vania LOS PARAISOS TERRENALES

La evolución no es individual, ni siquiera racial. La evolución es planetaria y en la misma medida que evolucionamos como seres humanos también tiene que progresar todos y cada uno de los elementos naturales y vitales que conforman el planeta. No está bien dicho por tanto “Venga el Reino de Dios a los hombres” pues el sentido egocéntrico de considerarse el hombre el centro de la Creación no es sino un estado de conciencia muy primitivo. La Tierra como planeta tiene una conciencia colectiva, con la que lógicamente todavía no ha conectado la mayoría de la Humanidad. Y Reino de Dios será tanto para el mosquito, como para el vecino de al lado o para el aire que respiramos.

El estado de cosas que tenemos en el planeta nos empuja a liberarnos en todo momento creando paraísos mentales, y reinos artificiales, donde vivir nuestra utopía. La mayoría sueña con crear una comuna en un lugar paradisiaco, donde todo será armonía, amor y cariño infinito de todos sus miembros. Incluso los más osados, van a construir una comuna donde además de este clima de amor maravilloso, tengan periódicamente contactos con los dioses que vendrán a nuestra casa a tomar un café y a decirnos que somos muy buenos y que por supuesto formamos parte de la Confederación de Mundos.

Estamos en un tiempo de aprendizaje, de experimentación y de conservar y trasmitir a nuestros descendientes los valores positivos y la tradición esotérica y espiritual que les permita desarrollar a la siguiente generación, más dotada, los potenciales con los que han nacido. El trabajo es sobre todo individual. Es necesario vencer nuestra flaca naturaleza humana, sin que la pereza, el egoísmo, los vicios, la desidia, la falta de caridad y todos y cada uno de los pecados capitales que adornan al humano sean superados . Es importantísimo vivir la solidaridad, la amistad y el servicio hacia los demás. Después de vida tras vida, cuando estemos preparados, no habrá que buscar el Reino de Dios entre los hombre puesto que el dichoso Reino lo vivirá el hombre en el dia a día de paz, amor y solidaridad. Es importante compartir conocimientos, ayudarse unos a otros, pero de momento, cada uno en su casa. Cada uno con sus responsabilidades, con su auto-realización.

Si los Extraterrestres o dioses vienen a rescatarnos será tremendo porque todos nos consideramos dignos y elegidos. Quizás solo los niños pequeños puedan vivir en un mundo nuevo. Recuerdo la película “Señales del Futuro” con Keanu Rives , donde el padre resignado debe dejar paso a su hijo para que sean ellos y solo ellos lo que hereden un mundo nuevo o un Reino de Dios sobre la Tierra. Mientras tanto vamos a ver si podemos convivir sin tensiones con nuestra esposa, o nuestros hijos o el puñetero jefe de la oficina, que seguro que la ha tomado conmigo. Tenemos codificado en nuestro inconsciente el “mito del Héroe” por el cual debemos morir en la cruz, rescatar a la doncella prisionera del demonio o salvar a la patria de la invasión de los enemigos. No prestamos atención al heroísmo y el sacrificio de levantarse por las mañanas a correr, del tremendo esfuerzo que implica no contestar a la agresión o ir a visitar a la pesada de la abuela a la clínica, que no termina de morirse de una vez. El heroísmo de pasar desapercibido limpiando un bosque, consolando a un niño perdido o tomándose un café con el pesado de turno que te cuenta sus miedos y quimeras.

El heroísmo del padre Vicente Ferrer, que no solo no construyó ningún paraíso terrenal ni contacto con los extraterrestres, sino que se metió en el lodazal de la vida y en las cloacas humanas para hacer pozos de agua y sembrar la tierra para que los indúes comieran. El de la madre Teresa de Calcuta, que convivió con la pobreza extrema, la lepra y la miseria humana, sin pedir nada a cambio. En la Selva Negra de Alemania existe un parque repleto de vegetación y de encinas, que fue plantado por un héroe silencioso. Este pastor cada día plantaba cien bellotas, en el suelo con una barra de hierro. Día tras día desde la Primera a la Segunda Guerra Mundial. Murió en un asilo resignado, sin medallas, sin reconocimiento alguno, pero feliz de haber realizado su pequeña-gran misión existencial de sembrar vida.
El problema fundamental del ser humano es considerar que en su corta vida, se debe realizar todos y cada uno de los misterios y profecías habidas y por haber. Cuando la vida misma no es sino un suspiro en el devenir humano, y aún menos que un suspiro en la autoselección de la Tierra. Y casi insignificante en el devenir del cosmos. La clave está en conseguir la a-temporalidad, es decir, vivir en este tiempo sin tiempo. Mi cuerpo está aquí, pero mi mente es inmortal, es un estado sutil pero asequible. Estoy aquí pero sin prisa, pues el tiempo y yo somos una misma cosa. Vivir y morir no son sino pequeñas fases existenciales, pues yo era antes y soy ahora para perpetuarme después. Este es el verdadero estado de libertad profunda. Este es el verdadero Reino de Dios, que provoca inconscientemente una sonrisa de bondad y una tremenda alegría en la mirada. Es la atemporalidad del anciano que sentado en el umbral de su vieja casa ve pasar las complicaciones humanas sin que le afecten, pues su mirada esta en otro tiempo en el paraíso de la maravillosa paz interior. Hay un buen libro que nos habla de este estado atemporal. “El poder del Ahora” De Edgar Tholle.(Sección «Biblioteca» de la Web www.concienciaplanetaria.es ) Es este el verdadero Reino de Dios en nosotros. No en la cima de un monte aislando el cuerpo pero sofocando la mente.

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