Me examino con cuidado por dentro, como si registrara los bolsillos de un traje que no me pongo hace algún tiempo, y compruebo, en mi primer día entero con 55 años, que lo que no tengo es ni una brizna de nostalgia. Echo de menos algunas presencias queridas, sobre todo las conversaciones que habría podido tener con ellas, ahora que soy menos propenso a encerrarme en mí mismo; pero aparte de eso, no hay una época pasada en la que preferiría estar viviendo. No añoro ser más joven. Me gusta observar cómo la gente joven a mi alrededor empieza a entrar en la vida, o cómo otros pasan por períodos o por experiencias que yo ya he atravesado, pero no siento envidia. Más bien alivio, hacia las cosas que ya no tengo que aprender, hacia los errores que ya no es muy probable que cometa. Es verdad lo que se ha apuntado a lo largo de la conversación: las personas mayores de antes nos parecían más viejas porque en realidad lo eran, no sólo porque nuestros ojos juveniles las vieran así. Y aunque me gusta cuidar los recuerdos no me pierdo en ellos, y procuro no dejar que el endulzante artificial al que se parece tanto la nostalgia desfigure el pasado, añadiéndole una belleza mentirosa, a la manera de esas nostalgias colectivas por paraísos que nunca existieron. El estudio serio de la Historia es el mejor antídoto contra esas fantasmagorías, que son tan dañinas en política, con sus pasados a medida que permiten un narcisismo quejumbroso, y en ocasiones hasta criminal. El examen cuidadoso de la propia vida tiene un efecto semejante; el remordimiento quizás solo sea útil en la medida en que ayude a no repetir equivocaciones. El porvenir es un libro en blanco en el que habrá que poner los cinco sentidos, buscando el mismo equilibrio siempre inestable que da lugar a una novela, la mezcla del azar en la invención y el trabajo concienzudo, intuir cuándo es mejor dejarse llevar, y hasta qué punto, cuál será el grado justo de control. Me gusta acordarme de lo que dice el saxofonista Johnny Carter en El Perseguidor: “Esta música la estoy tocando mañana“. Los libros que he escrito me importan mucho menos que los que ojalá pueda escribir a partir de ahora. Pensar en la vida que tengo por delante es más alentador que acordarme de la que ya he vivido.
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
http://xn--antoniomuozmolina-nxb.es/2011/01/lo-que-me-queda-por-vivir/
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¡Qué extraordinario comentario de Antonio Muñoz Molina! ¡Qué paz espiritual de sufí andaluz! Su simplísimo discurso de entrada en la Real Academia de la Lengua es el que más me ha gustado de toda la historia de ellos.