«La Fuente y la Ciénaga» – Omraam M. Aivanhov.

de aquí, vamos a trabajar por grupos: cada uno se hará cargo de ...

Escuchad a la diminuta fuente cuando nos dice: «Sed como yo, vivos, burbujeantes, y no os convirtáis en ciénagas ». Hay que escucharla porque si nuestra fuente interna se agota, se producen fermentaciones, y cuando éstas existen, aparecen los mosquitos, las moscas y toda clase de bichos, y entonces no se puede hacer nada porque, aunque intentéis espantarlos, se reproducen continuamente. La única solución consiste en desecar la ciénaga y dejar que la fuente mane, porque allí donde fluye una fuente no existe putrefacción, todo es vivo y puro.

Os he hablado a menudo de la fuente, y no sólo del pequeño manantial de las montañas, sino también de otra mucho más poderosa: el Sol, la única fuente. Desgraciadamente, cuando observamos a los seres humanos, y según se desprende de sus razonamientos y actitudes, nos damos cuenta de que nunca se han preocupado de la fuente, de este punto que vibra, que brota, que proyecta. No comprenden lo que puede aportarles el estudiar la imagen de la fuente. Dirán: «Pero, ¿qué puede aportarnos el pensar en esa imagen de la fuente?» ¡Desgraciados! Pueden ser grandes eruditos, pero no se han dado cuenta de lo esencial. Tampoco han entendido que toda la orientación de su existencia y de sus actos depende de la imagen que se hayan formado en su cabeza. ¿Han elegido imágenes vivas y burbujeantes como la fuente, o muertas como la ciénaga?

En mis observaciones diarias he descubierto que todo depende de la elección que el hombre haya hecho, simbólicamente, entre la fuente y la ciénaga; esta elección revela su comprensión de la vida.

A menudo oímos quejarse a las personas de que todo les va mal. ¿Y por qué todo les va mal?

Porque no han entendido que deberían dar preponderancia en su intelecto y en su alma a lo que es más puro y más divino, es decir, a la fuente, para que ésta al fluir los purifique y haga crecer todas las simientes divinas. Sin embargo, en sus pensamientos y deseos los hombres no sienten esta necesidad esencial de un centro, de una fuente, de un sol, de un espíritu o de un amor. Se han obsesionado con cosas insignificantes y no pueden ni quieren comprender. Chapotean sin cesar en aguas estancadas y polucionadas, repletas de toda clase de bichos, y se burlan de la filosofía de los Iniciados, la cual hace hincapié continuamente en la importancia mágica de esta unión con la fuente. ¿Cómo pueden pensar que les va a ayudar todo aquello que se pudre, enmohece o disgrega?

Algunos se preguntan por qué contemplamos la salida del Sol. Es un símbolo para hacemos comprender que en todos los ámbitos de la vida tenemos que unirnos al Sol, es decir, a la fuente.

Pero, ¡Intentad convencer a todos estos seres «inteligentes» de que vayan a contemplar la salida del Sol! Tienden naturalmente hacia todo lo que está muerto, estancado, polucionado, y cuando llegan las desgracias, no entienden por qué. Y eso les sucede porque no han tomado la fuente como modelo, porque han retenido las impurezas dentro de ellos.

Cuando pregunto a alguien si ha visto una fuente y qué es lo que sucede en sus proximidades, me contesta que sí, naturalmente, que la ha observado, cuando en realidad no se ha fijado en absoluto. Por este motivo me gusta formular las siguientes preguntas: «¿Qué hay alrededor de una fuente? – Plantas, vegetación. – ¿y qué más? – Insectos, pájaros, animales. – ¿Alguna otra cosa? – También hay hombres que se han instalado junto a ella. – Muy bien, pero, ¿qué sucede cuando la fuente se seca? En primer lugar desaparece la hierba, luego los animales, y mucho más tarde los hombres. Los últimos en desaparecer son los árboles. ¿Habéis comprendido el significado de todo este proceso? – Naturalmente, es muy sencillo -. Entonces, ¿por qué habéis dejado agotar vuestra fuente? – ¿Qué fuente?, no lo comprendo…»

Ya lo veis, siempre creemos comprenderlo todo, pero sólo se trata de una ilusión. Y todavía puedo continuar preguntando: – «Os hablo de la fuente que fluye en vuestro interior, ¿por qué la habéis dejado secar? – Pero, ¿de qué fuente se trata? Yo no he dejado secar ninguna fuente. – Sí, habéis dejado secar vuestra fuente: ya no sentís amor. Alguien os ha humillado, herido, robado o engañado un poquitín, y vosotros habéis exclamado: «¡Basta! No vale la pena ser bueno, generoso y caritativo, los hombres no lo merecen». Por consiguiente vuestra fuente ya no fluye, y pensáis haber ganado porque ya nadie puede engañaros o heriros, cuando en realidad lo habéis perdido todo. Si es necesario, dejaos engañar, pero, ¡que la fuente no se seque jamás! Y aunque alguien os humille, engañe o robe, no es nada en comparación con la bendición de poseer una fuente que, al fluir, nos lo da todo, lo limpia todo, lo repara todo».

Los seres humanos necesitan de esta filosofía de la fuente, que es la más maravillosa y verídica de todas la filosofías. Cuando un individuo decide no amar nunca más porque ha sufrido una pequeña injusticia, se puede decir que ya está acabado, que está muerto. Y si está muerto, ¿qué ha ganado? … ¡El razonamiento de los seres humanos es fantástico! ¿Y ellos tienen que instruirme? ¿Qué puedo aprender? Prefiero instalarme junto a una fuente y permanecer horas enteras escuchándola, mirándola, tocándola, hablándole. Después pensaré en esa otra fuente que es el Sol, y en todas las fuentes del universo, hasta llegar a la única y verdadera fuente que es el mismo Dios, y finalmente intentaré unirme a ella para comprender lo esencial, porque junto a una fuente se puede llegar a comprender todo.

Meditad intensamente sobre esta metáfora a fin de estructurar vuestra vida en esta única fuente que es Dios y su más perfecto representante en la tierra, el sol. Trabajad cada día sobre esta imagen e imitad esta fuente, el Sol, para poder alimentar, dar calor, vivificar y resucitar a todas las criaturas. Y no me digáis que es imposible, irrealizable e incluso estúpido, porque si pensáis así es que no habéis entendido nada. Lo importante no es que vuestro ideal sea realizable, sino que al hacer este trabajo interno se producirán grandes transformaciones en vosotros. El Sol es inmensamente grande y poderoso y el hombre no puede ser tanto como él, pero en su ámbito, a otro nivel, también puede convertirse en un Sol. En lugar de tomar constantemente, de ser como un agujero, como un pozo sin fondo, una ciénaga, llevando la descomposición a todas partes, el hombre podría dar, purificar y vivificar. Realmente es un ideal realizable, pero hay que querer estudiarlo, experimentarlo, verificarlo.

Desgraciadamente cuanto más avanzo, más constato que los seres humanos no han comprendido el aspecto mágico, el poder y la extraordinaria ciencia que encierra la fuente. Si lo hubieran comprendido, sabrían extraer de sí mismos algo puro y vivo. Pero los hombres siguen taciturnos, encerrados en sí mismos, crispados, preocupados en resolver sus asuntos con los procedimientos y métodos de la ciénaga…, cuando ésta no puede arreglar nada. La ciénaga sólo sirve para prolongar la vida de los renacuajos y de todos los bichos que pululan en sus aguas.

En esta agua que no se renueva nunca, sus desgraciados habitantes se ven obligados a respirar y tragar todos sus desechos. Exactamente lo mismo ocurre con los seres humanos, ya que una gran ciudad e incluso el mundo entero no es otra cosa que una ciénaga. Todos los individuos que pululan en su interior se ven obligados a absorber los excrementos de los demás. Los que saben librarse de ello, de vez en cuando aspiran un sorbo de pureza, pero los demás se dejan intoxicar, ahogar, envenenar. La atmósfera de una ciudad es la de una ciénaga, y si fueseis clarividentes, veríais cómo las personas tragan porquerías, se devoran entre sí, y no saben cómo escapar a todo esto, ni tan siquiera durante unos minutos. ¡No entiendo cómo pueden burlarse de nuestra filosofía solar! ¿Qué queréis que os diga? Peor para ellos si prefieren quedarse en la ciénaga.

Algún día comprenderán.

Después de todo esto, ¿qué conclusión se puede sacar de todo lo que os he dicho? La de que todos los malentendidos, desgracias y sufrimientos se deben a que el hombre no está conectado, unido al Cielo ni a la fuente, y cuando lo está únicamente lo está durante dos o tres minutos, y luego todo se interrumpe y de nuevo se conecta… a la ciénaga. No quisiera molestaros, ya que estoy hablando en general, pero es cierto que en lugar de estar conectados con la fuente que purifica, sana e ilumina, los seres humanos están unidos a la ciénaga – que puede ser un hombre, una mujer o un grupo de personas -, y beben de ella. La prefieren en lugar de la fuente porque temen su opinión. ¿Qué dirán los renacuajos que viven en la ciénaga? Si alguno de estos renacuajos hablara mal de ellos, ¿que podría sucederles?

Quizás estéis algo molestos por mis palabras, pero no estoy aquí para alabaros sino que debo deciros la verdad. Sé muy bien que no es agradable oír semejantes cosas, pero si hoy os sentís apesadumbrados por mis palabras, debéis saber que si no os advierto de estas cosas, sucederá que un día os sentiréis el doble, el triple, o cien veces más afligidos por la realidad. Porque con la ignorancia, las desgracias aparecen por todas partes, mientras que si estáis advertidos e iluminados, al menos podréis escapar por «la escalera de servicio» y vuestros enemigos se marcharán con las manos vacías.

Así pues, reflexionad sobre estas dos imágenes: la de la fuente y la de la ciénaga. Cuando finalmente sintáis el deseo de amar, de sacrificaros, de ayudar a los demás y de dar en lugar de tomar, ello significará que la fuente ya fluye. Y una vez que ha empezado a fluir, las flores y los árboles crecen, los pájaros cantan, es decir, que espíritus fantásticos se han instalado en vuestro interior, en vuestro cerebro, en vuestro corazón, en vuestra voluntad, y se alimentan de dicha fuente. En este preciso momento os enriquecéis y vuestra apariencia es la de una región floreciente, con su pueblo y su civilización. Sí, y todo ello porque la fuente fluye. Esta imagen simbólica es la que hay que comprender.

A nadie le gusta permanecer junto a una fuente seca. Cuando se agota esta fuente en el hombre, entonces no hay creación, ni poesía, ni música, ni alegría, ni nada de nada; es el vacío, el desierto, porque no hay agua ni amor. En el mundo, por todas partes sólo vemos desiertos ambulantes…

Así se explica el miserable estado en que se encuentran lo seres humanos, su angustia, su vacío interior. Quizás sean muy inteligentes, pero han dejado secar su fuente porque jamás han pensado en dar, irradiar o amar. Cuando veo a seres cuya fuente se ha secado o que nunca ha fluído, sé que su destino será miserable, porque nada se aposentará en ellos, ningún ángel, ningún espíritu, ni la belleza, ni esplendor alguno, ¡Nada!

Bienaventurados aquéllos que han comprendido y se han decidido a cambiar, porque a ellos todo les será explicado, ya que son suficientes las dos imágenes, la de la ciénaga y la de la fuente, para explicarlo todo. Si os quedáis estancados, sin ímpetu, sin inspiración ni alegría, sabed que habéis dejado secar la fuente que debía circular en vosotros. Sucede que no os dais cuenta y continuamente estáis criticando a los demás… Dejad a los otros en paz, abrid vuestra fuente, limpiadla, y entonces el agua brotará, porque cada criatura ha nacido para ser una fuente. Cuando el Señor envió al hombre sobre la tierra, lo preparó para ello, pero éste ha dejado acumular tanta basura en su interior que su fuente está obstruída; por eso reina el desierto, el vacío. y no hay nada peor que el vacío, estar en el desierto o ser un desierto.

¿Empezáis por fin a comprender la imagen de la fuente? Ésta no es otra que la de la vida y el amor, y el amor es todopoderoso, porque toda inspiración, toda alegría nace de él. No hay mayor verdad. Sé muy bien que muchas personas, a pesar de todas las verdades que escuchan desde hace años, se encuentran en un estado lamentable; y esto les sucede porque no tienen ningún método de trabajo. A pesar de lo que se les diga, cualesquera que sean las verdades que pudieran ayudarles, no experimentan nada, no recuerdan nada. Si por lo menos se plantearan cada día una verdad para estar finalmente en contacto con ella… Pero no, una hora después todo está olvidado.

Por esta razón, tales criaturas están predestinadas a vivir indefinidamente en ciénagas o desiertos.

Y son los únicos culpables de cuanto les sucede, porque aunque se les diga cómo deben actuar para desarrollarse, no comprenden ni recuerdan nada.

Reconozco que os he hablado a menudo de la fuente, pero se debe a que necesitáis que os repitan muchas veces las mismas cosas. El Sol salió ayer, pero era para ayer, y hoy tiene que salir otra vez. El agua que fluye, aparentemente siempre es la misma y, sin embargo, se renueva constantemente. Por eso os repito desde hace años que cada día tenéis que lograr que vuestra fuente fluya. Abridla, limpiadla, y os convertiréis en una tierra tan fértil que incluso acudirán reyes a saborear los frutos de vuestro jardín. Pero tengo que repetir una y otra vez estos mismos consejos. Después de tantos años, ¿por qué todavía no habéis plantado ni cosechado nada, si vosotros mismos sois un terreno increiblemente rico? Vuestro cerebro, ¿qué es vuestro cerebro?

Es el terreno más apropiado. Pues bien, precisamente esta tierra es la que tenéis que cultivar, sembrar y regar.

Tenéis que conectar directamente con la Fuente celestial mediante el pensamiento y la oración. Puesto que somos una imagen del Señor – el microcosmos parecido al macrocosmos -, también poseemos una fuente en nosotros mismos que está esperando que se den las condicione adecuadas para empezar afluir. Así pues, al unimos a la Fuente celestial ponemos en marcha nuestro propia fuente, con lo cual todas nuestras células son regadas, se vivifican, y fluye la vida divina. Gracias a esta fuente que es el amor, que es la vida, que es el agua viva, nos convertimos en un instrumento perfecto en manos del Señor.


Omraam Mikhaël Aïvanhov
«Los Secretos del Libro de la Naturaleza» www.trabajadoresdelaluz.com.ar

Un comentario en “«La Fuente y la Ciénaga» – Omraam M. Aivanhov.

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