Había una vez una bella Princesa que no quería amar a nadie por temor a ser herida, su rostro estaba cubierto por un pañuelo de seda y nadie podía verla; y así fue como una hermosa tarde de septiembre conoció a un Noble Caballero, el cual pretendía su mano.
Se acerco a ella y le pregunto que debía hacer para poder conseguir su amor, y ella le respondió que solo consiguiendo la Rosa Roja ubicada en la cima de la montaña más alta y peligrosa del Reino conseguiría su amor eterno.
El joven Caballero comenzó su largo camino hacia aquella aventura, transitó por caminos oscuros, bosques llenos de fieras y rápidos ríos peligrosos.
Al llegar al pie de aquella montaña se dio cuenta que era casi imposible conseguir aquel trofeo para la bella Princesa, así que decidió esperar y meditar lo que realmente deseaba su corazón.
En aquel preciso instante apareció frente a sus ojos una hermosa Dama vestida de blanco. Él le preguntó quien era y que deseaba, así que sus preguntas fueron respondidas.
Yo soy la Dama de la Rosa y he venido a advertirte sobre los peligros de esta montaña, si tu corazón es noble y sus sentimientos sinceros, podrás llegar a la cima sin ningún problema; de lo contrario unos vientos huracanados te derribaran y caerás a lo más profundo del abismo, del cual nunca podrás salir.
Y así fue como confiando en su corazón emprendió este peligroso camino. Al llegar a la mitad un fuerte viento comenzó a soplar y a desequilibrarlo, pero igual siguió adelante ya que sus sentimientos eran nobles. Al llegar a la cima tomó la Rosa Roja y al soplar de nuevo el viento lo mandó directo al abismo.
En ese momento pensó que no iba a volver a ver a su amada, pero una dulce voz comenzó a guiarlo por un camino oscuro y que aparentemente no tenía salida.
Siguió ese sendero pero siempre llegaba al lugar de partida, así que casi resignado se recostó para recobrar fuerzas para el siguiente día.
Al despertar vio frente a sus ojos a la Dama de Blanco, la cual le dijo “Veo que no has renunciado al amor de tu amada y por eso te otorgo
la libertad”, la bella Dama levantó su mano y el oscuro sendero se iluminó, él asombrado le dijo “Por que haces esto por mí”.
La respuesta de la Dama de Blanco fue muy convincente “Tú me has demostrado que por más que quisiera mantenerte en este bosque, podrás encontrar la salida gracias a tus nobles sentimientos para con ella”.
Sigue la luz y llegarás al camino de las rosas. Y así fue como al salir del bosque encontró a su corcel, lo montó y emprendió el viaje de regreso.
Al llegar al Castillo se presento ante ella y le dio la tan ansiada Rosa Roja. En ese momento ella se quitó el pañuelo que ocultaba su rostro y él quedo sorprendido, pues era la mismísima Dama de la Rosa.
“Por qué me has hecho esto, qué era lo que realmente pretendías de mí”, “Acaso con los poderes que tienes no podrías haber adivinado lo que ocultaba mi corazón”. Estaba tan abrumado y sentía una honda pena en su corazón.
“Hoy me he dado cuenta que tú me amas y que no has venido para hacerme sufrir”.
Al escuchar estas palabras de la Princesa se dio cuenta que debía marcharse y así fue como monto a su corcel y volvió a su Reino.
“Tú has jugado con la vida de aquel que siempre te ha visto en sus sueños, por eso prefiero volver a mi Reino y olvidarme de quien solo sabe jugar”.
Quiero regalarles esta historia para que se den cuenta que no debemos ocultarnos detrás de una mascara, ni tampoco probar los sentimientos de quienes amamos, si realmente amamos a alguien debemos ser sinceros y demostrar todo lo que escondemos por miedo a sufrir.
Porque la Rosa Roja es nuestro corazón.
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