¡A la verdad que nos inventamos una de cosas! Desde la primera ocasión que asistí a una iglesia he escuchado los términos que son parte de esta «jerga» evangélica y se aceptan como lenguaje oficial de la iglesia, casi como si estuvieran presentes en la Biblia, aunque realmente son expresiones populares que alguien se inventó un día, y luego las seguimos repitiendo. En este blog, quienes lo han seguido durante los últimos meses, saben que me he dedicado a desenmascarar estos términos de cara a las Escrituras, en busca de un cristianismo más saludable y más semejante a Jesús de Nazaret. Uno de los que más disparatado me parece es ese que fragmenta a la gente en la iglesia y los clasifica de espirituales o «chuleter@s». Este invento de «chuleter@s» proviene de los textos bíblicos, sobre todo de cartas escritas por el apóstol Pablo donde presenta un contraste entre una vida bajo la influencia del Espíritu de Dios, a quienes llama espirituales; y otra vida bajo la influencia de la naturaleza pecaminosa (que definiremos más adelante) a los cuales llama en nuestras Biblias (no así en las versiones modernas) carnales, o que viven dominad@s por la «carne». Esta lectura de la «carne» como lo pecaminoso es lo que ha provocado que en el lenguaje cristiano los pecados que tienen que ver con el cuerpo son los más fuertemente condenados. Específicamente me refiero a que hemos demonizado todo lo relacionado a lo sexual. Por ejemplo, si alguien en una de nuestras iglesias comete un pecado de fornicación, (sobre todo si es joven o si es mujer) le condenamos y hasta disciplinamos; sin embargo, si alguien murmura, difama, destruye reputaciones con sus palabras, crea divisiones con sus «chismes», entonces esos pecados en ocasiones «pasan con ficha» en nuestras congregaciones.
Si uno de nuestros «hermanos» tiene problemas de auto-control y se le sueltan las manos en la casa golpeando a su mujer y a sus hijos; o si por el contrario, la «hermana» es una abusadora con su esposo y sus hijos; pues les aconsejamos, les restauramos, y quizás hasta nos hacemos de la vista larga. Si por otra parte hay un hermano con tendencias homosexuales, que está intentado ser fiel a Dios, pero por alguna razón nos enteramos que ha caído, lo único que faltaría sería crucificarlo, dudosamente tendrá parte algún día en la liturgia de la iglesia. La iglesia latinoamericana tiene grandes problemas con el concepto pecado porque no medimos con la misma vara. De hecho, la Biblia considera mucho más peligroso cuando la falla implica división, destrucción de reputaciones, en fin, un daño a segundos y terceros que cualquier otra falla. Es por eso que en I Cor. 3:17 dice que si alguno destruye el templo de Dios tendrá su consecuencia. Aquí el templo de Dios no se refiere al cuerpo como en otros pasajes, sino a la comunidad de fe. Por eso en el verso 3 el apóstol les reprocha a los Corintios que son «carnales» porque existen entre ellos y ellas celos, contiendas y divisiones. El gran pecado que se señala como la destrucción del templo de Dios es aquel que se comete contra el prójimo con la lengua… no con el cuerpo.
Con esto no estoy diciendo que la conducta sexual desordenada es un pecado contra el propio cuerpo y contra Dios, simplemente que debemos poner las cosas en su justa perspectiva. Y ¿qué de la carne? Una mala traducción…
En griego, idioma original en que se escriben estos textos, la palabra para cuerpo es «soma». Si alguien se refería a carne como cuerpo, o piel, entonces utilizaría este término. Esta nunca es la palabra que usa el apóstol y que se traduce como carne. El término que utiliza es «sarx». Esto no tiene nada que ver en estos textos de las cartas de Pablo con cuerpo ni carne. La palabra «sarx» puede tener ese significado en otros textos bíblicos pero no aquí (por tal razón en las traducciones modernas de la Biblia se elimina la palabra carne) En el uso que le da Pablo tiene un sentido más abstracto, filosófico que nada tiene que ver con el cuerpo. Se refiere a una tendencia al pecado que tenemos todos los seres humanos. Algunos lo traducen: la naturaleza pecaminosa. Tener esta tendencia no es pecado. No importando la santidad de alguien, sus años en los caminos del Señor, o sus ministerios; tod@s la tenemos inevitablemente. La invitación en la Biblia no es librarse de ella, sino vivir por encima de ella. La mejor exhortación es la que recibe Caín de parte de Yahweh en Génesis 4:7: El pecado está a la puerta para dominarte; con todo esto, tú puedes dominarlo… Es decir, podemos vivir vidas que no estén esclavizadas a estas tendencias egoístas, envidiosas, descontroladas, agresivas y desenfrenadas. A esto se refiere no ser «carnales» nada que ver directamente con el cuerpo; «sarx» no «soma». Precisamente el Espíritu provoca en los «espirituales» (pneumatikos en griego) el fruto del Espíritu que termina con el dominio propio o auto-control… eso es verdadera libertad.
Finalmente existe otra forma que utiliza Pablo para referirse a aquell@s en la comunidad que no han alcanzado esta vida de libertad, espiritual que hablamos. Esto es morones. Digo morones porque es el término griego que utiliza el apóstol para referirse a los necios y necias (morón en griego). Los morones son aquellos y aquellas que no son capaces de transformar sus mentes para comprender las enseñanzas que les podrían liberar; y de est@s Pablo tenía much@s en sus congregaciones. Terc@s, intransigentes, altaner@s, pedantes, demasiado orgullos@s como para tener la humildad que requiere reconocer un error y poner en práctica lo aprendido. Un día le dijo a los Gálatas en 3:3: ¿Tan necios (morones) son?¿Habiendo comenzado por el Espíritu ahora se quieren perfeccionar por la carne?¿Existiremos hoy día «morones» dentro de la iglesia?
Ahora, hay algo más en cuanto a este término. Morón proviene de «moría» que se refiere a algo sin sal, soso. Esa gente que ha perdido el sabor en la vida, esto si que es un peligro. Jesús dijo: «Ustedes son la sal del mundo, pero si la sal pierde su sabor…» ¿que esperanza hay? La sal se utilizaba para preservar los alimentos de la descomposición. Este mundo se descompone… solo la sal lo preserva… no seamos morones… seamos sal…
En la Edad Media la gente que pretendía acercarse a Dios, o ser espirituales, castigaban su cuerpo para «someter la carne». Se amarraban alambres de púas al cuerpo, se auto-flagelaban y algun@s hasta pagaban estas prácticas con sus vidas. Hoy, superamos esas prácticas primitivas, pero cometemos otro tipo de auto-flagelaciones en ánimos de castigar la «carne». Esta no es la vida que Dios quiere para tí. El problema no está en tu cuerpo, el «sarx» siempre estará presente, pero puedes vivir por encima de eso…
Que podamos hoy reconocer que sexualidad no es sinónimo de pecado, de hecho es una bendición de Dios para los seres humanos si se experimenta y se disfruta en Su orden…
Que podamos vivir por encima del «sarx» y no seamos sus esclavos…
Que no seamos morones, necios, orgullosos… que podamos transformar nuestra mente para ser sal de la tierra…
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