domi Ingeniería inversa para la ciudadanía intermitente

De cuando en cuando hay réplicas del terremoto. Se caen las ramas de los árboles del Retiro y de las calles de Madrid. Se cae el techo de la habitación 231 del Hospital Santa Bárbara de Puertollano. Se cae la cubierta del Palau de las Arts de Valencia.

ROBOT

España cae catorce puestos en bienestar social desde el inicio de la crisis. Caemos por debajo de la media de la OCDE en el último informe PISA y deberíamos caer en la más honda preocupación cuando Cáritas pone de manifiesto que España es el segundo país de la Unión Europea con más pobreza infantil.

Sacudida va, sacudida viene. Cospedal se trastabilla al salir del juzgado. Pujol se cae por no estar cómodo en su disfraz de jubilado. Del exmonarca hemos perdido la cuenta de los tropezones que ha dado.

Se nos caen los ídolos. Se caen los prohombres del pedestal, donde no sé si los habíamos puesto o si se habían subido ellos solitos. Se caen los símbolos de una época y, con ellos, se nos caen los palos del sombrajo. Se nos cae el alma a los pies.

Pero no parece que se nos caiga la venda de los ojos, ni que los españoles nos terminemos de caer del guindo. Nos hablan de una cierta recuperación económica y se nos olvidan los desahucios, las preferentes y los comedores sociales. A poco que repunte el empleo daremos por finalizada la crisis económica, pasando por alto que no se ha hecho nada para resolver la crisis institucional e impedir que lo que ha ocurrido vuelva a suceder. bankias, Bárcenas, Nóos, gürtelesEREs, Gowex.., y no hemos aprendido nada. La cuestión sigue siendo la que planteó Juvenal en la Roma de los Césares: ¿quién vigila a los vigilantes? ¿Cómo reforzar la estructura democrática para no volver a ser los daños colaterales de los fallos del sistema?

El filósofo Daniel Innerarity, director del Instituto de Gobernanza Democrática, afirma que tenemos una buena democracia y una mala política. A su modo de ver, los ciudadanos tenemos maneras de hacer oír nuestra voz, pero el problema es que no tenemos la vía para convertir esa amalgama de opiniones en transformaciones políticas. Somos una ciudadanía intermitente, que más que controlar la acción del Ejecutivo o de los partidos políticos, reaccionamos ante el abuso de poder o los actos de injusticia, pero de forma puntual, intermitente, sin visos de continuidad. Sólo existe la presión del trending topic del momento. Los gobernantes lo saben bien. Así, reservan las malas noticias o los anuncios de impacto negativo para el mediodía de los viernes. De sobra saben que las redes arderán durante el fin de semana y que el lunes ya no se acordará nadie. «Tranquilo, que esto se olvida», Ferrusola dixit.

Innerarity cree que es la denostada política tradicional y son los partidos políticos los que tienen que capitanear al cambio. Quizá la prueba que confirma su teoría sea la aparición de Podemos, que de movimiento político está pasando a ser -oh, sorpresa- un partido. Así que si tenemos que utilizar las mismas herramientas, habrá que empezar a usarlas de manera diferente.

He creído encontrar alguna respuesta en Halt and Catch Fire, una serie de AMC que trata sobre la carrera entre las grandes empresas de la informática en la era pre-Internet. En 1981, IBM revolucionó el mercado de la informática doméstica con el primer PC. Pero los ordenadores personales de IBM eran sólo placas e interruptores de diversos fabricantes. Lo único que IBM diseñó realmente fue la información que contenía la ROM BIOS (el chip con los códigos de arranque). La serie arranca contándonos cómo dos empleados de Cardiff Electric (en la ficción; en realidad fue Compaq) copian una a una las 65.536 direcciones de la BIOS, y la reprograman:

– «Es decir, el programa es la magia.
– La mala noticia es que lo patentaron y son dueños de su funcionamiento. La buena noticia es que hay una manera de llegar a él, por así decirlo.
– Ingeniería inversa.
– Correcto.»

«El programa es la magia, no la circuitería». «Apliquemos ingeniería inversa a nuestro alicaído sistema democrático.» Ya tenemos los elementos hardware que lo vertebran, o sea, partidos e instituciones. Revisemos cuáles siguen siendo necesarios y cuáles han dejado de serlo. Añadamos un componente fundamental más: la ciudadanía, la sociedad civil. Destripemos el sistema original para dejar al descubierto las piezas, la lógica y las fallas del viejo sistema. Reconfiguremos el programa reescribiendo las líneas de código que sean capaces de añadir la magia al hardware: la participación ciudadana, la transparencia, la colaboración. También la bidireccionalidad, la rendición de cuentas y la asunción de responsabilidades, para que los gobernados tengamos la posibilidad de señalar la corrupción y la dejación de funciones, de estar presentes en la gobernanza pública. Así se producirá la toma hacia la conciencia de que este compromiso cívico recae también sobre nuestros hombros. En un alarde de originalidad bautizaremos el nuevo programa como Transición 2.0, y lo dejaremos sin patentes ni dueños, abierto a actualizaciones periódicas para parchear vulnerabilidades, agujeros de seguridad y ataques de denegación de servicio al ciudadano.

No más ciudadanos intermitentes sino, por fin, ciudadanos a tiempo completo. ¿Cuándo caerá esa breva?

http://www.huffingtonpost.es/agustina-piedrabuena/ingenieria-inversa-para_b_5675826.html?utm_hp_ref=spain

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