…Pero también resultó claro que un aumento de bienestar tan extraordinario amenazaba con la destrucción era ya, en sí mismo, la destrucción de una sociedad jerárquica. En un mundo en que todos trabajaran pocas horas, tuvieran bastante que comer, vivieran en casas cómodas e higiénicas, con cuarto de baño, calefacción y refrigeración, y poseyera cada uno un auto o quizás un aeroplano, habría desaparecido la forma más obvia e hiriente de desigualdad. Si la riqueza llegaba a generalizarse, no serviría para distinguir a nadie. Sin duda, era posible imaginarse una sociedad en que la riqueza, en el sentido de posesiones y lujos personales, fuera equitativamente distribuida mientras que el poder siguiera en manos de una minoría, de una pequeña casta privilegiada. Pero, en la práctica, semejante sociedad no podría conservarse estable, porque si todos disfrutasen por igual del lujo y del ocio, la gran masa de seres humanos, a quienes la pobreza suele imbecilizar, aprenderían muchas cosas y empezarían a pensar por sí mismos; y si empezaran a reflexionar, se darían cuenta más pronto o más tarde que la minoría privilegiada no tenía derecho alguno a imponerse a los demás y acabarían barriéndoles. A la larga, una sociedad jerárquica sólo sería posible basándose en la pobreza y en la ignorancia. Regresar al pasado agrícola como querían algunos pensadores de principios de este siglo no era una solución práctica, puesto que estaría en contra de la tendencia a la mecanización, que se había hecho casi instintiva en el mundo entero, y, además, cualquier país que permaneciera atrasado industrialmente sería inútil en un sentido militar y caería antes o después bajo el dominio de un enemigo bien armado…
1984, George Orwell. Capítulo 3º.
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El Hombre y su Historia… La Historia y el Hombre… El pasado y el futuro son tan relativos al hombre mismo, atrapado en sus circunstancias no superadas, en función de su propia evolución equilibrada, que las circunstancias mismas se convierten en un eterno ciclo vicioso que se repite cada cierto tiempo y sin fin.
Cuando olvidamos la historia, también olvidamos sus moralejas subyacentes… por lo tanto, nunca terminamos de aprender la lección que rompería ese eterno ciclo vicioso de la inconsciencia colectiva.
Un mundo feliz sería posible si todos nos lo propusiéramos. Pero somos tan pocos los que lo procuramos…