Cuando ya no estás totalmente identificado con las formas, la conciencia – quien eres- se vuelve libre de su aprisionamiento en la forma. Esta libertad es el surgir de espacio interior. Se presenta como una quietud, una paz sutil profunda dentro de ti, incluso en el rostro de algo aparentemente malo. Esto, también pasará. De repente, hay espacio alrededor del evento. También hay espacio alrededor de las altas y bajas emocionales, incluso alrededor del dolor. Y por encima de todo, hay espacio entre tus pensamientos. Y desde ese espacio emana una paz que no es «de este mundo», porque este mundo es forma, y la paz es espacio. Ésta es la paz de Dios.
Ahora puedes disfrutar y honrar a las cosas de este mundo sin darles una importancia y significado que no tienen. Puedes participar en la danza de la creación y estar activo sin apego al resultado y sin imponer exigencias poco razonables sobre el mundo: Satisfáceme, hazme feliz, hazme sentir seguro, dime quién soy. El mundo no puede darte esas cosas, y cuando ya no tienes tales expectativas, todo el sufrimiento auto-creado llega a su fin. Todo ese sufrimiento se debe a una sobrevaloración de la forma y una falta de conciencia de la dimensión del espacio interior.
Cuando esa dimensión está presente en tu vida, puedes disfrutar de las cosas, de las experiencias y de los placeres de los sentidos sin perderte en ellos, sin apego interno a ellos, es decir, sin convertirse en adicto al mundo.
Las palabras: «Esto, también pasará» son punteros hacia la realidad.
Al señalar la impermanencia de todas las formas, de manera implícita, también están apuntando a lo eterno. Sólo lo eterno en ti puede reconocer lo impermanente como impermanente.
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Traducción: Marcela Borean
Difusión: El Manantial del Caduceo
Genial Tolle.