«Pluralitas nos est ponenda sine neccesitate». Con este frase del monje franciscanoOckham se consolida el llamado «principio de parsimonia» (lex parsimoniae) en la ciencia. Constituye el cimiento de cualquier hipótesis científica. Nos viene a decir que si algo se puede explicar de una forma sencilla, no es necesario acudir a explicaciones más enrevesadas y complejas.
En política, las explicaciones y justificaciones de las conductas y comportamientos en los partidos y sus representantes institucionales suelen incumplir este principio. Pero la realidad se impone siempre y la ley universal de la economía de las hipótesis, regulada por la Navaja de Ockham, se refiere a lo verdaderamente ocurrido, no a las explicaciones subjetivas de lo acaecido.
En estos tiempos de sobresalto cotidiano sobre la honestidad de algunos representantes públicos, la ciudadanía aplica con claridad este principio científico de parsimonia. En todos los sitios hay ovejas negras, evidentemente. Pero no es casualidad que todas se junten en el mismo lugar. El primer postulado basado en la probabilidad es fácilmente comprobable. El segundo requiere una explicación más racional que nos resuelva las incógnitas del problema para alcanzar la solución que, en este caso, consiste paradójicamente en conocer el problema. Es evidente que en todo comportamiento de corrupción hay corruptores y corruptos. La honestidad de los representantes públicos alcanza su plenitud cuando resiste y se resiste a la tentación de la manzana en forma de tarjeta black, de comisión por parte de un constructor o, sencillamente, por el impulso de nuestro «ello» freudiano al que se recompensa utilizando billetes de avión con cargo al erario público. Por eso no es creíble la intrínseca maldad de las ovejas negras con tarjetas negras sin analizar el conjunto del problema. Ni es comprensible que el señor Monago se limite a devolver el importe de sus visitas al archipiélago canario sin que exista ni se le aplique por parte del Partido Popular ninguna responsabilidad por ello. Todavía se entiende menos que el diputado por Teruel del PP, relacionado también con cuestiones similares, haya dimitido y dejado su acta de diputado. Si ambos hacían lo mismo con cargo a nuestros bolsillos, e incluso podrían saludarse en el trajín de los aeropuertos, ¿por qué a uno se le hace dimitir y a otro no? ¿Ser presidente de una Comunidad es un atenuante o eximente? Más bien se trataría de un agravante en todo caso.
Las explicaciones de todos estos comportamientos son inútiles en términos de ciencia política. Pero también lo son en clave ciudadana. El problema deviene en que socialmente se generaliza lo más simple como verdad soslayando el método científico. «Todos son unos ladrones» se configura como la certidumbre más sencilla y por lo tanto creíble. Lo absurdo de este pensamiento irracional es que nos lleva a la conclusión contraria deseada por el monje franciscano. Y es que en psicología, especialmente en psicología social, debemos definir primero los parámetros para jerarquizar la sencillez de un proceso. El «principio de parsimonia» sólo es adecuado si la intuición no se apodera del escenario y la racionalización se impone en cada uno de los pasos del método científico. Incluso Einstein aportó como teoría «anti-navaja de Ockham», la distinción entre «simple pero no más simple». El riesgo de acabar transformando lo sencillo en simple y lo simple en irracional es fácil. «Dios creó el universo» es más simple pero no más sencillo que la teoría del «Bing Bang». Pero sobre todo, es profundamente irracional.
Ockham luchó contra esto y quizás por eso fue excomulgado. A diferencia de Monago
http://www.huffingtonpost.es/jose-francisco-mendi/la-navaja-de-monago_b_6144332.html?utm_hp_ref=spain