Este jueves un gran operativo de la policía belga contra supuestos yihadistas terminó con dos sospechosos muertos en Verviers, al oeste de Bruselas, y 13 detenidos.
Según la Fiscalía de ese país, el plan de los sospechosos era matar a agentes de seguridad en las calles y en comisarías.
Los sospechosos muertos en Verviers habían vuelto de Siria, dijo la policía.
«Si regresan a nuestro país pelearán la yihad no en Siria sino en suelo europeo», le dijo en 2013 el senador belga Filip Dewinter a la BBC en referencia a los combatientes europeos que viajan a ese país y otros a enlistarse en las filas del grupo autodenominado Estado Islámico (EI) o de al Qaeda.
Que las palabras salieran de la boca de un funcionario belga no es trivial: el país, uno de los más pequeños de Europa Occidental, posee la más alta tasa per cápita de yihadistas combatiendo en Siria e Irak que cualquier otro país de la región, de acuerdo con cifras del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política (ICSR, por sus siglas en inglés), con sede en Londres.
Las autoridades belgas calculan que unos 300 combatientes salieron de Bélgica para sumarse a las filas de esas organizaciones armadas (son parte de los hasta 5.000 ciudadanos europeos que Rob Wainwright, jefe de Europol, estima que viajaron para combatir en Siria e Irak).
Gilles de Kerchove, coordinador antiterrorismo de la Unión Europea, le dijo a la BBC que por eso mismo «no le sorprendió» saber que había planes de ataques contra Bélgica.
Marginación y frustración
No es fácil determinar cuáles son los factores que pueden llevar a un ciudadano belga, donde un 6% de la población es musulmana, a abrazar la yihad y viajar para pelear en Siria e Irak, ya que cada caso es particular y complejo.
Tampoco dilucidar por qué la proporción es más alta en Bélgica que en sus vecinos (de hecho, dado que las cifras de cada país no superan los cientos o decenas de individuos sobre poblaciones de millones de habitantes, no se pude considerar que la variación sea estadísticamente significativa).
No obstante, hay ciertos elementos que permiten describir el sustrato específico en el que esos cientos de ciudadanos belgas decidieron unirse a grupos extremistas.
Bélgica tiene una alta tasa de desempleo juvenil en relación a países similares y una población musulmana de origen norafricano que se siente marginalizada por la mayoría católica.
Para muchos jóvenes musulmanes eso implica menos oportunidades de desarrollo que para sus pares.
«En Bélgica el origen de una persona, su estatus socioeconómico, su proveniencia, suele ser crucial para su éxito; algo que no es tan marcado en la mayoría de los otros países industrializados», le explicaron a BBC Mundo vía correo electrónico Christiane Timmerman y Noel Clycq, profesora e investigador posdoctoral (respectivamente) del Centro para Migración y Estudios Interculturales de la Universidad de Amberes.
A esa frustración se suma la estigmatización que partidos de extrema derecha (como Vlaams Belang) hacen de los musulmanes.
Lea: ¿Cómo llega un joven occidental a convertirse en yihadista?
El poder del conocimiento
Y hay otro ingrediente que identifican Timmerman y Clycq: la dificultad de muchos jóvenes musulmanes de acceder a información y conocimiento sobre su origen religioso.
Faltan «buenos cursos de formación no sólo para imanes, sino para docentes en general, sobre cómo encarar los asuntos que los jóvenes quieren discutir», dicen.
Eso lleva a que ese lugar sea ocupado por un lado por organizaciones civiles como la Federación de Organizaciones Marroquíes, el Sindicato Turco o el Ejecutivo Musulmán, «que intentan organizar cursos sobre Islam, sobre educación y temas vinculados, para satisfacer esta necesidad ideológica que sienten muchos jóvenes», explican los académicos.
El resto de ese vacío de conocimiento, dicen Timmerman y Clycq, es ocupado por redes yihadistas que «convierten esta necesidad ideológica en un factor negativo, excluyente y en ocasiones violento».
Sharia4Belgium
Un grupo que puede encajar es esa descripción es Sharia4Belgium («Ley Islámica para Bélgica»).
A fines de septiembre de 2014 la justicia belga procesó a 46 de sus ciudadanos (la mayoría en ausencia, probablemente porque todavía estaban en el frente de batalla o muertos) por estar vinculados a Sharia4Belgium.
La Fiscalía dijo que enviaban reclutas a grupos como EI.
Las autoridades calculan que el 10% de los ciudadanos belgas que viajaron a combatir a Siria e Irak tenían vínculos con Sharia4Belgium.
El grupo nació en 2010 en la ciudad de Amberes, con el declarado objetivo de introducir la ley islámica en Bélgica.
Aunque se desintegró dos años más tarde, las autoridades sospechan que siguió reclutando combatientes.
Ahora, tras las redadas de este jueves, el primer ministro del país, Charles Michel, anunció que el gobierno «tomará medidas» para garantizar la seguridad de los civiles.
Entre ellas, se volverá un crimen viajar al exterior para participar de «actividades terroristas», se expandirán los casos en que se podrá revocar la ciudadanía de un belga que posea otra nacionalidad y se congelarán los activos de aquellos que financian al extremismo.
También se establecerán medidas para combatir la radicalización en las cárceles belgas.