Lucrecia de León, la joven que profetizó el declive del Imperio Español

La joven, de veinte años de edad, decía tener sueños premonitorios y auguró un desastroso final para Felipe II y su reinado

Lucrecia de León, a través de sus sueños, vaticinó la derrota de la Armada Invencible (Wikimedia commons)

Lucrecia de León, a través de sus sueños, vaticinó la derrota de la Armada Invencible (Wikimedia commons)

En la España de Felipe II, en tiempos en el que el Sol no se ponía en todo el imperio, surgió en la Villa de Madrid una joven llamada Lucrecia de León quien, con apenas 20 años de edad, aseguraba poder profetizar cuál sería el desastroso destino y final que le esperaba a la Armada Invencible del entonces glorioso Imperio Español.

Este hecho hubiese pasado desapercibido en una época en la que era común la aparición de este tipo de charlatanas, con su apresamiento y posterior enjuiciamiento por parte del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, de no haber sido una excusa perfecta para los detractores del monarca con el fin de atacar su inmovilismo, la forma de reinar de cara a la burguesía dando la espalda al pueblo y su afán por dejar para la posteridad más obras materiales que políticas.

 

Lo curioso del caso ya no era sólo los sueños premonitorios que decía tener Lucrecia sino que sorprendía ver cómo una joven de procedencia humilde podía dominar el lenguaje a la hora de explicarlos.

Felipe II fue objeto de los sueños premonitorios de Lucrecia de León (Wikimedia commons)Felipe II fue objeto de los sueños premonitorios de Lucrecia de León (Wikimedia commons)Aquellos que se pararon un instante para escucharla podían comprobar por sus palabras que parecía no tratarse de una farsante más de las muchas que proliferaban por aquel entonces. Esto facilitó que sus vaticinios fuesen conocidos por el canónigo de la catedral de Toledo, Alonso de Mendoza, quien mostró interés por las profecías que Lucrecia había hecho y a las que decidió servir de ilustre altavoz al tomar buena nota de ellas por escrito.

Llamó la atención de otros ilustres personajes que, a pesar de su escepticismo en esos temas, decidieron dar un margen de confianza a lo que la joven Lucrecia pronosticaba. Posiblemente era más el deseo que tenían de que aquello que decía se hiciera realidad que la posible fe que tuviesen en ese tipo de supercherías.

Sus vaticinios solían ser algo ambiguos, pero entre los pocos que dio a conocer con datos y nombres concretos estaba una gran derrota de la Armada Invencible, la invasión de España por parte de herejes protestantes procedentes del norte, los ingleses a través de Portugal y turcos y moriscos desde el sur. También presentía un trágico final como rey para Felipe II, a quien veía huyendo hacia Toledo, lugar donde encontraría la muerte y a la Casa de Habsburgo también auguraba su fin en España.

 

Evidentemente la mayoría de las predicciones de Lucrecia, tal y como las había vaticinado, no se llevaron a cabo, tanto en la época como con el transcurrir de los siglos, pero el hecho de que fuese respaldada por algún que otro nombre ilustre del momento inquietó a Felipe II cuando llegó a sus oídos todo aquello que Lucrecia de León había pronosticado, motivo por el que ordenó a su confesor y miembro del Consejo de Estado, Diego de Chaves, que pusiera el tema en conocimiento y manos de la inquisición.

La sospecha de que Antonio Pérez del Hierro, antiguo secretario personal del rey acusado y encarcelado por traición estuviese apoyando a la joven profeta, hizo que el Santo Oficio tomase cartas en el asunto, apresándola y sometiéndola a torturas para que confesase su implicación con los traidores.

Imperio Español de Felipe II, donde nunca se ponía el Sol, en 1598 (Wikimedia commons)Imperio Español de Felipe II, donde nunca se ponía el Sol, en 1598 (Wikimedia commons)Todo fue negado por Lucrecia, quien defendía uno por uno sus vaticinios y argumentaba que éstos eran fruto de visiones a través de sus sueños. El tribunal reconoció que posiblementeAlonso de Mendoza habría añadido o tergiversado algunas de las profecías que la joven aseguraba haber tenido por otras palabras más convenientes para los detractores del rey.

Tras el proceso, la inquisición decidió culpar a Lucrecia de León de sacrilegio, sedición y pacto con el diablo, entre otras cosas y aunque su condena fue mucho más leve que las de otras muchas personas a las que el Santo Oficio había juzgado por asuntos de menor importancia, fue castigada a ser paseada por la villa luciendo un sambenito y una soga alrededor del cuello, mientras portaba en la mano una vela, además de tener que recibir cien latigazos.

 

La casualidad hizo que el verdugo que debía asestar los latigazos a Lucrecia estuviese fuera de Madrid y se pospusiera el castigo para la siguiente semana. Lo que no explican las crónicas de la época es si finalmente se llevó a cabo.

La joven, que había tenido una hija durante el tiempo en que duró el proceso de la inquisición, fue desterrada de la Villa de Madrid y recluida en un convento durante dos años. Tras su salida se perdió la pista de Lucrecia de León y ningún historiador ha podido determinar qué fue de su vida posterior, perdiéndose su rastro en 1595 a la edad de veintiocho años.

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