La masa continental actualmente representada por América del sur se separó de África hacia finales del Jurásico o en los comienzos del Cretácico hace unos 140 millones de años. Este evento, y otro movimientos continentales tuvieron una gran repercusión en la distribución actual de la diversidad de los seres vivos. Los primates no somos una excepción. Según revelan los análisis moleculares, los primates primigenios pudieron aparecer hace entre 85 y 63 millones de años, mientras que el registro fósil incluye especímenes que no alcanzan esa antigüedad. En América del Sur viven numerosas especies de primates, que se integran en el grupo de los platirrinos (Platyrrhini), de hocicos planos y orificios nasales (narinas) en posición lateral. Su origen sigue siendo enigmático, aunque un reciente trabajo publicado en la revista “Nature”, liderado por Kenneth Campbell (Museo de Historia Natural de la Ángeles, California) y en el que participan científicos argentinos, apoyan la hipótesis de su origen africano.
Hasta hace un par de semanas, la especie de primate suramericano más antigua del registro fósil era Brasinella boliviana, con una datación de unos 27 millones de años. Puesto que el origen de los primates se ha estimado en un momento geológico muy posterior a la separación de las masas continentales de África y América del Sur, caben muy pocas hipótesis para explicar la presencia de primates y de otros grupos de mamíferos en este último continente. La hipótesis más aceptada supone el viaje marítimo de unas 800 millas náuticas (aproximadamente 1.500 kilómetros) en balsas naturales a favor de corrientes marinas, hoy en día desaparecidas por la distribución actual de las masas continentales. Una variante de esta hipótesis postula “saltos marítimos” desde África hacia América del sur durante el Eoceno (55-34 millones de años), aprovechando descensos del nivel del mar y la presencia de islas oceánicas formadas en la dorsal mesoatlántica.
Estas y otras hipótesis sobre las rutas migratorias de los platirrinos tienen en cuenta las diferencias con los primates catarrinos (los llamados monos del Viejo Mundo), que viven en África y Eurasia. Nosotros pertenecemos al grupo de los catarrinos (Catarrhini), que se caracterizan por hocicos más o menos prominentes y narinas abiertas hacia abajo. Los análisis moleculares no han conseguido todavía un rango temporal aceptable para la separación de los catarrinos y los platirrinos. Así que tenemos que seguir considerando la información del registro fósil como la mejor fuente para las investigaciones.
El equipo de paleontólogos del que forma parte Kenneth Campbell hallaron hace años un fabuloso yacimiento en Perú (Santa Rosa), datado del Eoceno y con una antigüedad de entre 56 y 34 millones de años. En Santa Rosa se han obtenido centenares de restos fósiles de mamíferos extinguidos. Entre los restos aparecieron varios molares, cuya morfología era muy diferente a la de las demás especies identificadas en Santa Rosa. Finalmente, y después de numerosas consultas con diferentes especialistas, se pudo concluir que los molares habían pertenecido a una especie desconocida de primate, que sus descubridores han bautizado con el nombre de Perupithecus ucayaliensis. La morfología y las dimensiones (2,6 x 3,3 milímetros) de estos molares es prácticamente idéntica a la de una especie africana, datada entre 37 y 40 millones de años en un yacimiento de Libia. La morfología de estos molares también recuerda a la de los pequeños monos tamarinos, que en la actualidad viven en la alta Amazonia, en regiones de Brasil, Bolivia, Ecuador y Perú. Este hallazgo no solo envejece en 10 millones de años la arribada de los primates al continente americano, sino que confirma su procedencia africana. Las hipótesis que postulan viajes marítimos en balsas naturales a través de océano parecen sacadas de una novela de ciencia ficción, pero solo así se puede explicar la colonización de América del Sur por el grupo de los primates y su posterior diversificación en multitud de especies.