«El Triunfo de un Ser Humano».

¿Has oído alguna vez decir a alguien: “No vas a creer lo que me acaba de pasar”? Cuando oímos eso pensamos: “Me va a decir que le ha pasado algo, pero ¿por qué dice: ‘No vas a creer lo que me acaba de pasar’?”. La palabra clave es creer, porque si hubieras estado allí lo sabrías y no tendrías que creerlo.
Creer está bien, pero se le da mucha más importancia de la que merece. Lo que merece la importancia que se le da a creer es saber. Saber es certeza, es claridad. Ahí no hay ambigüedades, ni hipótesis. Esto es lo que sucedió. Pero cuando no sabes, ¿basta con creer?

Me imagino a una persona en la cima de una colina, hace mucho tiempo, mirando a las estrellas y preguntándose: “¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué sentido tiene todo esto?”. A eso lo llamo “las preguntas”. Aunque desde entonces ha habido miles de religiones, libros de texto, historias, ideas, filosofías, guerras, reflexión, inventos, exploración del espacio exterior, esas preguntas siguen existiendo. De una forma o de otra, todos los seres humanos se las hacen. Puede que se las planteen en tiempos difíciles o en tiempos de prosperidad, pero se las plantean. Mientras no te hayan sido respondidas personalmente, de forma clara y concisa, no entenderás tu necesidad de paz, tu necesidad de ser feliz. Y una vez que comprendas que el deseo de paz no es algo aprendido, sino innato, irás tras él.


A fin de cuentas, viniste a este mundo y te macharás. Tienes un sistema de creencias. Lo tienes. Y tengas o no el valor de escucharlo, yo tengo el valor de decirte que estás aquí para sentir el cielo.

Siempre has creído que el cielo es algo que alcanzarás después de morirte, si eres bueno. Es lo que aprendiste. Pero nadie tuvo que enseñarte el deseo de tener paz, de ser feliz, de sentir alegría. Lo has tenido desde que eras un bebé.

Se te ha dado este cuerpo, la máquina suprema de sentir. Eso es lo único que hace durante todo el día: “¡Oh! ¡Precioso! Caliente, frío, blando”. Si tuvieras que hacer una lista con los sonidos, olores, sabores y texturas que puede apreciar, sería larguísima.

Tienes la cosa más increíble, llamada “Vida”. De pronto, puedes moverte, puedes comprender, bailar, sonreír, llorar, pensar, sentir… Todo eso ha venido junto, y mientras estés vivo puedes saber. Y cuando sabes, viene la paz, llega la verdadera alegría. Tu vida tiene que evolucionar basándose en saber, no en simplemente creer. ¡Claridad! Tu vida tiene que evolucionar en torno a ese deseo de tu corazón, de tu interior, de querer saber.

¿Qué es lo que tu vida anhela? La gente hace todo tipo de esfuerzos: “Tengo que hacer esto y lo otro”. Llega una tragedia y lo pierden todo. Entonces dicen: “Sólo quiero ser feliz”. Quizá es así como se supone que debe ser. El edificio de tus logros debe empezar con lograr la paz, la alegría. Construye sobre eso una torre tan alta como quieras y nunca se derrumbará, porque se habrá construido sobre una base sólida. Estará sujeta a la cosa más estable que hay en tu vida. Te habrás ocupado de lo que es esencial en tu existencia, y entonces sentir gratitud es algo natural. No es algo que uno cree: “Creo que soy feliz”.

La verdad no es una cosa misteriosa que está en la cima de una montaña. La verdad danza en ti. La claridad no es algo que extraes de una mina de oro. La claridad y la comprensión no están enterradas en algún lugar, están dentro de ti. Tienes que añorarlas, invitarlas a tu vida. Debes llamarlas, alimentarlas; tienen que ser invitadas y bienvenidas de verdad. Todas las respuestas y toda la riqueza que anhelas están dentro de ti. Toda la sabiduría de todos los tiempos está en tu interior.

Comprende, acepta, descubre esas cosas que están dentro de ti. Cuando sientes esa alegría en tu vida, es algo especial.

Y cuando sientes paz, es el triunfo de un ser humano. Has ganado todas las guerras. Lo has conseguido. En el momento en que sientes paz, has cumplido tu destino.


Red Planetaria de Luz
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