Kitum: el escondite de la muerte

Ubicada en un volcán extinto, en las peligrosas tierras que dividen Kenia y Uganda, la cueva Kitum apenas se prolonga doscientos metros hacia el interior de la montaña. Son suficientes. Ese corto trecho cobija a un enemigo terrible, pero microscópico. Eso lo sabemos ahora, claro. Antes, quienes se atrevieron a entrar en esta aislada caverna, poco después, al regresar a sus aldeas, comenzaron a sentirse mal, demasiado enfermos como para dar un solo paso. Fernando González Sitges, experimentado zoólogo y documentalista, ha visitado las letales entrañas de Kitum, la cueva del ébola, donde comenzó la pesadilla.  

Una selva cerrada nos mientras el todo terreno intenta liberarse del black cotton, el barro más pegajoso y traicionero de las pistas africanas. Ascendemos lentamente por el monte Elgón, en la frontera entre Kenia y Uganda. Nuestro objetivo, escondido en el interior de un muro de selva que anula el horizonte, es una caverna legendaria: la cueva Kitum.

En 1994, esta cueva se hizo famosa por la publicación de la novela de Richard Preston Zona Caliente, un best seller que dio a conocer al gran público el virus Ébola. En dos ocasiones, en los años 1980 y 1987, personas que entraron en la cueva keniana enfermaron de Marburg y Ébola, dos filovirus primos hermanos con una devastadora capacidad de matar. Estos agentes microscópicos infectan por contacto, se reproducen a velocidad de vértigo y aniquilan al huésped en un periodo cortísimo de tiempo. Pero eso no es lo que más miedo provoca, sino su forma de matar. Como comentaba un médico recientemente, al hacer una autopsia a un fallecido por Ébola: «Es como si le hubieran apuñalado un millar de veces en su interior»…

Nosotros dejamos el vehículo y ascendemos por una empinada ladera boscosa. Dos rangers armados nos escoltan. El monte Elgón esconde alguno de los últimos elefantes de grandes colmillos de África y esto atrae a los furtivos, por lo que los AK-47 de nuestros acompañantes se hacen necesarios. Al enemigo que vamos buscando, sin embargo, las balas le traen sin cuidado.

EZANGA: EL DEVORADOR

El Ébola, tristemente famoso en la actualidad, ha estado presente en el interior de las selvas ecuatoriales africanas desde los orígenes mismos de la jungla. Los pigmeos, que se adaptaron a los bosques hace al menos 70.000 años, creen que el Ébola no es más que un espíritu protector de la selva, un ente malvado que castiga a los que lo merecen, protegiendo el mundo oscuro que lo rodea. De hecho, no conocen el término Ébola. Para ellos es Ezanga, El Devorador, un espíritu que te corroe por dentro y es capaz de convertirse en chimpancé o en Ebobo, el gorila.

Unas semanas antes de llegar a Elgón, permanecimos dos meses en el interior de las selvas de República Centroafricana y República del Congo, en busca de los grandes simios, y encontramos el rastro de Ezanga en el camino. Nuestros guías pigmeos no parecían muy alterados cuando atravesamos pequeñas aldeas desiertas devastadas por El Devorador. El Ébola no había dejado supervivientes o, si lo había hecho, los que quedaron huyeron de los poblados para no volver jamás. Este virus mata de una forma tan rápida y cruel que es él mismo el que limita su expansión. Los pigmeos saben que Ezanga se esconde en el interior de chimpancés y gorilas, y que es a través de ellos, cuando comes su carne o te manchas con su sangre, cuando El Devorador entra en tu organismo.

Ningún pigmeo tocará un gorila o chimpancé que encuentre muertos en la selva. Porque los grandes simios no sólo se infectan y mueren por Ébola igual que los seres humanos, sino que muy a menudo son el origen del contagio. Los cazadores furtivos matan uno de estos primates, enfermo de Ébola, venden su carne en un mercado clandestino de bush-meat y la enfermedad brota y destruye a la población que se abastece en ese mercado.

Si los gorilas y chimpancés son en muchas ocasiones los responsables de transmitir el Ébola a los seres humanos, estos simios también la sufren, se infectan y mueren. Nuestro objetivo en la cueva Kitum iba más allá en la búsqueda del fatídico virus. ¿Dónde se escondía cuando remitían los brotes? La enfermedad surgía de pronto en un punto de la selva, azotaba y aniquilaba una o varias pequeñas poblaciones y desaparecía, a veces durante años. ¿Dónde se refugiaba Ezanga mientras tanto? Ese misterio tuvo de cabeza a un equipo internacional de científicos durante más de treinta años… 

http://www.akasico.com/noticia/3618/Ano/Cero-Historia-ignorada/Kitum:-el-escondite-de-la-muerte.html

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