferencia entre estas dos conductas.
Hay personas que ante este tipo de conductas, y al no hacer esta distinción, llevan la idea de la tabla rasa hacia el extremo opuesto, y rechazan todo interés personal, ya que lo asocian con egoísmo. Este punto de vista supone una incongruencia con la acción humana y también la negación del individuo, de consecuencias igual y socialmente graves.
Resumiendo, el interés personal es algo normal y lógicamente natural, y en sí mismo no es rechazable; sin embargo, según su causa sea externa o exclusivamente interna, podremos juzgar éticamente si dicha conducta es loable o execrable.
– Imagen de voluntarios de emergencias y ilustración de egolatría. – See more at: http://bitnavegante.blogspot.com.es/2014/04/interes-personal-o-egoismo.html#sthash.gvHNV49K.dpuf
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