domi ESPIRITUALIDAD ECOLÓGICA: Así hablo a mi hermano “Fuego”, a mi hermana “Luna”

En la actualidad el paradigma del pos-modernismo empieza a ser llamado pensamiento ecológico. Con eso se quiere expresar un análisis por la vida y forma de vivir como un todo, como un conjunto de relaciones, como un gran eco-sistema, como una constante e incesante inter/retro relación entre todas las partes. “El hombre/mujer espiritual es aquel que siempre percibe el otro lado de la realidad, capaz de captar la profundidad que se re-vela y vela en todas las cosas, y que consigue entrever la relación de todo con la Última Realidad” (Leonardo Boff). Nuestro respeto y admiración por la maravilla que representa la creación, de igual forma, un vistazo de compasión hacia nuestro interior por los quejidos de esta misma creación amenazada con quedar como un cuerpo descarnado por la enfermedad, en este instante de la historia donde vemos los árboles perdiendo sus hojas y se sigue fracturando la humanidad. Por lo menos, todavía estamos vivos, aún podemos articularnos con nuestra condición especial enterrada en la madre tierra. Si la sique se ha adaptado a diferentes problemas históricos también nuestro espíritu lo hará con una solución ecológica porque solo hay que pedir un arma diferente para matar e inmediatamente la recibimos por qué no ponernos de acuerdo con nuestro cerebro y rodillas para doblar al espíritu en forma solidaria con la naturaleza que en esencia somos nosotros mismos. “Espiritualidad es la actitud que pone la vida en el centro, que defiende y promueve la vida contra todos los mecanismos de disminución, estancamiento y muerte. En este sentido lo opuesto al espíritu no es cuerpo, sino muerte, tomada en su sentido amplio de muerte biológica, social y existencial (fracaso, humillación, opresión)” (Leonardo Boff). La ceguera espiritual nos imposibilita a ver la creación como algo sagrado, como el templo en el que nos refugiamos al nacer y hasta después de morir. La reverencia por la vida al evitar tocar a una rana porque entra en estrés es un polo opuesto a seguir viendo a la naturaleza como a esa máquina que cada día asfixia más al planeta. El actual estado del mundo (polución del aire, contaminación de la tierra, pobreza de dos terceras partes de la humanidad, etc.) revela el estado de la psique humana. Estamos enfermos por dentro. Así como existe una ecología exterior (los ecosistemas en equilibrio o en desequilibrio), también existe una ecología interior. El sistema del capital y del mercado ha conseguido penetrar todos los poros de la subjetividad personal y colectiva, determinando el modo de vivir y de elaborar las emociones, la forma de relacionarse con los otros, con el amor y la amistad, con la vida y con la muerte. Sin la revolución de la mente será imposible la revolución de la relación persona-naturaleza. Apostamos a una profunda identificación con la belleza de la vida hasta sentirnos una parte de ella. El antropocentrismo exagerado tiene a la naturaleza arrodillada delante del hombre-mujer. Cuando la creación es la que hace la reverencia al hombre como medida de todas las cosas, la creación queda con ley pero sin Dios. Queramos o no, lo sagrado siempre pone límites a la manipulación del mundo, origina la veneración y el respeto, fundamentales para salvaguardar la Tierra. Crea la capacidad de re-ligar todas las cosas a su Fuente creadora y ordenadora. En este sentido espiritual ecológico, adorar a Dios en espíritu y en verdad no es patrimonio de ningún credo sino la obligación moral de la humanidad que agradecida devuelve al universo lo que a ella pertenece. Esta realidad no es para oportunistas que desean hacer de la sana actitud ecológica de los más vulnerables su ganancia bancaria mediantes proyectos de lucro con banderitas verdes. Coloque el verde en su templo qué allí también se empoza la vida de Dios. No hacemos de la ecología una religión universal sino que hacemos universal la necesidad de curar a la naturaleza, cuya enfermedad tiene su hipocentro en el interior del humano y su epicentro en los marginados de la industria digital que ya llegaron a la periferia y ahora no tienen a dónde ir a tomarse un poco de agua porque la cascada aquella ahora tiene cianuro y con dificultad dibuja el arcoíris porque sus gotas no le alcanzan para reproducir los siete colores. Difícilmente, a usted le podría llamar la atención la energía, la belleza, la sublimidad, lo infinito y la eternidad presente en el ser humano si piensa como Sepúlveda, el contradictor de Bartolomé de las Casas, cuando se refirió a los indígenas de América diciendo: “con perfecto derecho, los españoles imperan sobre los bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, habiendo entre ellos tanta diferencia como la que va de monos a hombres” (Pachón Soto 2007a:16). O como Montesquieu, en Del espíritu de las leyes, cuando se refirió de igual manera a los africanos: “no se concibe que Dios, un ser tan sapientísimo, haya puesto un alma en un cuerpo tan negro. Es imposible suponer que tales seres sean humanos” (Pachón Soto 2007a:28). Al contrario, “Siento que el progreso espiritual nos demanda que dejemos de matar y comer a nuestros hermanos, criaturas de Dios, y sólo para satisfacer nuestros pervertidos y sensuales apetitos. La supremacía del hombre sobre el animal debería demostrarse no sólo avergonzándonos de la bárbara costumbre de matarlos y devorarlos sino cuidándolos, protegiéndolos y amándolos”(Mahatma Gandhi). Los elementos naturales, aunque son transparencias de Dios, en buena medida están desacralizados, funcionando así como una dimensión liberadora con relación a eventuales dependencias de las fuerzas de la naturaleza. Yahveh es celebrado como el rey de toda la creación. Se puede percibir en los Salmos (104 y el 8 de conflicto), una espiritualidad ecológica que incluye a toda la creación. A los seres humanos les cabe una función de administración responsable de frente a la creación y ante Dios(Génesis 1,28). Según Adolfo Aguirre, las consecuencias del desarraigo son innumerables y la solución está en buscar un espacio de tranquilidad en la naturaleza, encontrando el eje en nosotros mismos y desde ese punto mirar a nuestra realidad para tener una funcionalidad efectiva de nuestro entorno. Así mismo, Juan Pablo Orrego, explica que el problema es que se ha institucionalizado la ignorancia. “Lo que menos enseñan en los colegios es sabiduría en todos estos temas. Recursos tan simples como meditar, subir un cerro sin llevar aparatos, etc. Sólo pararse, escuchar, contemplar y mirar. Así uno podrá abrirse, conectarse con uno mismo’’. Constantemente estamos construyendo muros de cemento que nos separan de la naturaleza. Cuidado, en este instante nos atraviesan miles de microondas, debido a los canales, a los celulares, a todos los aparatos eléctricos en general. Por otra parte, cada ser humano transmite una energía, y es cada vez más negativa, más dañina. Esto provoca que nos estemos enfermando por la manera en que nos relacionamos unos con otros. Afortunadamente, el indígena amazónico es capaz de realizar espiritualmente, mentalmente, lo que hacen los Navis- en la película AVATAR: “La Metáfora del Amazonas’’, sin necesitar de “trenzas’’. Hay que respetar, apoyar y reforzar todo el conocimiento que los pueblos de la selva (indígenas y seringueros) han desarrollado en miles de años de historia, su conocimiento de la naturaleza, de los árboles, de las hierbas, del suelo, de los vientos, de los ruidos de la selva. Y al mismo tiempo incorporar nuevas tecnologías que traigan más beneficios sociales sin sacrificar el equilibrio natural y social. Hans Joñas, formuló, en la línea de Kant, un nuevo imperativo ético para nuestros días: «Compórtate de tal manera que los efectos de tus acciones sean compatibles con la permanencia de la naturaleza y de la vida humana sobre la Tierra». El conocimiento que tienen los indígenas amazónicos de las plantas es absolutamente incomprensible. De hecho los antropólogos les preguntan a los chamanes ¿cómo hicieron para saber que combinando esas plantas iba a resultar un remedio? Ellos contestan: “las plantas nos dicen’’. Sin embargo, en un hambre económica sin precedentes, el iluminismo, positivismo, evolucionismo, etc. Haciéndose pasar por el paradigma salvador de la humanidad, cuando en realidad solo lo era del sistema económico, hoy modelo de desarrollo, hicieron surgir cada vez más la conciencia de que el ser humano estaría en el centro de los acontecimientos mundiales, afirmando, con ello, un antropocentrismo en el que también Dios, lo Sagrado o lo Trascendente va siendo relegado a un espacio secundario. Tenemos que estar atentos a cierto ambientalismo político que esconde tras sus proyectos una actitud de violación ecológica permanente. Dicho ambientalismo político quiere la armonía entre sociedad y ambiente, pero sin renunciar a la actitud de saqueo del ambiente natural cuando no afecta al hábitat humano Lo que actualmente debe ser mundializado no es tanto el capital, el mercado, la ciencia y la técnica; lo fundamental es la solidaridad con todos los seres empezando por los más afectados. Si para éstos mercantilistas “La tierra es una abundancia a ser dominada y explotada a favor de los seres humanos”. Olvidan que “La tierra es la casa común de todos los seres vivos y del propio Dios y cada uno tiene unas responsabilidades en el cuidado de ella”. Ahora, los elementos naturales, aunque son transparencias de Dios, en buena medida están desacralizados, funcionando así como una dimensión liberadora con relación a eventuales dependencias de las fuerzas de la naturaleza. Nuestra visión cartesiana-newtoniana de la naturaleza nos ha hecho dualistas, en el sentido de contraponer el hombre a la tierra. Nosotros estaríamos sobre la tierra y contra la tierra, como seres extraños y hostiles, mirándola como un conjunto de recursos y materias primas que se pueden explotar indefinidamente. La ecología ambiental, la mental, Ecología social no quieren sólo el medio ambiente, quiere el ambiente entero. Inserta al ser humano y a la sociedad dentro de la naturaleza como partes diferenciadas de ella. Pero el tipo de sociedad construida en los últimos 400 años impide realizar un desarrollo sostenible. Es energívora, ha montado un modelo de desarrollo que saquea sistemáticamente todos los recursos de la Tierra y explota la fuerza de trabajo. La ecología mental, llamada también ecología profunda sostiene que las causas del déficit de la Tierra se deben al tipo de sociedad que actualmente tenemos y al tipo de mentalidad predominante, cuyas raíces remontan a épocas anteriores a nuestra historia moderna, incluyendo la profundidad de la vida psíquica humana consciente e inconsciente, personal y arquetípica. Cabe rehacer una alianza de fraternidad imbuidos del Espíritu que todo lo penetra y de aquel Amor que, según Dante, mueve el cielo, todas las estrellas y nuestros corazones. Ya que lo que el sistema industrial produce en demasía es basura, residuos tóxicos, escoria radioactiva, contaminación atmosférica, lluvias acidas, disminución de la capa de ozono, envenenamiento de la tierra, de las aguas y del aire; en una palabra, deterioro de la calidad general de vida. El hambre de la población, las enfermedades y la falla de vivienda, de educación y de descanso, la ruptura de los lazos familiares y sociales son agresiones ecológicas contra el ser más complejo de la CREACIÓN, el ser humano, especialmente contra el más indefenso, que es el pobre y excluido. En América Latina este orden fue implantado en el siglo XVI por la conquista europea, con la virulencia del genocidio, imponiendo a los que aquí vivían una forma de trabajar y de relacionarse con la naturaleza que implicaba ecocidio, es decir, la devastación de nuestros ecosistemas. Se nos incorporó a una totalidad mayor, la economía capitalista, perjudicial a los más débiles y periféricos. Nuestro sistema capitalista es de economía de exportación dependiente. A través de la deuda externa, el sistema continúa imponiéndose a todos, elaborando políticas globales que favorecen sus intereses estratégicos. Estimula un desarrollo que privilegia los megaproyectos y las monoculturas (soja en Brasil, ganado en América Central, frutas en Chile, etc.); proporciona créditos para imple-mentar tales proyectos, como la financiación del Banco Mundial, del BID y del FMI. Así se crea el endeudamiento. El pago de la deuda y de sus intereses se hace por la exportación de materias primas y manufacturadas, cuya cotización se rebaja en el mercado mundial, lo cual no permite pagar toda la deuda; entonces se reducen las inversiones sociales para, con lo que sobra, compensar una parte de la deuda. El déficit ambiental marcha al lado de esta tasa social perversa, pues los pobres ocupan las áreas peligrosas de las ciudades, se lanzan hacia la frontera agrícola, destruyendo bosques en su esfuerzo por sobrevivir, haciendo quemas, contaminando los ríos con los garimpos (extracción de oro a cielo abierto), o con la pesca y la caza predatorias. Como buenos ciudadanos y cristianos, debemos tener presente que el pecado ecológico no se limita exclusivamente al presente. Toca el futuro, pues pueden hacerse intervenciones sobre la naturaleza cuyas consecuencias, más allá de las generaciones actuales, alcancen a los que todavía no han nacido. El precepto bíblico de «no matarás» (Ex 20,13) abarca también al biocidio y ecocidio futuros. En este sentido el cristianismo está llamado a profundizar la dimensión cósmica siempre presente en su fe. Dios está en todo y todo está en Dios (panenteísmo, que no es lo mismo que panteísmo, que afirma equivocadamente que todo es indiferentemente Dios). Ya lo decía el cacique piel roja, Seattle: Cuando el último árbol sea derribado, cuando el último río sea envenenado, cuando el último pez sea capturado, solamente entonces nos daremos cuenta de que no se puede comer dinero. Apoyo bibliográfico La voz del arco iris. Hacia una espiritualidad planetaria y ecológica: Retos ético-sociales de la ecología. Leonardo Boff 10 palabras clave en filosofía política de Adela Cortina. La geopolítica del conocimiento y la gestión de procesos de innovación en la época histórica emergente1. José de Souza Silva2. Red nuevo paradigma para la innovación institucional en América Latina. Espiritualidad Ecológica. Adolfo Aguirre, Geógrafo y Antropólogo y Juan Pablo Orrego, Ecólogo y Músico.Extracto entrevista Conversando en Positivo sobre «Espiritualidad Ecológica».

http://www.conversandoenpositivo.cl/portal/index.php?option=com_content&view=article&id=553:espiritualidad-ecologica&catid=49:medio-ambiente&Itemid=101

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