En la academia de West Point, uno de los emblemas del militarismo estadounidense, el presidente de EE.UU., Barack Obama, defendió vehementemente hace apenas ocho meses por qué la política exterior de su país no podía estar basada en las armas.
«La acción militar de Estados Unidos no puede ser el único componente, ni el primario, de nuestro liderazgo en cada instancia», dijo ese día primaveral en Nueva York, al resaltar por qué había que darles una oportunidad a la diplomacia y a las coaliciones.
Obama sí ha intentado esto último, pero el paso que dio este miércoles en Washington lo acerca como pocas veces a formalizar una campaña militar creciente que marcará el epílogo de su gobierno y profundizará el debate en un país que todavía nota las cicatrices de dos guerras en Irak y Afganistán.
El mandatario le envió un borrador de resolución al Congreso en el que le pide formalmente que autorice una operación militar de tres años contra el autodenominado grupo Estado Islámico (EI), que podría incluir operaciones terrestres limitadas sin restricciones geográficas.
De ser aprobada la propuesta, sería la primera vez desde 2002 que el Capitolio le da el visto bueno al uso de la fuerza, cuando dio luz verde a la invasión a Irak pedida por George W. Bush.
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Hoja de ruta
Como ha hecho en otras ocasiones, Obama trató de asegurar este miércoles una vez más que su guerra contra EI es distinta a lo que ocurrió en Irak y Afganistán y dijo que no pretende desplegar tropas de combate terrestres de manera «duradera».
Así espera calmar a quienes han expresado sus dudas tras una década de guerras y unos 7.000 muertos estadounidenses en esos dos países.
Pero con su propuesta al Congreso, Obama también quiere dejar en claro cuál será su plan de acción de acá en adelante contra EI, en momentos en que parece complicarse la lucha contra ese grupo.
Tras más de 2.000 ataques aéreos en Irak y Siria, su petición al Congreso se produce poco después de confirmarse la muerte de la rehén Kayla Mueller.
La joven de 26 años es la cuarta estadounidense que muere en poder del grupo, un argumento que el propio Obama expresó para justificar la necesidad de acción militar.
Obama espera que esa acción sea flexible para que pueda incluir operaciones terrestres específicas, como enviar a fuerzas especiales para atacar una reunión de líderes de Estado Islámico o rescatar a estadounidenses.
Y, sobre todo, no tiene restricciones geográficas e incluye «fuerzas asociadas» a Estado Islámico, lo cual es un indicio de que el gobierno puede estar considerando ampliar su estrategia a países como Yemen o Libia, donde se cree que están avanzando los militantes.
Según Obama, su hoja de ruta es por los próximos tres años, lo que una vez más comprueba que la guerra estará presente en el resto de su gobierno y, a la vez, será un tema que probablemente abordará quien lo reemplace.
El mandatario, sin embargo, dejó en claro que esos tres años no son un límite de cuánto durará la operación, sino una indicación para cuando el Congreso debería revisar el tema de nuevo.
«No se equivoquen, esta es una misión difícil», dijo Obama. «Y seguirá siendo difícil por algún tiempo. Tomará tiempo desalojar a estos terroristas, especialmente de las áreas urbanas».
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¿Pero qué cambia con una eventual autorización?
La petición de Obama al Congreso se produce seis meses después de que él anunciara los primeros ataques en Irak, y algunos han preguntado por qué Obama busca una aprobación de los legisladores para una acción militar en la que ya está involucrado profundamente.
Más importante todavía, por qué la está pidiendo cuando ha defendido varias veces que cuenta con la autorización legal para atacar los blancos de EI y no necesita el visto bueno del Congreso.
Una razón de peso para el gobierno es el carácter simbólico de una eventual aprobación, pues le otorgaría legitimidad a sus acciones.
«Somos más fuertes como nación cuando el presidente y el Congreso trabajan juntos», dijo Obama.
Al mismo tiempo reforzaría la base legal de sus acciones, que hasta el momento han estado basadas en la autorización legislativa que utilizó Bush hace más de una década para su propia campaña militar, pero que ha sido puesta en duda por analistas legales y en el Capitolio.
En ese sentido, Obama aseguró que es «optimista» de que su resolución pueda tener apoyo bipartidista considerable, aunque en estas primeras fases todavía no está claro qué tanto prosperará.
Lo que sí parece claro es que habrá un debate fuerte sobre los límites del poder estadounidense en Medio Oriente.
No creo que es Obama quien pide autorización al Congreso para actuar, sino el Congreso el que le impone a él su actuación.