«Había Una Vez Tres Hermanos…» por Prem Rawat

HABÍA UNA VEZ TRES HERMANOS… que se habían criado con bastantes comodidades. Pero los años transcurrieron, sus padres fallecieron, ellos perdieron todo su dinero y acabaron completamente arruinados, hasta el punto de tener que mendigar para comer. En estas circunstancias, los tres hermanos decidieron ir a los ríos de la montaña en busca de oro.
La suerte les sonrió, los tres encontraron la misma cantidad de oro y cada uno se llevó su parte a casa. Pasó un tiempo y el primer hermano, que era muy religioso, instaló un pequeño altar para su oro. Cada día le rezaba, invocando su poder para eliminar la pobreza y el sufrimiento que le aquejaban, y no tener así que mendigar nunca más ni verse obligado a hacer nada que no quisiera hacer, una vez que ya tuviera casa y comida. Eso es todo lo que hizo, rezar.

El segundo era muy culto. En lugar de rezar al oro, escribía ensayos sobre su poder y poemas en su honor. Describía con detalle cómo el oro, tan bello y brillante, tenía el poder de quitarle el hambre y de proporcionarle ropa y un techo bajo el que guarecerse.

En un principio, podría parecer que hay una gran diferencia entre lo que hicieron estos dos hermanos, pero pensándolo bien, la diferencia no es tan grande.

El tercer hermano vendió el oro. Con el dinero que obtuvo, compró una finca en la que plantó verduras y árboles frutales. Comía todo cuanto quería, lo que no necesitaba lo vendía y con el dinero que ganó se construyó una casa preciosa. Lo curioso del caso es que este tercer hermano consiguió las tres cosas que anhelaban los otros dos, ropa, comida y techo.

Había pasado mucho tiempo cuando decidieron volver a reunirse. “¿Qué tal te va?”, se preguntaron al verse el uno al otro. El primero dijo: “Muy bien. Rezo todos los días. Cada día pido al oro todopoderoso que me proporcione ropa para vestirme, una casa en la que vivir y alimentos para comer. No me cabe duda de que, dada mi sinceridad, algún día el oro me responderá”. El segundo hermano dijo: “Yo escribo ensayos maravillosos sobre el oro y estoy seguro de que algún día, complacido con mis alabanzas, el oro me concederá todos mis deseos”. Al ver la devoción y la entrega que sus hermanos mostraban por el oro, el tercero permaneció callado. Así que los otros le preguntaron: “¿Y qué haces tú? Llevas buena ropa y se te ve saludable. No como nosotros, con estos harapos. ¿Qué ha ocurrido? ¿Han sido atendidas tus plegarias?”. El tercer hermano dijo: “Lamento decirles esto, pero yo vendí mi oro. Con el dinero que me dieron compré una finca y trabajo en ella. Así es cómo, gracias al oro, ahora tengo ropa, comida y techo”. Entonces los otros dos se dieron cuenta de que aunque los tres habían comenzado con la misma cantidad, en realidad ellos dos no habían hecho nada con el oro.


Prem Rawat

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