“Nadie puede desconocer las diferencias hombre-mujer pues son evidentes y saltan a la vista, solo que históricamente estas diferencias (anatómicas, psicológicas, sexual, social…) empiezan a ser consideradas como inferioridad muy tempranamente, a partir del surgimiento del sedentarismo y el patriarcado, cuando las sociedades institucionalizan la guerra organizada e imponen políticas de fuerza como forma de sometimiento. Los hombres, entonces, reclaman el monopolio del poder y el valor, ellos combaten y obtienen triunfos y se asignan el título de héroes, guerreros y caudillos, mientras las mujeres sumisamente atienden el hogar y la prole, en una división del trabajo impuesta a rajatabla.”
Desde entonces, la mujer ha sido subestimada y sometida impunemente a una especie de contrato desigual y machista, con escasas oportunidades para lograr el reconocimiento. Pero no fue sino hasta la imposición de las religiones monoteístas del medio oriente en el mundo que el machismo se convierte en un dogma aceptado universalmente y elevado a categoría de verdad por la misma sociedad.
Si se fijan, durante el neolítico y el matriarcado, la mujer era considerada una diosa, dadora y portadora de vida, pero tuvo que llegar el judaísmo, luego el cristianismo y el islam con su dioses machistas y su rancia moral para que la mujer descendiera del pedestal donde siempre estuvo, para condenarla como un ser inferior y al servicio exclusivo del hombre y sus prejuicios.
Pero ahora, conquistados sus derechos de igualdad, la mujer demuestra también que puede brillar con luz propia, que son como estrellas del firmamento, débiles en apariencia (no todas) pero tan poderosas y brillantes como nuestro mismo sol. La mujer, al igual que los negros, no había brillado en la historia por falta de oportunidades.
Hoy, miremos a nuestro alrededor: el hombre más poderos del mundo es negro, la mujer más rica del mundo negra, Opra (no he consultado últimamente la lista Forbes), el hombre más veloz del mundo, negro; la mujer más bella que ha existido, negra (Mariah Carey para muchos) el mayor divulgador científico en la actualidad, negro; el mayor actor (para algunos críticos), negro, Morgan. Y así sucesivamente podríamos tener una lista interminable, y para la mujer también, que demostraría que esta inferioridad no es más que una idea comprada por la sociedad a los discriminadores e ignorantes.