Nuestro mundo interior está poblado por un amplio abanico de seres imaginarios. Hoy quiero acercarme a una parte específica de estos seres, a los animales. Ellos viven en nuestros jardines interiores y a veces aparecen en nuestros cuadros o toman forma a través de un trozo de arcilla.
Como seres humanos tenemos una estrecha relación afectiva con el mundo animal. La imagen de un caballo nos puede despertar el anhelo de galopar subido a su lomo o la visión de un gatito nos puede llenar de ternura. No nos une la misma relación con los animales que se ubican en las escalas inferiores de la evolución. Un gusano, una garrapata o una araña nos pueden despertar más bien rechazo. Sin embargo todos los animales tienen cualidades y habilidades que los hacen únicos. Gracias a la expresión artística podemos entrar en contacto con estas cualidades y habilidades y comprender sus significados para nuestro momento presente. El acto de crear nos permite ver lo que nuestros juicios a menudo impiden ver.
El ejemplo del caballo ilustra muy bien este hecho. El animal de la primera imagen impacta por su fuerza y su porte. El autor del cuadro, un buen pintor, lo daba por terminado. Al volver a mirarlo en la siguiente sesión de arteterapia pudimos ver como la boca abierta y el cuello erguido sugerían la imagen de un caballo enjaezado. Sin embargo esta lectura fue rechazada por el pintor. Le gustaba mucho más la idea de un caballo libre, sin ataduras. Se topó con un juicio y eso le impedía seguir en el dialogo creativo con su caballo. Sin embargo algo había despertado su curiosidad. Se atrevió a pintarle las bridas y descubrir si le sentaban bien o no. Al pintarlas se llevó una gran sorpresa. Se dio cuenta de que no eran unas bridas normales. ¡Eran unas bridas con adornos! El caballo estaba engalanado y desfilaba en una fiesta. La sorpresa inicial dio paso a una gran alegría cuando pintó los adornos. A continuación el cuadro se iluminó con luces en el árbol y personas tocando música y bailando. La idea de que un caballo libre es mejor que un caballo con bridas había demostrado ser falsa. Su caballo necesitaba las bridas para poder contar una historia de fiesta y alegría. Una historia que tiene mucho sentido para el pintor que está saliendo de una etapa vital más bien sombría.
Desde nuestro lugar de arte-terapeuta podemos asociar muchas cualidades a un caballo. Lo más común puede ser pensar en su fuerza. Pero hasta que la persona que lo está creando no le dedique tiempo y descubra las cualidades de su caballo, no lo podemos saber. El tiempo dedicado a una obra es proporcional a la profundidad de contacto que se puede establecer a través de ella. Y es ahí donde se descubren los significados. Hay un viejo dicho acerca de la terapia, funciona si tú funcionas. Es decir funciona en la medida en la que pongo mi carne en el asador. Es lo mismo en la arteterapia. Dedicarle tiempo a lo que se está creando es fundamental para poder entrar en contacto con sus mensajes. Si queremos entender rápidamente lo que significa corremos el peligro de oír solamente aquello que queremos oír. Si queremos descubrir algo más allá de nuestros horizontes necesitamos el valor del pintor del caballo para ir más allá de sus juicios.
Los juicios son muy frecuentes a la hora de expresarnos plásticamente. Un caballo es mejor que una hormiga, un color es mejor que el otro, un collar significa……Una manera de superarlos es atreverse a probar si realmente, una vez pintado, el juicio se sostiene o no. Cuando acompañamos procesos creativos es de gran ayuda potenciar la experimentación, invitar a que se pruebe tal o cual color, forma, formato etc. Porque sobre una hoja de papel todo tiene remedio, se puede tapar lo que no cuadra, borrar lo que no gusta, cambiar de color lo que no encaja, coger otro pliego de papel y empezar de nuevo etc. Estas posibilidades inspiran confianza y ayudan a afrontar el miedo de perder lo conocido, lo creado hasta ahora.
A veces son retoques pequeños los que pueden cambiar completamente la expresión de una imagen. Una persona pudo entrar en contacto emocional con el perro que pintaba cuando le puso su collar. Esta persona también tuvo que luchar con el juicio collar=atadura. El collar estableció el nexo de unión entre ella y el perro y el dolor por la pérdida de su perro pudo ser completado con el recuerdo tangible de las alegrías compartidas.
A través del acto creativo establecemos un dialogo con nuestra obra y con nuestro interior. Cada intervención en el cuadro modifica su expresión y este cambio modifica la percepción que tenemos del mismo. La historia que cuenta la obra tiene posibilidades de ser transformada dentro de su dinámica. Nos invita a descubrirla y a seguirle la pista. Porque si atendemos las posibilidades de desarrollo plástico que nos ofrecen nuestras imágenes, atendemos, sin darnos cuenta, nuestras posibilidades de desarrollo interior. No podemos cambiar nuestros juicios ni nuestra historia desde la voluntad, pero si podemos tener vivencias que pueden modificarlos. La expresión artística y el encuentro consciente con nuestras obras nos pueden proporcionar estas vivencias. De una forma muy particular lo puede facilitar el encuentro con nuestros animales internos, porque son seres vivos como nosotros. Si les seguimos la pista, como en el cuadro de los peces, nos pueden enseñar verdaderos tesoros, como por ejemplo la alegría por el reencuentro con la creatividad aparcada en la infancia.
Katharina Widmer
Arteterapeuta
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