Mientras tu estado mental y emocional no sea lo más importante para ti en cada instante, no importa nada de lo que hagas, ni la importancia que tenga para ti. No importa lo urgente que creas que es cada asunto en el que te involucras para no ver nada más. Ni importan las consecuencias de no haberte ocupado “responsablemente” de ello ni ningún tipo de desenlace posible. Cada situación en la que decidiste involucrarte “afuera” era sólo una excusa más para no mirar la causa de todas ellas.
Es más honesto aquietarse por unos instantes y reconocer que en realidad no quieres ver. Ese reconocimiento libera a la mente de una gran tensión. Reconoces esa tensión cada vez que piensas en detener tu mente un momento de la vorágine de su absurda e inconsciente actividad, tan importante para ti. Mediante la práctica con los ejercicios puedes comprobar el enorme rechazo que sientes al pensar en aquietarte por un rato, y cómo tu mente trata de evadir ese momento en el que le entregas tu mente al Espíritu en paz. Por lo tanto, la paz no es lo que deseas todavía. El problema de no reconocer esto consiste en la enorme cantidad de tiempo que pierdes creyendo que quieres lo que todavía no deseas encontrar.
Podemos ser honestos hoy y reconocer esto: que la paz es algo que te asusta, algo que contradice tu idea del mundo, de tus relaciones e incluso de ti mismo. Por lo tanto, llevar a tu mente a la paz por un momento sólo puede producir miedo, ya que en la paz el ego no puede prevalecer. Y si el ego es lo que crees que eres, creerás que en la paz mueres. Ésa es la razón por la que la práctica de los ejercicios resulta tan confrontante, la razón por la que olvidas con tanta facilidad el único propósito para el cual viniste a este mundo, y la razón por la cual mantienes una guerra oculta en tu mente hacia el contenido de este Curso.
Tal vez no sea eso lo que compartas con otros, y de lo que te escuchen hablar sea de las maravillas que has logrado y una cierta serenidad con respecto al pasado. Pero recuerda que el ego es muy astuto, y enarbolará esos pequeños logros para mantenerte entretenido con ellos, y ocultar hábilmente aquello que todavía no estás dispuesto a sanar. Podrá mantenerte en ese estado durante mucho tiempo. Tal vez incluso abandones este mundo sin haber reconocido esa negación a ver lo que te hacía daño, oculto tras mínimos logros y pequeños y tímidos avances.
No te conformes con la miseria que el ego te ofrece. Eres un Hijo de Dios, y sólo la perfecta paz es tu herencia. Detente las veces que sea necesario para ver cómo te sientes, para observar por qué te sientes así, por qué estás triste. Si eso no es importante ¿qué es importante para ti? ¿qué otra cosa requeriría más fervientemente tu atención que observar los obstáculos que te impiden ser plenamente dichoso para que sean deshechos para siempre? Y si la paz no es tu prioridad ¿por qué te extrañas cuando a pesar de la práctica de este Curso no eres plenamente feliz?
El Espíritu no quiere quitarte lo poco que tienes y que tanto valoras. Pero es importante que tú te des cuenta de qué se trata ese “tesoro” que tratas de proteger de la luz de la verdad. Porque mientras no lo veas, seguirás mirando en otra dirección, y lo único que verás serán las proyecciones de eso que te has negado a ver para ser liberado.
Cada instante de quietud que le ofreces a tu mente es una invitación al Espíritu en ella. Y cuando el ego se da cuenta de esta invitación te incita a mirar inmediatamente en otra dirección, para que salgas corriendo tras ilusiones de responsabilidades, necesidades, planes, obligaciones y demás estratagemas que te hagan olvidar que tu única responsabilidad como un obrador de milagros es aceptar la Expiación para ti mismo.
Practicar la salvación no debiera ser algo agotador. Tú mismo reconoces, cuando eliminas las resistencias iniciales a estar en paz, que eso es lo que realmente deseas. Pero una vez que vuelves al caos lo olvidas. Decir que no tienes tiempo para estar en paz es una clara negación a ser libre. Una resignación explícita a la dependencia, la esclavitud, la enfermedad, la tristeza y la depresión constante.
Porque ¿qué ocurriría si te dieras cuenta de que no hay nada en este mundo que merezca tu dedicación y tu tiempo, excepto el hecho de pasarlo de largo? Tendrías que replantearte muchas cosas y son realmente muy pocos los que están dispuestos a hacer este acto de humildad en el que reconocen simplemente que se equivocaron. Así que sencillamente cierran los ojos y siguen caminando hacia ninguna parte apresuradamente, siempre ocupados, para que parezca que hay algo importante que hacer aquí, justificando generalmente su falta de voluntad con algún “bien ajeno” que deben hacer para satisfacer la expectativa de otro.
Sin este reconocimiento, todo es en vano porque todo se convierte en una huída hacia delante que no lleva a ninguna parte.
Aunque parece haber dos mundos, sólo uno de ellos es real. No lo puedes ver, pero está disponible en tu mente. Cuando nublas tu visión al mundo real, lo que ves con ojos físicos es lo que aparece ante ti. Y en la medida en que reaccionas a él te estás negando a ver lo que realmente está ahí. Cuando te preocupas o le das alguna realidad al mundo que ves en cualquiera de sus aspectos o formas te sigues negando a ver la verdadera causa de lo que está aconteciendo, que no es física.
El hábito de cerrar tus ojos al mundo por unos instantes para devolverle la paz a tu mente se adquiere de manera natural cuando cesan las resistencias al amor y cuando has comprendido que no hay nada aquí que merezca la pena anhelar.
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