Hoy, como nunca, late en la conciencia de tantos el replanteo y la indagación acerca del sentido de los caminos tomados, de las elecciones realizadas: de profesión, de trabajo, de formas de vida. El atrevimiento a re-pensarse, a re-formular los modos de transitar las rutas ya resulta algo absolutamente habitual.
Es evidencia lo que ha perimido o aquello que está llegando a un determinante final. Nos referimos a modalidades educativas, a enfoques laborales, formas de organizar y vivir el amor y los vínculos. Hay una búsqueda necesaria de lo genuino, de lo que huela a libertad, de lo que exprese lo verdadero en nosotros. Como si de pronto, los tiempos se acortaran, o se aceleraran los procesos y solo habría que dirigirse, sin postergaciones, hacia lo que nos conecte con el contento y la realización personal profunda, integrada a dimensiones más hondas que necesitan ahora manifestarse.
Las apariencias se caen, las estructuras que sostenían, también. Cambios de valores y prioridades se imponen naturalmente.
Es real y común a todos que las nuevas formas no resulten aun del todo evidentes. Ni tampoco fácil ni cómodo el cambio. Esto suele generar ansiedades, incertidumbres, temores, sentimientos de inadecuación. Y muchos se tientan y vuelven a lo anterior porque supuestamente allí, en otro tiempo, la seguridad y la tranquilidad reinaban… para regresar prontamente al re-cuestionamiento.
¿Esto que estoy haciendo o cómo lo estoy haciendo me da felicidad? ¿Para qué lo hago? ¿Para quién? Y si la respuesta es negativa, una inquietud inminente pone de inmediato en marcha la búsqueda.
Somos testigos y protagonistas de este masivo fenómeno. Maravilloso y difícil, desafiante, transgresor; absolutamente motivador para algunos, y perturbador para otros.
La resistencia mayor, que, por cierto, cada vez presenta menos fuerza o se derrumba por no hallar respuestas valederas es la racionalización o la intención de encontrar mediante el intelecto la justificación a estas vivencias y contundentes realidades prácticas y fácticas.
Estamos siendo invitados a atrevernos, a animarnos, a repensar caminos, a abrir puertas no existentes, a crearlas. ¡Sí! La creatividad y el arte, en sus distintas manifestaciones, son medios geniales y necesarios. Ninguna repetición servirá. Por tanto, todo está, cual lienzo de pintor en blanco, aunque ya con algunos colores difusos plasmados… por crearse, por ser. Potencialidad sin límites, pluralidad de talentos y condiciones en tantos jóvenes y adultos de este bendito tiempo humano harán posible dar a luz lo nuevo. Ni que hablar de los niños que vienen llegando a este mundo para regalarnos lo que sigue.
Abramos el corazón, elevemos nuestra mirada, carguémonos de coraje, iniciativa y compromiso para gestar y sostener el desarrollo de lo nuevo.
Si hablamos de gestar, hablamos de tomar la iniciativa. Con valentía dar comienzo a algo nuevo dejando atrás algo que ya no nos representa. Pero no solo la iniciativa es importante, hay algo más que hoy hace caer bellos proyectos, contundentes y reales sueños, planes puestos en acción. Hablamos del sostenimiento, del mantener constancia, del seguir pese a las dificultades, el aparente “no éxito”, las dudas propias y del entorno que acompaña.
Parece ser que hoy en día, todo debe responder de forma rápida y fácil. Si esto no es así, se pierde el entusiasmo y se discontinua el proceso. Se ha perdido el sentido de responsabilidad, de trabajo, de compromiso y constancia.
Muchos tienen el desafío en la iniciativa; otros en cambio, comienzan sin titubear pero rápidamente abandonan, si el resultado no es el esperado.
Tal vez parte del trabajo y del éxito se encuentre en mantenerse firme y con fe. Constante, responsable, comprometido y confiado.
Mientras tanto, tiempo de templanza, de trabajo interno, de tolerancia, de aceptar la incertidumbre, de desarrollar esa firme certeza que nos hace avanzar con alegría y esperanza, con esa confianza intuida, escondida en miradas que brillan con la inconfundible luz de seres que han despertado.
Atreverse! Esa es la cuestión!
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