El Síndrome de Jerusalén es uno de los síndromes más raros, únicos y excepcionales del mundo. Sucede cuando un peregrino acude a la Ciudad Santa y comienza a tener delirios mesiánicos. La mayoría de ellos se identifican con figuras de las Sagradas Escrituras (Dios, el Rey David, la Virgen María, Jesucristo, Juan el Bautista e incluso Satán). Se da, principalmente, entre cristianos y judíos, aunque también afecta a musulmanes. La enfermedad psíquica, ocasiona alrededor de 20 a 50 hospitalizaciones al año, debido a la gravedad del trastorno.
Un hombre utiliza las sábanas del hotel a modo de túnica y sale a la calle convencido de que es Jesucristo; otro sujeto agrede a los musulmanes e incendia una mezquita; una mujer reza junto a los enfermos y pretende curarlos milagrosamente; otra asegura que es la Virgen María; aquel que es San Juan El Bautista; y aquella otra, se deja morir de hambre en un banco, porque Dios se lo ha dicho. Algunos se dan baños de purificación, poseídos por una repentina necesidad de lavarse a todas horas; otros cantan salmos, poseídos por una especie de extraño trance místico; o recorren los lugares santos a horas intempestivas de la noche. Estas y otras escenas tienen lugar todos los años en Jerusalén, donde muchos turistas y peregrinos se ven afectados por el llamado Síndrome de Jerusalén, un trastorno psiquiátrico de naturaleza psicótica que puede ser muy peligroso, y en el que no es raro incluso llegar a atentar contra la propia vida. Hace tan sólo un año, un peregrino estadounidense se rompió varias costillas al saltar al vacío desde la ventana del hospital en el que le habían ingresado, diagnosticado de Síndrome de Jerusalén. Curioso arrebato místico, y peligroso, en cualquier caso, pues le llevó a romperse varias costillas, perforarse un pulmón y destrozarse una vértebra. Tuvo que ser trasladado a la unidad de cuidados intensivos del Hospital Poria de Tiberias. El peregrino llevaba allí diez días, había llegado con su mujer, y al parecer, ambos profesaban una ferviente devoción cristiana. La esposa le había explicado al personal médico que su marido había empezado dando muestras de ansiedad e insomnio durante los primeros días. La cosa fue empeorando, hasta que acabó deambulando por las colinas de los alrededores susurrando el nombre de Jesús. El psiquiatra Taufik abu Nasser, quien lo atendió y diagnosticó, describió el accidente así: “En un momento dado, cuando ya se encontraba más calmado, se levantó de repente, abandonó el pabellón, escaló un muro y saltó desde más de cuatro metros de altura”. El suceso tenía lugar en Galilea, donde también se daban muchos casos del Síndrome de Jerusalén, por ser el escenario de muchos episodios de la vida de Jesucristo. Abu Nasser explicaba: “Se sienten eufóricos rodeados de tantos lugares santos. Este estado está caracterizado por megalomanía y delirios de grandeza. Dependiendo de su religión, los afectados se creen el Mesías, Jesús o el Mahdi. Muchos intentan reconciliar a judíos y palestinos, hablan con Dios y creen que él les contesta”.
Los síntomas de la enfermedad
Otro de los casos más frecuentemente citados, fue el de un turista australiano llamado Denis Michael Rohan, que en 1969, inflamado por un sentimiento de inspiración “divina”, prendió fuego a la Mezquita Al-Aqsa. El acto, lógicamente, no pasó desapercibido, y le siguieron una suerte de disturbios que se propagaron por toda la ciudad. A pesar de que desde la Edad Media hasta el siglo XIX, la literatura de viajes y peregrinos es abundante en relatos que nos mostraban las experiencias y fantasías más delirantes en relación a Tierra Santa, y de cómo en el transcurso de esos trayectos se daban una serie de experiencias místicas que tenían su punto álgido al llegar a Jerusalén, este trastorno de carácter psicótico no se identificó hasta finales del siglo XX. Lo hizo un grupo de psiquiatras de Israel, encabezados por Yair Bar-El y Gregory Katz. Fueron ellos quienes describieron las fases de la enfermedad. En un primer momento, el turista afectado se siente especialmente nervioso y tenso, puede tener dificultades para conciliar el sueño, etc. El siguiente paso, es apartarse del grupo de viaje con el que ha llegado, si es que formaba parte de alguno. Tras ello, una patológica obsesión por la limpieza, entendida como purificación, empieza a hacerse patente. El sujeto puede lavarse de forma compulsiva. Es entonces cuando ya se siente preparado para dar el siguiente paso, que consiste en prepararse un atuendo apropiado, una toga o túnica blanca, que muchas veces se confecciona con las sábanas o las cortinas del hotel en el que se aloja. Empieza a cantar salmos y a recitar extractos de la Biblia, visita los lugares sagrados de Jerusalén, y, realiza un sermón-súplica dirigido a pedirle a la Humanidad que adopten un estilo de vida sencillo. Básicamente, estas son las fases más comunes de la enfermedad, aunque no siempre tienen que darse todas ellas, ni en el mismo orden. De hecho, pueden observarse otros síntomas.
Nos ponemos en contacto con El Ministerio de Salud de Israel con el fin de averiguar más cosas sobre este extraño síndrome. Ellos nos facilitan el contacto del mismísimo Gregory Katz, descubridor de la enfermedad. El afamado psiquiatra nos confiesa que hace tres años que no ha tratado, personalmente, a ningún afectado por el Síndrome de Jerusalén, pero nos presenta al Doctor Moshé Kalian, Jefe de Psiquiatría de Jerusalén, quien no ha dejado de publicar artículos científicos sobre el tema. A pesar de que el Dr. Kalian es un hombre muy ocupado, saca tiempo para compartir con nosotros sus investigaciones, contarnos casos y responder a nuestras preguntas. La cantidad de datos, testimonios y comentarios que maneja sobre el tema es abrumadora y no sólo se limita a la época actual, sino también a épocas pasadas. Personajes históricos del medievo y el siglo XIX como Santa Brígida de Suecia, Clorinda Minor, Bertha Spafford-Vester o Jeanne Markus – ésta última conocida como “la Juana de Arco holandesa” que luchó en la Guerra de los Balcanes-, figuran en sus archivos como personas dignas de destacar, en cuanto a lo que significaron por la transformación emocional que sufrieron en Jerusalén. En la mayoría de estos casos de la historia, por no decir en todos, salvo excepciones, Kalian observó, entre otras cosas, que se trataba de personas que habían sufrido pérdidas significativas a edades tempranas (fallecimiento de los padres, etc.), entendidas como motivos detonantes de la llama del interés inicial por los asuntos místico-religiosos, que posteriormente derivaban en psicosis.
CASOS ACTUALES: DEJARSE MORIR DE HAMBRE POR LA VOLUNTAD DE DIOS
Los casos que interesan al Dr. Kalian son únicamente aquellos en los que el afectado pone en peligro su vida o atenta contra sí mismo. Entre ellos, destacan los que se dejan morir de hambre, un “ayuno espiritual” muy típico de algunos afectados por el Síndrome de Jerusalén. Ciertas personas se ponen a rezar sin parar, de forma continua, sin pararse a comer, hasta que desfallecen o se mueren de hambre. Otras, simplemente, dejan de alimentarse porque “Dios se lo ha ordenado”, mostrándose dispuestas a morir y sacrificarse del mismo modo que lo hiciera hace dos milenios Jesucristo. Y es que, como Kalian decía, “para algunos individuos vulnerables (muchos de ellos con problemas psiquiátricos previos), la extraordinaria y abrumadora experiencia mental de enfrentarse a un lugar tan sagrado como Jerusalén da lugar a una respuesta que excede la habilidad del individuo para sobrellevarlo”. Nos contó dos casos que ilustraban este ejemplo de afectados por el síndrome que habían dejado de comer. El primero hacía referencia a Mary, una mujer procedente de un país de habla inglesa, a la que habían encontrado en pleno invierno, tirada en un banco de la calle. Ante las alertas de los vecinos, la policía la llevó al hospital. Estaba malnutrida, tenía hipotermia y sólo hablaba de la idea religiosa de que Dios quería que ella muriese de hambre en las calles de Jerusalén, que es precisamente lo que había estado intentado hacer. El historial biográfico de su infancia era dramático, e incluía a un padre abusivo y violento, y a un hermano que fue expulsado del ejército por homosexual y que se había suicidado por ello. A los 12 años, se despertó en esta mujer un profundo interés en la religión, especialmente hacia la religión y los rituales católicos, de modo que se convirtió al catolicismo. Según contaba la misma Mary, llevaba seis años vagabundeando por las calles de Jerusalén. Estuvo durante un temporada con una mujer mayor a la que hacía compañía y toleraba sus excentricidades religiosas. También llegó a inscribirse en una escuela de hebreo, aunque no logró aprenderlo. Su aislamiento se iba incrementando por días, aumentándose paralelamente su relación con Dios, quien, según Mary, le requería que hiciera “cosas difíciles”, hasta que un día, supo que lo que Dios quería era que se muriera de hambre. Paradójicamente, cuando el equipo psiquiátrico le preguntaba por los motivos, negaba una motivación suicida, argumentado: “Amar a otra gente es una espada que divide. Uno debe amar únicamente a Dios, como David, quien amó a su familia y tuvo que ser separado. […] Morir es la salvación del cuerpo. La muerte es nuestra siguiente etapa, nos volvemos mejores criaturas”.
Otro de los casos relatados por Kalyan tiene que ver con el de un hombre de alrededor de cincuenta años, también procedente de un país de habla inglesa, que acusaba deshidratación y abandono de sí mismo cuando la policía lo llevó al hospital. Al ahondar en su pasado, descubrieron que este individuo, protestante de nacimiento, sufría de un desorden esquizoafectivo ya diagnosticado desde su juventud, que había detonado a causa de un desengaño amoroso y tras el cual había requerido hospitalización en repetidas ocasiones. Durante años, se dedicó a buscar el amor verdadero, y en esa búsqueda, se fue aproximando más y más al Judaísmo, creyendo que ahí encontraría el auténtico amor de Dios. Según contaba, se había convertido al Judaísmo un año antes, pero hacía unas semanas, previas a su ingreso en el hospital, que se encontraba muy alarmado, porque creía que su alma judía había encontrado su camino hacia el cuerpo de otra persona, un gentil (los judíos llaman gentiles a los no judíos). Así que decidió ir a Jerusalén para ayunar y rezarle a Dios, y que el Altísimo pudiera oírle y verle, y de este modo volver a ganarse su alma judía. Expresó su deseo de quedarse a vivir en Jerusalén amparándose en el hecho de que se había convertido al judaísmo (el Estado israelí concede la nacionalidad a todos los judíos que la solicitan, incluso a los conversos, permitiéndoles vivir en el país), pero las autoridades pusieron en duda su conversión y le obligaron a volver a su país de origen. Este individuo, afectado por el Síndrome de Jerusalén, se mostró muy colérico ante la idea de abandonar la ciudad, llegando a reaccionar de forma muy agresiva con el personal sanitario. Hubo de permanecer en una sala de máxima seguridad y custodia.
http://www.madomartinez.com/el-sindrome-de-jerusalen-un-enigma-de-la-psiquiatria/
¡Qué susceptible es el cerebro humano!
asi es….. somos fragiles….
aun somos criaturas infantiles….. en muchísimos aspectos.-
creemos en cosas que solo se le pueden ocurrir a niños, como la magia, hechizos, conjuros, fuentes de los deseos, dioses salvadores, demonios, milagros de toda clase.-
nos falta madurar.-
no es muy agradable el proceso de la maduracion del alma.-
profesor J
Creo que son personas ya propensas a tener estos trastornos y al ir allí con todo lo que implica, les despierta el problema, también hay que tener en cuenta que estando en sus casas les podría haber pasado, les ocurre a muchos porque también es mucha la gente en el lugar.Solo una opinión.
Por eso hay que tener cuidado e informarse bien porque el MK Ultra usa determinadas palabras para activar los esclavos. Y además hay mucho tecno puesto.
Me encanto su frase Profesor; maduracion del alma.- gracias y saludos a ambos.
Sí. Y a pesar de todas estas cosas seguimos teniendo la sensación de ser dueños de nosotros mismos.
Somos altamente influenciables y, en ocasiones, no es necesario un estímulo externo para desencadenar una anomalía. Nuestra propia imaginación y fantasia son capaces de alterar nuestro ser, sin que seamos conscientes de ello en absoluto.
Un saludo.
Gracias Domi, no conocía este síndrome.