Hay toda una corriente de la «espiritualidad» moderna que ha convertido el «pide y se te dará» iniciático y ancestral en una especie de patente de corso para tener cualquier deseo y aspirar a que se manifieste. El procedimiento es: lanzas tu deseo al Universo y después «sueltas», casi como que te olvidas aunque la intención esté subyacente; el universo escucha tu «encargo» y te sirve el pedido. Todo lo que necesitas es tener una fe profunda; lo de la fe también está sacado de un mensaje iniciático y ancestral.
No voy a entrar en lo de si esto funciona o no funciona. Me importa tratar algo más esencial. Me importa reflexionar sobre el hecho de que con este mensaje se teje una amalgama perfecta entre la sensación de que estamos siendo espirituales a la vez que no tenemos que renunciar en ningún sentido a la filosofía consumista. Se ha forzado el encaje entre dos cosas que, sencillamente, no tienen nada que ver.
El contexto original del «pide y se te dará» es iniciático, y por tanto hace referencia al alma perdida, desorientada o que ha tocado fondo, gira entonces sus ojos hacia arriba y Dios o el universo la asisten para que pueda empezar o continuar su camino hacia la libertad íntima. En este contexto, el alma puede resultar muy ennoblecida, y en su camino de nobleza puede necesitar la asistencia de «arriba» para seguir adelante con algún tema práctico. Como el contexto es el camino de la liberación respecto de las ilusiones, de «arriba» suelen responder también a estas llamadas prácticas, que son fruto de una feintensa y una necesidad perentoria, y es entonces cuando el mar separa sus aguas, a no ser que los «inescrutables designios del Señor» tengan pensada alguna otra cosa que será, a la corta o a la larga, incluso mejor para el camino evolutivo de la persona y otros implicados.
Los gurús de la «consumotualidad» (palabra que he inventado para denotar la mezcla de espiritualidad y consumismo) dicen que todo está bien en cualquier caso; afirman que si vamos persiguiendo nuestros deseos estos serán cada vez más refinados a medida que los satisfagamos, y que de cualquier modo acabaremos, a las últimas, anhelando la fusión con Dios, o con el universo, como lo queramos llamar.
Bien, sí, pero mientras la sed de Absoluto no ha llegado estamos en un camino podríamos decir indirecto, o previo (nunca deja de ser camino, de cualquier modo; somos divinos y todo cuenta); es el camino de ir teniendo experiencias en la vida, pero no es el camino de quien toma la directa, con seriedad y compromiso, con la determinación de entrar en la impersonalidad última y liberarse de los deseos y las ilusiones, o de verse plenamente imbuido por el amor de Dios. Al no tratarse de la fase «directa» del camino, diríamos que nos hallamos en un contexto en que a «arriba» no les importa tanto lo que hagamos o dejemos de hacer, tengamos o dejemos de tener. Estamos soñando y recreándonos en el sueño, y diríamos que este ámbito no es mucho de la incumbencia de «Dios». La incumbencia de «arriba» es que despertemos, y con este fin puede trazar sus propios planes.
Estos planes pueden perfectamente incluir que nuestros deseos no se vean cumplidos.
Podemos haber pavimentado, en nuestra imaginación, una autopista hacia el cielo en base a deseos cumplidos cada vez más refinados, pero está por verse que esta hoja de ruta haya funcionado nunca y conduzca a la liberación final. Es un plan «consumotual» perfecto, pero no quiere decir que esté en armonía con las leyes que, desde siempre, conducen la evolución de las almas.
La evolución del alma incluye necesariamente un período de humillación tal que haga que estemos dispuestos a renunciar a todo con el fin de liberarnos de ese tormento. Sin este episodio, el ego no se rinde, y si el ego no se rinde no hay manera de poder avanzar más allá de él. «Dios está en nuestro interior» pero también es una fuerza cósmica, y el sentido de «levantar» la mirada al cielo en imploración es el de conectar con este «algo» vibrante, amoroso y vivo que es profundamente impersonal.
Así que no es extraño si de un modo recurrente nuestros deseos no se cumplen, o si llega el momento en que todo lo que teníamos se va al traste. Esto puede obedecer a factores kármicos y a un gran lío, o puede ser que desde «arriba» vean próximo nuestro despertar y nos inviten a emprender una vía de liberación más directa.
La mejor manera de ver materializados «deseos» y de gozar de sincronías muy oportunas consiste en que nuestros «deseos» se hallen más allá del deseo. Consiste en que deseemos el bien de todos los seres en última instancia y en que nos ofrezcamos como instrumento para una mayor armonía cósmica. Entonces sí que de «arriba» pueden tener un interés concreto y específico en ayudarnos. Porque no estarán ayudando a un «individuo» sino a la creación en su conjunto, cuyo fin último es despertar del sueño de la ilusión, y así pues también de la ambición y del deseo.
Ojalá aumente la calidad de nuestro «deseo», para que no sea un deseo ya, sino una aspiración de otra clase, en que todos estén incluidos.
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Francesc Prims Terradas
Compartido por LA CAJA DE PANDORA