Sanando a través de la visualización (sobre el uso de mandalas como medicina)

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En el vientre virgen de la imaginación, la palabra se materializó. –James Joyce

Desde aquellas primeras pinturas en las cuevas paleolíticas, las imágenes han sido usadas como encantamientos para actuar sobre un objeto y operar cambios en la naturaleza. Esta naturaleza mágica asociada a la imagen nos sigue acompañando hoy en día en el cine y en la publicidad que logran penetrar el fuero interno de las personas para influir y provocar ciertos comportamientos. Como decía Fitzgerald “las películas nos han robado nuestros sueños”, esto en tanto a que han logrado ocupar su lugar y proyectarse, por así decirlo, en el teatro de nuestra mente.

La fuerza “mágica” de la imagen opera a través del vínculo que establece entre un objeto y su representación. Se genera una transferencia psíquica entre la imagen y la mente que percibe esa imagen (la mente puede ser la misma fuente de esa imagen y establecer una relación dual de diferencia e identidad con la imagen: yo soy la imagen que tengo de mí mismo y a la vez no soy esa imagen, como sucede con el retrato de Dorian Gray). La imagen es la forma en la que la psique se comunica consigo misma, se sale de sí para verse (desconociéndose o reconociéndose). Es una concentración simbólica de su propio contenido que conserva en mayor o menor medida, como un doble o un avatar, una relación de identidad vinculante: lo que le pasa a la imagen nos pasa a nosotros, con la graduación del nivel de nuestro involucramiento simbólico. Pilotear un drone que descarga bombas en Irak a través de una computadora, ver a Leonardo DiCaprio hacer lo que nosotros queremos hacer en una película (el efecto diegético),  interactuar con otra persona a través de un avatar en una red social o despertar creyendo que somos una mariposa después de un sueño particularmente nítido son experiencias de diferente intensidad pero en todas ellas hay un afectación entre las imágenes y la representación. La realidad ya era virtual antes de la realidad virtual.

Debido a que la mente humana no distingue tajantemente entre las experiencias vividas y la memoria y la imaginación, las imágenes mentales y el tratamiento que les damos pueden ser utilizadas como las mismas experiencias para programar al organismo y formar hábitos, que a su vez son conexiones neurales codificadas: un mapa específico de contenido psíquico que reproducimos en la mente y se convierte en un nodo estructural de nuestro comportamiento aprendido, en el sistema operativo que nos rige en respuesta a ciertos estímulos. El hecho de que para el cerebro imaginar que estamos comiendo un helado o comer un helado  (o imaginar que tenemos sexo, viendo porno, por ejemplo y el acto sexual mismo) puedan confundirse y activar las mismas regiones neurales, es algo que puede ser usado en tu contra –al menos de que lo uses a tu favor.

Mandalas, magia y medicina

Mis mandalas son criptogramas sobre el estado del ser que se me presentaba cada día de nuevo… Los guardaba como perlas preciosas… se volvió sumamente claro que el mandala es el centro. Es el exponente de todos los caminos. Es el camino del centro, a la individuación.- Cal Jung.

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No resulta, entendiendo lo anterior, nada extraño que la visualización haya sido usada históricamente como un arte mental para operar cambios en la naturaleza. Lo que nos interesa específicamente es la sanación a través de la visualización o la representación de imágenes y fenómenos simbólicos íntimamente ligados a la historia personal de un individuo. En ciertas tradiciones budistas, por ejemplo, se otorga un mandala personal (un centro visual articulado para representar algún aspecto del orden del universo o de la jerarquía divina que tiene una particular relación simbólica con el proceso que atraviesa el individuo). Este objeto puede ser físico o metafísico  (es el mapa y es la entrada al territorio numinoso) y tiene varias funciones, entre ellas sirve como un espacio de meditación para concentrar la atención, pero también puede cumplir la función de cifrar una especie de santuario o región protectora que cobija al usuario. En ambos casos, el cerebro del usuario se modifica al usar esta tecnología de la imagen.

En el centro de la filosofía jungiana está la idea de que el inconsciente es el depositario de la memoria transpersonal del hombre y, en tanto a que éste es imagen del universo, también de la memoria cósmica, la cual comunica a través de símbolos como un arcano proyector cinematográfico en el centro de un laberinto. El credo enunciado por Jung: ‘”Prometo lidiar con todo fenómeno como si fuera un trato particular entre Dios y mi alma”, sirve como punto de partida en la iniciación en el juego de sombras de la vida hacia el misterio del ser, que en su individualidad  es una representación del universo o de la totalidad de la existencia en un proceso de integración. Este credo es mejor entendido como un juramento mágico, una especie de técnica de la mente para despertar un proceso de conciencia y voluntad. A fin de cuentas es una decisión de reencantar la existencia, de conectar el fenómeno con el noumenoy ver en todo lo que nos sucede un lenguaje y un significado. De esta forma todas las imágenes que surgen están cargadas de una energía numinosa y contienen información que lleva en última consecuencia hacia la fuente universal, son manifestaciones del alma de las cosas que no sólo debemos de interpretar (partes centrales del puzzle existencial) sino que también podemos usar como mecanismos de sanación (en tanto a que el significado de las cosas se traduce en una memoria operativa).

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Jung utilizaba los mandalas de sus pacientes justamente como un centro aglutinante del contenido de su inconsciente, un eje a través del cual integrar su psique, como un vórtice centripeto en el cual arrojar el detritus y hacer la alquimia. El mandala como una forma de desocultar y ordenar aquello que por definición yace fuera del alcance de nuestra atención vigilante: lo inconsciente, la sombra. La misma entropía, la misma fragmentación de la psique es reconceptualizada como una forma integral con una resonancia cósmica: cobra sentido. El mandala en este marco terapéutico confiere significado a la psique (que se reimagina como un centro, un núcleo, en una red de relaciones significativas y por lo tanto bajo un orden, transitando una senda, con un sentido de pertenencia) ; y ya sea esto o no una ilusión, sirve para transformar al ser humano y detonar una respuesta voluntariosa, como una especie de placebo metafísico. El gran maestro suizo escribe:

En tales casos es fácil ver como el severo patrón impuesto por una imagen circular de este tipo compensa el desorden del estado psíquico –sobre todo a través de la construcción de un punto central en torno al cual todo se relaciona o por un arreglo concéntrico del múltiple desorden de los elementos contradictorios e irreconciliables. Esto es evidentemente un intento de autosanación de parte de la Naturaleza, que no surge de la reflexión consciente sino de un impulso instintivo.

Dentro de la psique hay un centro operativo que conecta al individuo con una sabiduría que trasciende su personalidad, la fuerza integradora del alma (algo como un asiento oceánico en el fondo orgánico). La psicología jungiana busca sólo sintonizar ese proceso, colocarse en el sentido en el que fluye ese río de la misma forma que el alquimista cumplía su obra siguiendo e imitando el curso que llevaba intrínsecamente la naturaleza. El arte imita a la naturaleza (que según la filosofía hermética es el arte de Dios).

El principio básico a través del cual opera la hipnosis tiene varios paralelos con el uso de un centro visual para resignificar y reconducir un proceso de sanación. Fundamentalmente se revive una memoria para cambiar su sentido (como cuando abrimos un archivo y le cambiamos el nombre: usando la función de guardar como). Esta memoria puede ser sólo una imagen de una experiencia que vivimos. Imaginamos una experiencia traumática y la revivimos en la mente de una manera distinta, de tal forma que se modifique su significado; esto ocurre en un plano de transducción de información. Si las condiciones son las adecuadas, reconsolidamos esa memoria de manera distinta, codificada conforme a otro conjunto sináptico y entonces el efecto que tiene ese contenido de memoria es otro y puede que ya no afecte nuestro comportamiento, de tal manera que si antes éramos alérgicos a algo o teníamos una marcada fobia o incluso una cierta enfermedad: esto puede cambiar inmediatamente sólo utilizando este giro narrativo simbólico. El contenido de memoria es siempre forma programativa. Hay un principio hermenéutico en la realidad humana: somos cómo recordamos que somos y no cómo lo que nos sucedió… el recuerdo que es una reproducción (un replay consante) muchas veces ocurre en un nivel profundo al cual no tenemos acceso –como un cine perpetuo en el sótano–, pero que podemos evocar con técnicas como la hipnosis o la visualización de imágenes simbólicas… y alterarlo o encausarlo hacia su disolvencia.

Al igual que ese proceso de advertir y alinearse con el proceso de “autosanación de parte la Naturaleza”, la escuela ericksoniana de la hipnosis también confía en la naturaleza que tiende a sanar, como el cuerpo tiende a la homeostasis, a encontrar ese inner milieu (de hecho la enfermedad no es otra cosas que la búsqueda del equilibrio del cuerpo). (La duración de una enfermedad habla de una disociación operativa, de un loop que sobrevive al agente agresor, de una falta de comunicación entre la psique y el cuerpo, de una perdida de unidad y una desarticulación de la voluntad del ser). Así en muchos casos los terapeutas que recurren a la hipnosis ericksoniana piden al paciente que haga una recapitulación en un escenario simbólico en el que entrega sus recuerdos y sus emociones asociadas a “la fuerza dadora de vida” o a “la sabiduría universal”, la cual es representada en una imagen, que bien puede ser un mandala, la cual actúa como el horno de los alquimistas, al atanor que transmuta en la psique los metales pesados que bloquean la destilación del espíritu.

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El hecho de que la hipnosis funcione tiene una implicación que me hace pensar en la forma última en la que Jung concebía el universo. Más que como una línea de causa y efecto, como una simultaneidad de conexiones significativas. Un mundo en el que la realidad se construye a través de la forma en la que la significamos. Para Jung el espacio y el tiempo no existen de manera independiente de la mente y por lo tanto la dimensión del sentido o del significado es tan fundamental como la dimensión de las fuerzas físicas. Las cosas son símbolos –los símbolos operan sobre la naturaleza. La llamada “sincronicidad” es una relación de simultaneidad entre lo que ocurre en la mente y en el espacio-tiempo; simultaneidad que no implica causalidad sino conjunción: una relatividad psicológica. La mente y el espacio-tiempo son relativos, están unidos por los hilos invisibles del significado, la cualidad misma del espacio-tiempo. Un cambio de significado puede ser un cambio en la materia. Esto es algo que experimentamos diariamente: la forma en la que procesamos información en nuestra mente altera la forma en la que se comporta nuestro cuerpo (el estrés, los miembros fantasmas o el placebo son sólo algunos ejemplos de esto). Si cambiamos el texto que nos representa, nos convertimos en otros. El terreno del uso de las imágenes para alterar la naturaleza ha sido largamente explotado por la magia y el arte, es hora de que la ciencia médica también entre a la cancha y podamos catalizar el poder de la imaginación: ese recurso natural infinito que yace en el manto profundo de la mente inconsciente.

Twitter del autor: @alepholo

http://pijamasurf.com/2014/09/sanando-a-traves-de-la-visualizacion-sobre-el-uso-de-mandalas-como-medicina/

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