Durante el siglo XIII el inquisidor dominico Esteban de Borbón escuchó una curiosa y triste historia ocurrida en Francia y decidió plasmarla por escrito, la historia de San Guinefort, dando origen a una de las más extrañas historias del Santoral católico.
Un buen día, el señor del castillo de Villars-les-Dombes s se encontraba de regreso a sus aposentos en el castillo, y vio a uno de los perros que cuidaban de su hijo abandonar la habitación del pequeño con la boca manchada de sangre. Sin pararse a razonar o a comprobar lo sucedido, y creyendo que el galgo había devorado a su hijo desenvainó su espada y atravesó al animal. Acto seguido escuchó el llanto de su hijo y corrió para comprobar su estado, comprobando que estaba ileso y descubriendo una serpiente muerta a su lado, en la que estaban claramente marcadas las fauces del galgo.
Con gran pesar y tristeza, consciente de haber cometido un fatídico error de juicio, decidió enterrar al galgo, cuyo nombre era Guinefort, en una fosa a la entrada del castillo, la cual recubrió con piedras. Poco a poco la historia del heroico galgo se fue extendiendo por el castillo y después llegó a oídos de los campesinos.
Pronto comenzaron las visitas a su sepultura. Tal fue la adoración de la gente por la figura del difunto Guinefort que su tumba se convirtió en un lugar de peregrinaje, llegando a atribuirse al galgo el poder de sanar a los enfermos y proteger a los niños enfermos.
Cuando la historia de Guinefort llegó a oídos del Vaticano, la respuesta de la iglesia fue la de aceptar que el galgo hubiese podido obrar algunos prodigios y milagros otorgándole la santidad, pero prohibió terminantemente que se convirtiese en objeto de culto. La propia inquisición fue la encargada de perseguir como herejes a los devotos de Guinefort, así como de destruir cualquier texto o registro sobre su existencia. Pese al veto parcial del Vaticano, San Guinefort formó parte de la cultura popular de la región durante siete siglos.
La plegaria que sus devotos le dedican es algo así como “San Guinefort, protégenos de los idiotas y las serpientes malvadas”, algo con bastante sentido común teniendo en cuenta su triste y fatídica historia.
Por cierto, hasta 1930 tuvo su propio día en el calendario, el 22 de Agosto.
Este perro se merecía el nombre de santo sobretodo si nos protege de los idiotas…
Pues oremos a San Guinefort, que buena falta nos hace.
“San Guinefort, protégenos de los idiotas y las serpientes malvadas”
Je je je…nunca mejor dicho.