Los mitos no sólo perviven, sino que se van adaptando a los tiempos. Antes eran los elementos, luego los elementales, pasando por los seres divinos y mitológicos hasta llegar a los de épicas fantasías. El terror infundido por las religiones creó ángeles y demonios, y hoy son seres del espacio exterior.
Mañana tal vez, según lo veo, regresaremos a un sincretismo esotérico derivado de la evolución del New Age, donde los seres de otros mundos no tienen mundos físicos. Provendrán de una especie de limbo de la «n» dimensión, de una realidad paralela aún no comprobada.
Los OVNI’s, mal asociados con artilugios tecnológicos, están pasando a convertirse en manifestaciones etéreas, regresando al esoterismo de mediados del siglo XIX creado por Allan Kardec y popularizado más tarde por Madame Blavatsky, convirtiendo en casi un tema religioso lo que debería haber sido la puya de la curiosidad científica, y esto hoy gracias al descreimiento religioso en las instituciones establecidas.
Yo me considero un disidente de estas ideas, no por descreimiento, sino porque nunca he necesitado de muletas para avanzar, pero sé que el común del mundo se mueve por esas ideas, y esa es la evolución que estoy viendo en ellas para un fenómeno que, en lugar de motivar un análisis, motiva su veneración como una nueva religión en aras de escapar de ésta triste realidad de guerras santas absurdas, injusticia social e indiferencia total.
Ya lo decían The Beatles, «All you need is love» (Todo lo que necesitas es amor), y aquí no lo hay, pero también se busca poder. Amor y poder son los atributos que el ser humano le da a esos seres superiores a los que tanto implora y que cada vez parecen estar más lejos. ¿Y la ufología seria? Seguirá en las sombras, con un libro aquí, otro más allá, pero quienes realmente necesitan leerlos, nunca sabrán que existen o no les interesará si no cuentan historias de guerras intergalácticas con brillantes ilustraciones.
Lamentable.
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