Los mares y océanos, esas vastas extensiones de agua salada, son como otro mundo dentro del nuestro, con sus propias leyes, mitos, leyendas y misterios. Con una profundidad media de 4.000 metros, 3.000 mil millones de kilómetros cúbicos de agua y una atmósfera casi 800 veces más densa que la terrestre, no es de extrañar que todavía nos deparen sorpresas.
En lugares muy concretos de esta inmensidad azul y negra, se producen desde tiempos remotos extrañas anomalías y fenómenos misteriosos. Por ejemplo, cuando nos hallamos en una de estas zonas, podremos comprobar que las brújulas no apuntan al norte magnético, sino al geográfico. Navíos que aparecen a la deriva sin rastro de su tripulación; aviones, barcos y submarinos que desaparecen repentinamente, objetos extraños aparecen moviéndose en los radares para desaparecer a los pocos minutos…son sólo algunos fenómenos con los que nos podemos encontrar en estos “agujeros negros”. No faltan testimonios de avistamientos fugaces de tritones, sirenas, u otros habitantes de las profundidades.
Antaño estas incidencias se achacaban a monstruos marinos como el temible Kraken o las serpientes marinas; hoy en día se barajan diversas hipótesis, como la abducción, los portales interdimensionales, la existencia de civilizaciones bajo el mar o la misma fuerza magnética de la Tierra.
Existen doce grandes triángulos repartidos por todo el globo, separados cada uno por 72º exactamente del anterior. Aunque lo primero que habría que hacer sería desmitificar el mito: estas zonas no se corresponden exactamente con formas triangulares, sino que son más bien romboidales u oblongadas.
Sobre el paralelo 36 de latitud Norte, tendríamos:
– El famoso triángulo de las Bermudas.
– Seguidamente, otro triángulo que ocuparía todo el mar de Alborán, tocando con una de sus puntas las islas Canarias.
– El triángulo de Afganistán, que llega hasta el Golfo Pérsico, siendo el único que no es totalmente marítimo.
– El Mar del Japón, que guarda numerosas similitudes con el triángulo de las Bermudas. También conocido como el triángulo del Diablo o del Dragón.
– El último lo tendríamos próximo a las islas Aleutianas.
Sobre el paralelo 36 de latitud Sur, nos encontramos:
– Un triángulo en Argentina y la Patagonia.
– Otro en la costa oriental de África.
– El siguiente en el océano Índico.
– Otro casi sobre Nueva Zelanda, en Australia.
– El último al sur de la isla de Pascua.
Las últimas dos zonas serían ambos polos, el Polo Norte y la Antártida.
El ufólogo Aimé Michel descubrió que todas estas zonas están atravesadas por la “línea Bavic”, que sería algo así como una “autopista” para los OVNIs, en la que son avistados con más frecuencia. Su nombre proviene de las primeras letras de Bayona y Vichy. Es una línea de máxima curvatura terrestre u “ortotenia”.
La mayor parte de estas regiones se hallan al este de las masas terrestres continentales, donde las corrientes oceánicas cálidas que se dirigen hacia el norte, chocan con las frías que van hacia el sur. Además, allí se encuentran también los puntos nodales en que las corrientes de superficie toman una dirección y las submarinas otra. Estas últimas fluyen tangencialmente, y al sufrir la influencia de distintas temperaturas provocan turbulencias magnéticas que afectan a la comunicación radial y quizá también a la gravedad.
Es curioso cómo en estas zonas, algunos vuelos cuidadosamente programados suelen llegar con un asombroso adelanto. Hay aviones que han arribado con tanta anticipación respecto a su itinerario, que la única explicación es que hayan encontrado un viento de cola de una velocidad de 800 km/h. Parece como si dichos aviones se hubieran encontrado con una anomalía, pero hubiesen conseguido sortearla o evadirse del extraño agujero negro que se ha cobrado la vida de tantos viajeros.
Este fue el caso de un Boeing 727 de la National Airlines, que se hallaba dentro de la pantalla de radar del centro de control, ya que se disponía a tomar tierra. A continuación desapareció abruptamente por un lapso de 10 minutos, tras los cuales reapareció y aterrizó sin dificultades. Según el piloto y la tripulación, no había ocurrido nada extraño. Sin embargo, la hora en los relojes de los viajeros y en diversos instrumentos horarios del avión estaba atrasada diez minutos respecto del horario real.
La hipótesis de Nikolai Koroviakov
Nikolai Koroviakov, a finales del siglo XX, enunció una teoría que podría dar explicación a este misterio: nuestro planeta no gira de modo uniforme, sigue una órbita elíptica y no circular. Esto daría lugar al desplazamiento permanente de las masas gravitacionales en el seno de nuestro planeta.
Nadie sabía darle una explicación, pero la traslación elíptica de la Tierra y su irregularidad en la rotación a lo largo del año es conocida al menos desde el siglo V, en el que el astrónomo Johannes Kepler descubrió las leyes que rigen el movimiento de los planetas.
Koroniakov descubrió que el núcleo de la Tierra, formado por metales pesados, hierro y níquel, asesta de vez en cuando a través del magma golpes hidraúlicos contra la corteza, lo que mueve los continentes, provoca la subida de la superficie terrestre, inunda extensas zonas y activa los volcanes. El desplazamiento del núcleo y del magma crea poderosos flujos magnéticos que influyen en muchos procesos terrestres. Y cada uno de los puntos donde golpea el núcleo es uno de estos triángulos, por lo que podría ser la causa de los doce puntos de aberraciones geomagnéticas y su disposición regular a lo largo del globo terráqueo.
El triángulo de las Bermudas y el de Japón son los más importantes a nivel de casuística, ya que registran mucho tráfico aéreo y marítimo, por eso los vamos a ver un poco más en profundidad.
El Triángulo de las Bermudas
Es el triángulo por antonomasia y el que más ríos de tinta ha hecho correr sobre este tema. También ha sido llamado la Tumba del Atlántico. El triángulo de las Bermudas se sitúa frente a la costa sudeste de Estados Unidos, en el Atlántico occidental. Va desde las Bermudas, por el norte, siguiendo hasta el sur de Florida, después hacia el este, hasta un punto más allá de Puerto Rico a unos 40 grados de longitud oeste, y regresa a las Bermudas.
La historia negra de este enclave oceánico recoge la pérdida de más de 1.000 vidas humanas, sin que se haya podido recuperar ni un sólo cuerpo, ni siquiera restos de los aviones o barcos desvanecidos.
Muchos barcos de carga, pesqueros y embarcaciones de placer desaparecieron en medio de condiciones climatológicas benignas, sin dejar restos flotantes, ni manchas de aceite, botes, chalecos salvavidas o cadáveres, ni en el mar ni en las playas vecinas donde las aguas pudieran haberlos arrastrado. No enviaron mensajes de SOS ni informaron acerca de nada anormal.
Muchos de los aviones (unos 129 desaparecidos en total) se perdieron mientras estaban en contacto radial con sus bases o con sus lugares de destino, contacto que se mantuvo normalmente hasta el momento de su desaparición. Otros enviaron los más extraordinarios mensajes, dando a entender que no podían hacer funcionar sus instrumentos, que sus compases giraban locamente, que el cielo se había tornado amarillo y brumoso durante un día claro, y que el océano, sereno en sus alrededores, “no parecía normal”, sin precisar qué era exactamente lo anormal que estaban percibiendo.
En esta zona se producen también a veces “turbulencias del aire claro” (clear air turbulence), un fenómeno que si es muy intenso y se prolonga demasiado, puede hacer que los aviones se partan y estallen en pedazos sobre el mar.
Mención especial merecen los casos de barcos que son remolcados por otros, en los que los remolcadores han perdido sus remolques e incluso a la tripulación que iba en ellos envueltos por una especie de niebla, acompañada por alteraciones de la radio, el compás, y el sistema eléctrico. Finalmente, la nave se hunde como “arrastrada por un remolino”, según relatan los testigos.
En 1881, la goleta americana Ellen Austin sufrió un accidente casi increíble. Mientras navegaba al oeste de las Azores, encontró una nave similar abandonada. Cuando sus hombres la abordaron, hallaron todo en orden, las velas plegadas y el aparejo intacto. El capitán de la Ellen Austin instaló una tripulación a bordo, para rescatarla como botín. Sin embargo, antes de que pudieran ponerla en movimiento, sobrevino repentinamente una tormenta que hizo que las dos embarcaciones perdieran todo contacto. Pasaron dos días antes de que la Ellen Austin pudiera avistar nuevamente la nave abandonada, y cuando la volvieron a abordar, descubrieron que la nueva tripulación había desaparecido, sin dejar señales acerca de lo que le había ocurrido o adónde se había ido. Pero el capitán era insistente y, tras vencer la considerable reticencia de parte de su tripulación, consiguió un grupo de voluntarios a los que persuadió para que pilotaran aquel misterioso barco, aparentemente lleno de peligros. Poco más tarde volvió a levantarse una tormenta, se volvió a perder el contacto y ya no se volvió a ver ni la nave ni a la segunda tripulación.
El Triángulo del Dragón
El triángulo español
«Supongo que Cthulhu sigue viviendo en las pétreas catacumbas que lo han protegido desde los días en que el Sol era joven…¿Quién conoce el final? Lo que ha emergido puede hundirse, y lo que se ha hundido puede emerger. La más horrenda fealdad espera soñando en lo profundo, mientras la decadencia se difunde por las tambaleantes ciudades de los hombres. Tiempo llegará en que…, ¡pero no puedo ni debo pensar!» H. P. Lovecraft, La llamada de Cthulhuhttp://granmisterio.org/2014/04/04/los-triangulos-de-la-muerte/
Misterios, haberlos haylos
pero no nos confundamos con las desapariciones maquinadas por los gobiernos,
que son muchísimas.
No confundamos la velocidad con el tocino.