¿Puede la conciencia existir fuera del cáliz corporal? Conseguir la continuidad de la conciencia a pesar de la armadura física es el problema que nos separa, teóricamente, de la inmortalidad digital.
En nuestros días, hablar de robótica, prostética, inteligencia artificial o inmortalidad inducida no son temas de ciencia ficción, sino investigaciones sumamente concretas. La posibilidad de descargar una mente fuera de su vehículo físico, del mismo modo en que descargamos una película de Internet, y volverla a “subir” a un cuerpo robótico (“cerebro artificial”) plantea muchas preguntas que la ciencia todavía no sabe resolver.
Se trata de campos nuevos para la investigación: los cruces entre la robótica, la neurología, la biología, la nanorobótica y la informática, los cuales comienzan a hacerse de un lenguaje común para este tipo de investigaciones. Dos términos sumamente interesantes son continuidad física y continuidad funcional.
Continuidad funcional
Se refiere a la percepción de una mente de ser ella misma. Es sencillo: se trata del hilo de conciencia que permanece constante durante toda tu vida. Esta continuidad se interrumpe de manera natural, por ejemplo, cuando nos vamos a dormir y se reactiva al despertar. Aunque la conciencia del antes y después sea diferente, por decirlo así, tú sigues siendo tú. Esa sensación de ser uno mismo es la continuidad funcional. Al someternos a una operación quirúrgica con anestesia general, la continuidad funcional también se interrumpe y se regenera cuando los efectos químicos desaparecen.
Continuidad física
Esta se refiere básicamente al cerebro y sus operaciones concretas. Hasta donde sabemos, para que la conciencia exista es necesario que también exista un soporte físico; destruir esa continuidad es el mayor riesgo de las operaciones robóticas, pues la pregunta que queda por resolver es si la propia conciencia (es decir, la continuidad funcional) podría recobrarse luego de que la continuidad física se interrumpa (digamos, al “sacar” la conciencia del cerebro y trasladarla a un cerebro artificial).
La neurología ha descubierto que los dos hemisferios cerebrales funcionan más o menos como réplicas del otro; esto quiere decir que si un hemisferio cerebral es destruido, el otro podría permanecer funcional y en relativa normalidad. Enfermedades como la encefalitis de Rasmussen (donde los pacientes experimentan hasta 100 ataques diarios), pueden atenderse retirando quirúrgicamente la mitad del cerebro afectado, con resultados sumamente alentadores.
Para los investigadores, entender cómo mantener la continuidad funcional a pesar de que la continuidad física sea destruida es la clave del enigma de la inmortalidad (al menos de una inmortalidad que garantice la continuidad de la conciencia). Pero aún otras preguntas pueden surgir: ¿seremos los mismos (es decir, nuestra sensación de ser un yo) cuando alcancemos la inmortalidad digital?
En la novela La posibilidad de una isla, Michel Houellebecq plantea una forma parecida de inmortalidad, donde se transfiere la conciencia de un clon a otro durante cientos de años. Los subsecuentes avatares van aprendiendo la historia de “su yo”, e incluso las mascotas pueden vivir eternamente, al menos mientras los costosos procedimientos de transferencia de conciencia sigan disponibles.